La
profesora de matemáticas se había puesto enferma repentinamente,
así que los muchachos de la clase de último curso tenían la hora
libre, podían dedicarla a lo que quisieran siempre y cuando fuese en
silencio.
Sara,
Juan, Luis, Tania y Lara se habían sentado encima de la tarima
dispuestos a pasar el rato contándose historias de miedo, cada cuál
peor, más parecían historias cómicas debido a las risas que
emitían. Le tocó el turno a Juán, y poniéndose serio comenzó su
relato asegurando que era una leyenda real de la mitología gallega:
“Cuenta
la leyenda que la Santa Compaña, es una comitiva nocturna de dos
filas de almas en pena, vestidos con túnicas blancas unos y negras
otros, con la capucha puesta, envueltos en sudarios y con los pies
descalzos, portando cada una de ellas una vela de luz blanca, que
recorren errantes los caminos, para anunciar la muerte de alguien por
la zona, o para reclamar el alma de un vivo. Caminan emitiendo rezos,
cánticos fúnebres y tocando una pequeña campanilla. No siempre son
visibles, sin embargo se percibe su presencia por el olor a cera y el
viento que se levanta a su paso.
En
cabeza portando una cruz y un cubo de agua bendita, un humano vivo,
condenado a vagar entre ellos hasta encontrar en su camino a otro
vivo al que entregará su cruz y su caldero, quedando liberado y
pasando el segundo a ocupar su lugar. La persona viva que precede el
paso, no recuerda durante el día lo ocurrido en el transcurso de la
noche. Se podrá reconocer fácilmente debido a su extrema delgadez y
palidez. Cada noche su luz será más intensa y cada día su palidez
más exagerada. No se les permite descansar ninguna noche, por lo que
su salud se va deteriorando a pasos agigantados hasta enfermar sin
que nadie sepa las causas de tan misterioso mal. Están condenados a
vagar noche tras noche hasta que mueran u otro incauto sea
sorprendido.
Para
librarse de esta obligación a la persona que se encuentre con la
Santa Compaña se le aconseja no mirarlos nunca a la cara, trazar un
círculo en el suelo alrededor de si mismo o bien acostarse en el
suelo boca a bajo sin moverse aunque le pasen por encima y en última
instancia salir corriendo. Si hay algún “cruceiro” cerca, el
subirse a los peldaños garantiza protección”.
Quedaron
todos anonadados, era la mejor historia que jamás habían escuchado.
Aún así se mantuvieron incrédulos y acordaron el sábado a la
noche después de las doce
reunirse
para ir a dar una vuelta a través del bosque. El panadero estaba muy
enfermo y se decía que le quedaban días, quizá viniesen a buscarlo
y podrían encontrarse con la procesión. Tomándolo todos a risa
menos Juán, quedaron el sábado a las once y media en la plaza del
pueblo.
Llegó
el día y se reunieron los cinco en la plaza, Juan estaba nervioso
mientras sus amigos lo tomaron a risa y cachondeo. Se dirigieron
hacia el interior del bosque por el sendero. Bromeaban con el tema a
cada paso, y Juán se ponía cada vez más alterado, hasta que
enfadado les sugirió un cambio de actitud o volvería a su casa.
Llegaron
a una zona que de repente se volvió silenciosa, las aves nocturnas
cesaron sus cantos, los perros aullaban en la lejanía, y un olor a
cera se percibía cada vez más intenso. Juán estaba aterrado, y con
su mirada buscó la salida del camino, creía recordar que había un
“cruceiro” por allí cerca. Los chicos se reían de él, hasta
que un sonido cada vez más penetrante comenzó a llegar a sus oídos,
eran ruidos de cadenas y una pequeña campanilla. Salieron del
sendero buscando la carretera, y según llegaron a ella, las
vieron...
Ya
los tenían muy cerca, según llegaron a la carretera las
distinguieron, las dos filas de almas, con el vivo en la cabecera del
grupo portando la cruz y el cubo. Todos salieron corriendo a toda
velocidad, dirigiéndose hacia sus casas sin mirar atrás ni
prestando atención a sus amigos tal era el miedo que los poseía.
Juan
quedó inmóvil, paralizado por el miedo, y cuando quiso reaccionar
ya los tenía delante, el sonido de sus rezos penetraba en sus oídos
perforándolos, sus ojos comenzaron a llorar sangre y el corazón
parecía dejar de latir por momentos. El que portaba la cruz y el
cubo extendió sus brazos presentando su ofrenda, y él incapaz de
retener sus brazos que no le obedecían, recogió el ofrecimiento.
Llegó
la mañana sin que ninguno pudiese pegar ojo, y pasaron el domingo
sin verse. El lunes cuando se vieron en el colegio no hablaron del
tema, les causaba temor hacerlo. Y pasaron los días, Juan cada día
estaba más cansado y pálido, y sus amigos comenzaron a sospechar lo
que había podido pasar, ninguno parecía recordar si él también
había salido corriendo la maldita noche. Temían que hubiese sido
sustituido por el que presidía la procesión maldita, pero ninguno
se atrevió a contar nada a nadie. Meses después Juan falleció sin
que ningún médico fuese capaz de dar un diagnóstico del mal que
acabó con su vida.
Genial!! me recuerda a la cancion de Mägo de Oz xD me gustaria aprender mas sobre el tema
ResponderEliminarDe siempre me ha cautivado los relatos de encuentros sobre la Santa Compaña. De niño recuerdo lo que nos contaba mi abuelo paterno en su aldea de Ourense
ResponderEliminarDe siempre me ha cautivado los relatos de encuentros sobre la Santa Compaña. De niño recuerdo lo que nos contaba mi abuelo paterno en su aldea de Ourense
ResponderEliminarDe siempre me ha cautivado los relatos de encuentros sobre la Santa Compaña. De niño recuerdo lo que nos contaba mi abuelo paterno en su aldea de Ourense
ResponderEliminarDe siempre me ha cautivado los relatos de encuentros sobre la Santa Compaña. De niño recuerdo lo que nos contaba mi abuelo paterno en su aldea de Ourense
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