Lo
observé lascivamente, iba detrás de él hacia mi trabajo, y sin
poder evitar perderme en su bonito trasero, desvié un poco mi
camino, no me importaba tener que volver más tarde sobre mis pasos.
Me sentía cautivada y atraída por aquel atractivo desconocido que
llevaba mis pasos hacia donde él iba. Aproveché un semáforo en
rojo donde nos paramos, para terminar de embelesarme con él. Cuerpo
perfecto, rostro bello y sensual... definitivamente era para mí.
Después de cruzar se adentró en un edificio de oficinas, pero no
estaba nada perdido, buscaría la forma de encontrarme con él y le
hablaría. Su destino y el mío seguían la misma trayectoria, de eso
estaba segura.
A
la mañana siguiente, salí a la misma hora de casa para intentar
encontrarme con el hombre de belleza sublime que tanto me había
atraído. Y allí estaba él, destacaba en medio de la gente como un
dios del Olimpo. Era alto y fornido; aunque iba vestido de traje, se
apreciaba perfectamente un cuerpo atlético bien formado; su piel era
morena al igual que su pelo, y sus ojos brillaban con una intensidad
propia de una estrella y de un color negro como jamás había visto.
Iba sin afeitarse, una barba incipiente de dos días le daba un aire
sofisticado y seductor.
Me
puse a su altura, algo tenía que hacer para iniciar una
conversación. Me tiré de lado contra él, haciendo el ademán de
que me torcía un pié, y él galantemente me sujetó de una caída
que yo no había previsto, había puesto tanto ímpetu en la
torcedura que me hice daño de verdad.
- ¿Estás bien? -me preguntó amablemente-.
- Sí -respondí azorada- Lo siento -continué mientras me desprendía de sus brazos- Olía maravillosamente bien, y llené mis pulmones con su aroma para recordarlo mas tarde-.
- No tienes que disculparte, encantado de que hayas tropezado contra mi -dijo sonriendo, mostrando unos dientes endiabladamente blancos y perfectos-.
No
pude evitar ruborizarme, e intenté ocultarlo agachándome para tocar
mi pie lastimado. Sin mediar palabra se agachó conmigo encontrándose
nuestras manos en mi tobillo.
- No ha sido nada, tan solo una pequeña torcedura, tengo los tobillos muy elásticos -dije mientras nuestros ojos se encontraban, había deseado tanto ese momento de estar tan cerca de él, y ahora no sabía ni que decirle...-.
- ¿Puedes caminar sin problema? -preguntó clavando sus ojos en los míos-.
- Si, claro -me sentía completamente acobardada, su sola presencia me ponía muy nerviosa. Esperaba que no pensase que era una chica tonta, en mis pensamientos había sido tan valiente y a la hora de la verdad me sorprendía el mostrarme tan tímida-.
Seguimos
juntos el camino hasta llegar al edificio donde el día anterior
había entrado. Fue una corta conversación en la que solo se digno a
preguntarme si trabajaba por allí cerca, a lo que respondí
afirmativamente sin dar más reseñas.
- Bueno, yo me quedo aquí -me dijo estrechándome la mano mientras su mirada se posaba en mi de manera muy penetrante turbándome de nuevo-. ¡Espero encontrarte mañana de nuevo!
- Es probable -contesté mostrando un falso desinterés-.
De
camino hacia mi trabajo me llame una y mil veces estúpida, todo lo
que había planeado se había convertido en una situación ridícula,
me sentía avergonzada, no sabía si al día siguiente tendría el
valor de hacerme la encontradiza de nuevo con él, no había sido
capaz de entablar una conversación en condiciones, ni siquiera sabía
aún su nombre, ¡pero qué tonta! Qué buena ocasión
desperdiciada...
Pasé
el resto del día muy malhumorada sin hablar con nadie en el trabajo,
conocían de sobra mi carácter, así que sabían que cuando estaba
así, lo mejor era no dirigirme la palabra.
Por
la mañana, amanecí de mejor humor, pero cuando estaba desayunando
una llamada de trabajo terminó por estropearme el día. Debía de ir
lo antes posible a la oficina, un problema informático requería mi
presencia urgente. En otra situación no me hubiese importado, pero
hoy estaba completamente decidida a hablar con él, finalmente el
joven desconocido no debía de ser para mi...
Salí
antes del trabajo, y dado lo temprano que era decidí acercarme al
centro para recoger a una amiga e ir a tomar algo juntas, quizá
buscaría su consejo... Cuando pasé por al lado del edificio donde
trabajaba él, tropecé con alguien que salía apurado de allí. ¡No
me lo podía creer! ¡otra vez en sus brazos! Salió con tanta fuerza
que si no me agarra hubiese acabado en el suelo.
- ¡Vaya! ¡Lo siento! Parece que el destino lo ha tomado con nosotros -dijo riendo-. ¿Estás bien? ¿Te has hecho daño?
- No -dije sonriendo también-. Estoy bien.
- Perdona, salí desenfrenado porque iba a llevarle unos impresos que le acaban de quedar olvidados a un cliente -dijo mostrándome las hojas que llevaba en la mano- pensé que si apuraba lo encontraría por aquí-.
- ¡Ah bueno! Pues no te entretengo, corre tal vez lo pilles.
- No, si da igual, ya volverá, no te preocupes. ¿Ya has salido del trabajo? -preguntó con curiosidad-.
- Si, hoy salí antes. -respondí-.
- ¿Haces algo? ¿tienes tiempo para tomar algo?, yo solo tengo que subir estos papeles y ya estoy libre -no me lo podía creer, me estaba invitando a tomar algo-.
- La verdad que no tengo nada que hacer, iba a matar el tiempo dando una vuelta -mentí, aunque tampoco era una gran mentira, no había quedado con mi amiga, ella no sabía que la iba a ir a buscar-.
Pasamos
el resto de la tarde y parte de la noche juntos. Una química
especial se palpaba en el aire, era una atracción mutua y mágica,
no tenía duda alguna, y ese día comenzó una bonita relación de la
que esperaba un gran futuro. Era algo distinto a lo que hasta el
momento había tenido, y una dulce sensación me decía que ésto,
solo era el principio.