viernes, 20 de septiembre de 2013

"LA SANTA COMPAÑA”


La profesora de matemáticas se había puesto enferma repentinamente, así que los muchachos de la clase de último curso tenían la hora libre, podían dedicarla a lo que quisieran siempre y cuando fuese en silencio.

Sara, Juan, Luis, Tania y Lara se habían sentado encima de la tarima dispuestos a pasar el rato contándose historias de miedo, cada cuál peor, más parecían historias cómicas debido a las risas que emitían. Le tocó el turno a Juán, y poniéndose serio comenzó su relato asegurando que era una leyenda real de la mitología gallega:

“Cuenta la leyenda que la Santa Compaña, es una comitiva nocturna de dos filas de almas en pena, vestidos con túnicas blancas unos y negras otros, con la capucha puesta, envueltos en sudarios y con los pies descalzos, portando cada una de ellas una vela de luz blanca, que recorren errantes los caminos, para anunciar la muerte de alguien por la zona, o para reclamar el alma de un vivo. Caminan emitiendo rezos, cánticos fúnebres y tocando una pequeña campanilla. No siempre son visibles, sin embargo se percibe su presencia por el olor a cera y el viento que se levanta a su paso.

En cabeza portando una cruz y un cubo de agua bendita, un humano vivo, condenado a vagar entre ellos hasta encontrar en su camino a otro vivo al que entregará su cruz y su caldero, quedando liberado y pasando el segundo a ocupar su lugar. La persona viva que precede el paso, no recuerda durante el día lo ocurrido en el transcurso de la noche. Se podrá reconocer fácilmente debido a su extrema delgadez y palidez. Cada noche su luz será más intensa y cada día su palidez más exagerada. No se les permite descansar ninguna noche, por lo que su salud se va deteriorando a pasos agigantados hasta enfermar sin que nadie sepa las causas de tan misterioso mal. Están condenados a vagar noche tras noche hasta que mueran u otro incauto sea sorprendido.
Para librarse de esta obligación a la persona que se encuentre con la Santa Compaña se le aconseja no mirarlos nunca a la cara, trazar un círculo en el suelo alrededor de si mismo o bien acostarse en el suelo boca a bajo sin moverse aunque le pasen por encima y en última instancia salir corriendo. Si hay algún “cruceiro” cerca, el subirse a los peldaños garantiza protección”.

Quedaron todos anonadados, era la mejor historia que jamás habían escuchado. Aún así se mantuvieron incrédulos y acordaron el sábado a la noche después de las doce
reunirse para ir a dar una vuelta a través del bosque. El panadero estaba muy enfermo y se decía que le quedaban días, quizá viniesen a buscarlo y podrían encontrarse con la procesión. Tomándolo todos a risa menos Juán, quedaron el sábado a las once y media en la plaza del pueblo.

Llegó el día y se reunieron los cinco en la plaza, Juan estaba nervioso mientras sus amigos lo tomaron a risa y cachondeo. Se dirigieron hacia el interior del bosque por el sendero. Bromeaban con el tema a cada paso, y Juán se ponía cada vez más alterado, hasta que enfadado les sugirió un cambio de actitud o volvería a su casa.

Llegaron a una zona que de repente se volvió silenciosa, las aves nocturnas cesaron sus cantos, los perros aullaban en la lejanía, y un olor a cera se percibía cada vez más intenso. Juán estaba aterrado, y con su mirada buscó la salida del camino, creía recordar que había un “cruceiro” por allí cerca. Los chicos se reían de él, hasta que un sonido cada vez más penetrante comenzó a llegar a sus oídos, eran ruidos de cadenas y una pequeña campanilla. Salieron del sendero buscando la carretera, y según llegaron a ella, las vieron...

Ya los tenían muy cerca, según llegaron a la carretera las distinguieron, las dos filas de almas, con el vivo en la cabecera del grupo portando la cruz y el cubo. Todos salieron corriendo a toda velocidad, dirigiéndose hacia sus casas sin mirar atrás ni prestando atención a sus amigos tal era el miedo que los poseía.

Juan quedó inmóvil, paralizado por el miedo, y cuando quiso reaccionar ya los tenía delante, el sonido de sus rezos penetraba en sus oídos perforándolos, sus ojos comenzaron a llorar sangre y el corazón parecía dejar de latir por momentos. El que portaba la cruz y el cubo extendió sus brazos presentando su ofrenda, y él incapaz de retener sus brazos que no le obedecían, recogió el ofrecimiento.

Llegó la mañana sin que ninguno pudiese pegar ojo, y pasaron el domingo sin verse. El lunes cuando se vieron en el colegio no hablaron del tema, les causaba temor hacerlo. Y pasaron los días, Juan cada día estaba más cansado y pálido, y sus amigos comenzaron a sospechar lo que había podido pasar, ninguno parecía recordar si él también había salido corriendo la maldita noche. Temían que hubiese sido sustituido por el que presidía la procesión maldita, pero ninguno se atrevió a contar nada a nadie. Meses después Juan falleció sin que ningún médico fuese capaz de dar un diagnóstico del mal que acabó con su vida.



5 comentarios:

  1. Genial!! me recuerda a la cancion de Mägo de Oz xD me gustaria aprender mas sobre el tema

    ResponderEliminar
  2. De siempre me ha cautivado los relatos de encuentros sobre la Santa Compaña. De niño recuerdo lo que nos contaba mi abuelo paterno en su aldea de Ourense

    ResponderEliminar
  3. De siempre me ha cautivado los relatos de encuentros sobre la Santa Compaña. De niño recuerdo lo que nos contaba mi abuelo paterno en su aldea de Ourense

    ResponderEliminar
  4. De siempre me ha cautivado los relatos de encuentros sobre la Santa Compaña. De niño recuerdo lo que nos contaba mi abuelo paterno en su aldea de Ourense

    ResponderEliminar
  5. De siempre me ha cautivado los relatos de encuentros sobre la Santa Compaña. De niño recuerdo lo que nos contaba mi abuelo paterno en su aldea de Ourense

    ResponderEliminar