Elena
despertó de madrugada sudorosa y con el pulso acelerado, acababa de
tener una pesadilla en la que su profesora de historia resbalaba al
salir de la bañera, golpeando brutalmente su cabeza contra el lavabo
causándole la muerte al instante.
Le
costó volver a conciliar el sueño, y cuando lo hizo no fue capaz de
descansar plácidamente, despertando por la mañana con una sensación
de intranquilidad que le hacía sentir los nervios a flor de piel.
Cuando
llegó al instituto estaba todo revolucionado, la gente vagaba
alborotada por cualquier rincón del centro, y preguntando se enteró
de la fatal noticia: “la joven profesora de historia había
fallecido esa noche al salir de la ducha”.
Se
sintió confundida y asustada, era la primera vez que tenía un sueño
que parecía cumplirse. Después de comentar el episodio con Sara su
mejor amiga, se sintió mejor, ella trató de tranquilizarla
diciéndole que no había sido más que una triste casualidad.
Después
de dos semanas ya se había olvidado del incidente, siguiendo con el
curso de su vida. Esa noche otra pesadilla similar a la anterior la
alarmó terriblemente pensando que quizá podría pasar como en la
otra ocasión y cumplirse. En ese sueño no acertaba a descubrir la
cara de la joven que perecía atropellada por un coche. Revivió una
y otra vez esa visión a ver si era capaz de visualizar la cara de la
fallecida, con el fin de alertarla antes de que ocurriese la
tragedia.
Se
fue al instituto afligida sin lograr saber a quien correspondía ese
rostro, esperaba que no fuese de nadie conocido o no se lo podría
perdonar jamás. Llegando ya al instituto cuando iba a acceder a los
jardines, una voz la llamó desde la acera de enfrente. Era Sara,
frenó la marcha para esperar a su amiga que se acercaba corriendo,
cuando un coche que no la había visto cruzar, la atropelló
haciéndola saltar por el aire y desplazándola dos metros más allá
del vehículo, el impacto contra el suelo fue brutal ya que se cayó
de cabeza dejando sembrada la carretera de sangre y masa cerebral.
Elena sufrió un ataque de nervios y ansiedad tan fuerte, que la
ambulancia tuvo que llevarla al hospital, pasó dos días sedada y
medicada, y hasta que llegaron sus padres del extranjero no le dieron
el alta. Debería estar vigilada seguir controles con su psiquiatra.
Nadie supo en principio dar explicación a lo que le ocurrida. Le
pareció detectar que los médicos pensaban que estaba
desequilibrada...
La
noche para ella era una tortura, le causaba mucha angustia e
inquietud el pensar en dormir. Y no era de extrañar, en varias
ocasiones soñó con la muerte de algún conocido, ejecutándose el
acto como ella había presentido...
Una
noche de invierno la visión fue sobre ella. Llovía torrencialmente
y hacía un viento extremo. Dirigiéndose a clase en medio del
temporal, la fuerza del aire cobró tal fuerza que arrancó uno de
los árboles del paseo, cayendo encima de ella.
Acordó
no ir a clase mientras durase el temporal, daba igual los días que
durase, tal vez podría esquivar a la muerte. Mintió a sus padres
diciendo que se encontraba mal, no quería preocuparlos más de lo
que ya lo estaban.
Después
de tres días sin pesadillas, el tiempo mejoró y comenzó a lucir el
sol aunque la temperatura estaba baja. Se preparó para salir, se
sentía animada, ya no llovía ni hacía viento y con toda seguridad
había esquivado a su destino.
Recorrió
el camino hacia el instituto tranquila y relajada, estaba un día
precioso y el sol brillaba con fuerza. Escuchó un fuerte frenazo de
un coche, pero no le dio tiempo a mirar hacia atrás, el mismo
envistió con fuerza un árbol situado justo al lado de donde estaba
Elena, cayendo y aplastando mortalmente a la joven. Mientras
expulsaba su último aliento de vida, fue consciente de que cuando la
muerte nos reclama ya no hay escapatoria...
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