Las
noticias de la mañana eran bastante desalentadoras y catastrofistas.
Anunciaban una gran tormenta eléctrica en todos los puntos del
mundo, de origen desconocido y que podría llegar a afectar al
sistema gravitatorio de la tierra.
Acordamos
no mandar a los niños al colegio, ni mi marido iría a trabajar a
pesar de que los pronósticos eran para mañana. Llamamos por
teléfono a nuestra primogénita para que viniese a refugiarse con
nosotros. Se encontraba ya en su quinto mes de embarazo, no podíamos
permitir que sufriese ningún tipo de daño.
Nuestra
casa había pertenecido a mis abuelos maternos ya fallecidos. El
abuelo había sido una persona temerosa de la vida moderna y de las
nuevas tecnologías. Siempre decía que tantas investigaciones como
las clonaciones, el acelerador de particulas, mutaciones artificiales
del ADN y demás experimentos, terminarían por ocasionar una
catástrofe que desencadenaría en el fin del mundo.
Había
construido en el bajo de la casa, una especie de refugio
completamente aislado del exterior y que quedaba totalmente sellado,
disponía de ventilación gracias a un sistema de última generación
de renovación de aire. Todo un sistema de cableado perfectamente
ubicado garantizaba que no faltase la electricidad y las
comunicaciones. Curiosamente, pese a lo que él opinaba, había
construido el refugio haciendo uso de todo lo que le aterraba, cuando
nos metíamos con él, nos decía que ciertas modernidades eran
necesarias y útiles, pero ciertos experimentos se les escaparían de
las manos a nuestros científicos y las consecuencias serían muy
graves. Hasta su muerte hacía un año, había estado trabajando en
su zulo para dejarlo lo más cómodo y moderno posible. Que profético
resulto ser el abuelo...
Pasamos
toda la mañana bajando alimentos y todo lo necesario para un par de
meses, no sabíamos cuanto podría durar. Cuando llegó nuestra hija
mayor acompañada de su novio, ya estaba todo listo. Nuestros cuatro
hijos pequeños, jugaban en la sala ajenos a lo que nos venía
encima.
Eran
las cinco de la tarde y fuera estaba todo tranquilo. La gente paseaba
sin preocupación. Quizá nosotros nos habíamos dejado llevar por
las ideas futuristas que nos había inculcado el abuelo.
De
repente, un bebé era arrancado de los brazos de su madre por una
fuerza invisible y comenzó a elevarse ante los gritos angustiosos de
su madre que no tardó ni diez segundos en elevarse también. Acto
seguido todo lo que estaba alrededor comenzó a ascender, perros,
personas, plantas...
En
un momento, el cielo estaba cubierto de personas, era una imagen
dantesca y aterradora, rápidamente fueron engullidos por una
cantidad de nubes oscuras y tupidas comenzando una gran tormenta
eléctrica.
Bajamos
todos corriendo al refugio a escondernos del horror que se estaba
viviendo fuera. Los pequeños lloraban asustados, aún no les
habíamos contado nada de lo que podría pasar, no queríamos
asustarlos y finalmente fue peor, no estaban preparados para lo que
habían visto.
Rezamos
toda la noche, pidiendo que esta catástrofe no fuese el final de la
humanidad. Por la mañana las noticias eran tristes aunque positivas.
Se contaban por miles las personas desaparecidas en todas partes del
mundo, víctimas de una fuerza de origen desconocido que las había
elevado para después desaparecer entre las nubes ante una gran
tormenta.
Lo
peor había pasado, aunque recomendaban por precaución permanecer en
los refugios hasta nuevo aviso. Se esperaba alguna tormenta más en
los próximos días, pero de menor intensidad en cada ocasión,
hasta que por fin todo volviese a la normalidad.
Y
pensé en el abuelo no pude menos que darle la razón, esto era solo
un aviso, quizá la próxima vez, no tendríamos tanta suerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario