Allí
estaba en ese asiento mortal, solo faltaban unos minutos para que
activasen todos los circuitos que harían circular por mi cuerpo ese
flujo de corriente eléctrica que acabaría de manera irremediable
con mi vida.
En
esos pocos minutos, recordé animosamente como había sido mi pasado
y pensé que aunque tuviese este final, había valido la pena...
La
primera vez que maté un ser vivo, no tenía más que tres años. Mi
padre había colocado en mis manos un pequeño pajarito y sin que él
pudiera evitarlo, apreté fuertemente mis manitas y comencé a sentir
chorrear ese líquido rojo y caliente. Mi camiseta se había manchado
completamente, y sentía la mancha húmeda y viscosa pegada a mi
piel ¡Esa sensación me había encandilado! Mi padre no dio
importancia al episodio, seguramente debido a mi corta edad.
A
los cinco años maté estrangulado al gato de los vecinos, nadie se
enteró. Y me sentí apesadrado recordando la sangre corriendo por mi
cuerpo y que en esta ocasión no se había dado.
Y
de ahí en adelante, ya no paré... Hasta los quince años fueron
distintos animales, a los que me gustaba torturar y hacer sufrir
hasta límites insospechados, los depellejaba, les sacaba los ojos,
les cortaba alguna articulación, los quemaba... todo lo que se me
ocurriese que causase gran sufrimiento, servía.
A
los quince años torturé y asesiné a mi primera víctima humana.
Una linda niña de mi edad, que vivía cerca de mi casa a la que
llevé engañada diciéndole que necesitaba ayuda, pues mi perro se
había quedado atrapado en una trampa en el interior del bosque. Nos
adentramos en él rápidamente, la ansiedad me torturaba,
seguramente ella pensó que mi nerviosismo era debido a mi pobre
perro.
Una
vez allí la amordacé y la ate a un árbol sacando toda su ropa.
Recordaba sus ojos inundados en lágrimas aterrorizados. Comencé a
quemar su cuerpo con un mechero por distintas partes de su anatomía,
haciendo especial hincapié en sus senos jóvenes, continuando
después con mi navaja dibujando hermosos dibujos en su piel, la
sangre goteaba y eso me excitaba enormemente. Finalmente sin poder
evitarlo, como llegando a la cumbre de un momento sexual, me lance
con fuerza y agresividad clavando mi utensilio por todas partes,
destrozando la preciosa cara de la joven.
Cuando
la encontraron dijeron que algún monstruo se había cebado con ella.
Había sufrido de una muerte dolorosa, lenta y atroz. Y me sentí
realizado.
Ya
no podía detenerme, me recreaba con cada nuevo asesinato, deseando
encontrar otra víctima enseguida. Yo creo que mi propia ansia fue la
que me trajo aquí. Debería haber sido más paciente seleccionando
mejor a mis mártires.
Nunca
había tenido problema con mis elegidas, siempre
mujeres, ya que difícilmente me harían cara, el terror las
paralizaba y eran fácilmente manejables.
Hasta
que dí con ella. La encontré paseando por la orilla del rio, ya
había anochecido y no había nadie por la zona. Yo estaba agazapado
entre unos matorrales, esperando el momento. Cuando así lo
consideré, salí de mi escondrijo en silencio y agarrándola por
detrás intenté tirarla al suelo con idea de atarla y amordazarla.
Me cogió completamente por sorpresa, no esperaba una reacción
igual, se agachó impulsando con su espalda mi cuerpo y me zapateó
contra el suelo. Me levanté con rapidez asiendo en mi mano mi nuevo
cuchillo, con intención de herirla sin causar un daño mortal, no
podía matarla sin ver el sufrimiento de la tortura en sus ojos,
sobre todo a ella que se había enfrentado a mí. Yo no tenía miedo,
estaba terriblemente excitado por la situación...
Después
de unos segundos de observación mutua, atrapando mi mano, la que
contenía el cuchillo, ejercitó una llave de defensa que me hizo
caer al suelo de cabeza, golpeándome con una piedra canteada que
estaba semi-enterrada. Y perdí la consciencia. En el hospital supe
que era una agente encubierto que estaba investigando la oleada de
asesinatos que había por la zona. Nunca supe si había sido una
trampa o la encontré casualmente, realmente daba igual...
Por
su culpa, ahora me hallaba allí, próximo a mi muerte. Pero era
indiferente, volvería, tenía que terminar todo lo que había
comenzado, en mis veintitrés años no había acabado de realizar
todo lo que tenía pensado, muchos asuntos pendientes permitirían mi
vuelta. Encontraría la manera aunque fuese reencarnado...
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