domingo, 15 de septiembre de 2013

"SUSANA"

Siempre me había apasionado todo lo relativo a lo paranormal, había leído muchos libros al respecto y había visualizado infinidad de vídeos de supuestas apariciones, pero yo, nunca me había encontrado en alguna situación que me hiciese entrever que podría haber algo después de la muerte. Ni siquiera el fallecimiento repentino de mis padres en un accidente de tráfico me dio la posibilidad de encontrar algo relacionado. Nunca cesé en mi empeño, si realmente había algo, yo lo encontraría.

Un día al ir a trabajar, coincidí con una bella joven que parecía ir en la misma dirección, no di más importancia al asunto, hasta que un día y otro comenzamos a coincidir en nuestra rutina diaria.

Una mañana me decidí a hablarle, preguntándole si era nueva en el barrio, a lo que ella respondió que sí, aunque hacía unos cuantos años había sido residente en la zona. Realmente me resultaba familiar, pero no acertaba a descubrir de qué.

Todos los días hacíamos el recorrido juntos hasta nuestros respectivos trabajos. Hablaba poco y sonreía mucho, era misteriosa y eso me intrigaba y me volvía loco. Empecé a sentir por ella algo especial y decidí invitarla a cenar esa noche en mi casa. Esperaba que ella se abriese a contarme algo de su vida, lo único que sabía es que trabajaba en las oficina de suministro de aguas.

Aceptó la invitación, incluso me pareció entusiasmada. Esa noche cociné para ella, quería sorprenderla y aprovecharía para proponerle una relación formal.

A las diez puntual llegó Susana, con un precioso vestido blanco de gasa que resaltaba su belleza. La cena transcurrió tranquila y divertida.

Finalmente llegado ya el postre, cogí su mano y le confesé mis sentimientos. Ella no pareció sorprenderse y sonriendo me dijo que ya lo sabía, y me haría un regalo especial, me regalaba eso que tanto ansiaba. Ella me había escogido a mí, -sería su compañero para toda la eternidad-.

Me asustó la manera como lo dijo además tenía la sensación de que esa frase tenía doble sentido. Una corriente eléctrica llegó a mi mano a través de ella, entrando por todo mi cuerpo y sentí terror.

Y la recordé. Yo no era más que un adolescente. Calle abajo hubo un accidente, habían atropellado mortalmente a una joven, la hija de nuestros vecinos, que incapaces de superar esa triste pérdida decidieron mudarse de ciudad para comenzar una nueva vida.

Ella me había elegido a mí, ese mundo que tanto me entusiasmaba ahora sería mi cárcel, sería prisionero de mi curiosidad. Compañero de Susana para toda la eternidad.


A los pocos días, dada la imposibilidad de comunicarse conmigo y mi falta de asistencia al trabajo, la policía se presentó en mi casa alertados por mis amigos y mis compañeros de trabajo. Entraron en mi casa y allí estaba yo, sentado en la mesa de comedor con mi cabeza apoyada sobre la tarta de chocolate y una expresión terrorífica marcada en mi rostro. No fueron capaces de determinar la causa de mi fallecimiento, el informe de la autopsia ponía “muerte súbita”.

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