Fuertes
explosiones nos despertaron aquella mañana de domingo. Miriam y yo
nos levantamos asustados asomándonos a la ventana de nuestro
dormitorio, desde la que pudimos apreciar distintos incendios
repartidos en varias zonas de la ciudad.
El
llanto de Lara y Pablo, nuestros hijos nos arrancó de aquella visión
espantosa, acercándonos a su cuarto los cogimos en brazos y nos
reunimos en el salón que gozaba de un gran ventanal que nos regaló
la escena más dantesca que jamás hubiésemos imaginado ver.
Distintos
estallidos se estaban sucediendo en puntos dispares, retumbando en
nuestros oídos el brutal estruendo que causaban, los niños estaban
muertos de miedo y no hallábamos la forma de consolarlos.
Aviones
de guerra sobrevolaban nuestro cielo, dejando caer de forma aleatoria
bombas a su antojo. ¿Quién nos estaba atacando? ¡No nos hallábamos
metidos en ningún conflicto bélico!
Acordamos
salir del piso, no estábamos seguros en él, en cualquier momento
podría caer algún artefacto haciendo saltar por los aires toda la
construcción. Claro que en la calle no lo íbamos a estar mucho más,
pero deberíamos buscar algún refugio.
El
ambiente en la calle era desolador, muertos por todas partes,
edificios destruidos y personas corriendo sin saber hacia donde
dirigirse.
Seguían
sonando bombardeos, ahora más alejados, así que echando a andar nos
encaminamos hacia el ayuntamiento, con seguridad dispondría de algún
tipo de refugio subterráneo en sus sótanos.
Una
vez allí todo parecía muy confuso, había más gente que como
nosotros habían pensado en ese lugar tratando de buscar un poco de
seguridad, pero las noticias no eran buenas, se decía que todo era
una táctica política para iniciar la recuperación económica del
país, no podía creer que nuestros gobernantes pusieran en peligro
nuestras vidas, por salvar su cuello.
Nos
acoplamos todos allí, sin agua, sin alimentos, sin ropa de abrigo...
toda una vida trabajando para tener algo, lo mínimo para poder
sobrevivir para que una panda de malnacidos con corbata nos
arrebatara todo lo nuestro. Las cosas no pintaban bien, a lo largo
del día seguimos escuchando aviones que se dedicaban a devastar todo
lo que tenían a su alcance. Aquel refugio parecía seguro, y en
cuanto todo pareció tranquilizarse un poco, salimos unos cuantos
hombres en busca de las necesidades mínimas de las que allí
requeríamos.
No
nos costó encontrar todo lo que buscábamos, los supermercados que
encontramos de pié, estaban con sus puertas abiertas y aprovechamos
para llenar varios carros con las cosas más imprescindibles, incluso
algún medicamento. Alguien consiguió una radio y por medio de ella,
a través de una emisora del país, relativamente alejada de la
ciudad, nos enteramos de que, según el gobierno todo había sido
causa de un atentado terrorista, y no se había ceñido tan solo a
nuestra ciudad, en distintas de todo el ámbito nacional se habían
sucedido los ataques.
No
nos lo creíamos, los terroristas actuaban de manera puntual, no en
sucesivos ataques, jamás con aviones de guerra y mucho menos atacar
de esa manera a los civiles sin que ningún alto cargo sufriese daños
y en un territorio tan amplio...
El
día siguiente lo pasamos allí dentro, por si acaso se repetían los
bombardeos, pero el día transcurrió tranquilo, y las noticias de la
radio daban por finalizada la agresión al país.
Después
de ese día, las aguas volvieron a su cauce, pudimos regresar a
nuestros domicilios. Los que habíamos tenido la suerte de que se
mantuviese en pie éramos afortunados, ya que la inmensa mayoría
habían perdido sus hogares.
Sí,
es cierto que el país creció de manera vertiginosa, pero no habían
sido las maneras, muchas familias tuvieron que comenzar de cero su
vida. En nuestro caso tuvimos mucha suerte, nuestra vivienda había
quedado intacta y mi trabajo también, era un funcionario de correos
al que no había afectado demasiado la situación vivida, más que
por una decena de edificios y casas que habían desaparecido. En el
caso de mi mujer nada había cambiado, ya que desde que había nacido
nuestro hijo mayor hacía cuatro años, había dejado su oficio de
administrativa en una gran empresa de comunicaciones, para dedicarse
a tiempo completo a ellos. Y nuestros hijos, con seguridad por su
corta edad, enseguida olvidaron los días vividos.
Un
nuevo futuro se presentaba, y deseábamos y esperábamos que en esta
ocasión, nada se volviese a inmiscuir en la rutina diaria de los
ciudadanos.
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