Después
de aquel día nuestra vida no volvió a ser igual. Aquella
experiencia nos sumió en terribles pesadillas que nos atormentaban
cada noche a pesar de haber recibido ayuda psicológica.
Anahí
y yo nos habíamos casado enseguida de regresar a casa después del
horrible episodio vivido. Lo ocurrido nos había ligado mucho más,
quizá de manera enfermiza, creando un lazo de unión infranqueable.
Necesitábamos estar siempre juntos, lo que resultaba un verdadero
problema para nuestra vida cotidiana.
Nos
encontrábamos en pleno mes de junio, con la temperatura más alta de
los últimos sesenta años, el calor era insoportable por lo que el
uso del aire acondicionada en las viviendas era imprescindible.
Aún
así seguimos con nuestros planes, era un fin de semana largo que
queríamos aprovechar para hacer algo distinto de lo habitual. El
salir a bailar y a tomar copas comenzaba a ser cansino, más que nada
por el despertar con esa terrible resaca y el abombamiento de la
cabeza.
Marchamos
el miércoles a la noche, en cuanto Anahí salió del trabajo. Nos
acompañaban una pareja Suso y Vanesa. Hacía muchos años que los
conocíamos y congeniábamos muy bien, compartíamos gustos y
aficiones, siempre que habíamos hecho algo juntos había resultado
divertido.
En
esta ocasión acordamos ir de camping a la montaña, nunca lo
habíamos hecho juntos. El ir de hotel era lo habitual y buscábamos
una nueva experiencia.
Montar
las tiendas nos llevó tiempo, la inexperiencia hizo mella en
nosotros haciendo del momento un caos emocionante. Cuando ya quedaron
listas era muy tarde, así que después de cenar algo nos acostamos.
Quedaban cuatro días por delante para nuestro disfrute.
A
media noche me despertó Anahí, dijo sentir mucho frio y la verdad
es que lo hacía, yo mismo, caluroso por naturaleza, estaba
congelado. Estrechándola en mis brazos intenté transmitirle calor,
no habíamos traído ropa de abrigo dada la temperatura de los
últimos días, tan solo una chaqueta para algún imprevisto.
Enseguida se asomaron en nuestra tienda Suso y Vanesa, refiriendo que
una niebla muy espesa se nos había echado encima, quizá era la
culpable de la baja temperatura repentina. Nos acomodamos los cuatro
juntos para transmitirnos calor unos a otros y así poder dormir un
poco.
Por
la mañana el panorama seguía igual, no se veía nada y aunque no
hacía tanto frio como por la noche, no estábamos abrigados para la
ocasión. Así que acordamos bajar al pueblo y coger un par de
habitaciones en un motel barato, no queríamos renunciar a estos días
por culpa de las inclemencias del tiempo.
Tendríamos
que habernos ido en aquel momento...
Cuando
llegamos, el pueblo se hallaba en una situación caótica, habían
desaparecido veinte personas sin que nadie viese hacia donde se
dirigían, probablemente el espesor de la niebla los había
confundido llevándolos hacia el bosque, la búsqueda se habían
iniciado aunque iba a resultar una labor complicada dada la baja
visibilidad.
Encontramos
habitación sin dificultad, aún no era temporada alta y una vez
instalados, bajamos a desayunar a la cafetería. El ambiente era
desolador, el nerviosismo se palpaba en el aire, habían sido muchas
personas en poco tiempo y todavía no habían encontrado nada.
El
resto del día transcurrió sin hallar a ninguno de los perdidos, y
no solo eso, habían desaparecido más personas. Aunque en el pueblo
se había recomendado a todo el mundo mantenerse en sus casas y
acompañados, siempre había algún imprudente dispuesto a romper las
normas, siete más se habían evaporado como por arte de magia. En
cuanto regresaron las cuadrillas de batida las esperanzas se habían
roto por completo, y no es que no encontrasen a nadie, sino que en
cada grupo las bajas habían sido altas, ya eran en total cuarenta y
dos personas.
Mientras
tanto fuerzas del ejercito ya se habían presentado en el pueblo,
creando un ambiente de confusión y desconcierto en los pocos
habitantes que quedaban. Ordenando a todo el mundo que se recluyese
en sus hogares, comenzaron un rastreo por los bosques mientras unos
pocos se quedaban intentando controlar el ánimo de la gente.
Nosotros
nos encontrábamos en una situación de desorden mental que no nos
dejaba pensar con claridad. Nos sabíamos que hacer ante tal
situación, pensamos en marcharnos de allí, pero miembros del
ejercito habían cercado las dos entradas al pueblo y no había
posibilidad ni de entrar ni de salir. Estábamos atrapados.
Al
día siguiente las noticias no eran nada halagüeñas, las
desapariciones se seguían sucediendo, esta vez cebándose con
miembros del ejercito que habían venido a ayudarnos. La niebla tenaz
seguía acompañándonos sin un atisbo incipiente de su evaporación.
Habíamos
salido después de comer hacia la entrada del Restaurante del Hotel,
simplemente por tomar un poco de aire puro, estas vacaciones
frustradas pesaban más que todos los graves problemas con los que
nos podíamos encontrar a lo largo de nuestra vida. Estábamos
ansiosos y preocupados, sin saber cual sería nuestro futuro.
Escuchamos
un grito pidiendo ayuda, una mujer parecía desesperada ante la
desaparición de su hijo. Suso sin pensarlo y sin que nosotros
pudiéramos evitarlo, se adentró en la niebla en busca de esa voz
que suplicante pedía ayuda. Fue la última vez que lo vimos...
A
la suma de nuestro ánimo, se sumó la triste pérdida de nuestro
buen amigo. Vanesa se hallaba meditabunda, sumida en una tristeza que
no éramos capaces de apartar de su alma. Anahí siempre pendiente de
ella la abrazaba cariñosamente, hasta que en un instante de
despiste, nuestra amiga ya no estaba. Nos imaginamos lo que había
pasado, rota por el dolor se había sumergido en ese mal que nos
esperaba a todos allí fuera, tratando sin duda de encontrar a su
amor.
Los
días se sucedieron sin cambios, nadie nos había enviado más ayuda,
soldados y civiles convivíamos juntos en un futuro irracional e
incierto. Fue una semana devastadora, aunque más bien parecían
haber pasado meses. Hasta que una mañana cuando nos levantamos, la
niebla parecía haber desaparecido, ante nosotros lucía un día
caluroso de verano, con el cielo completamente despejado y todos con
miedo, salimos al exterior sin saber lo que podía pasar.
Nunca
se volvió a saber nada de los desaparecidos, ni se encontró rastro
alguno, parecía que se los hubiese tragado la tierra. Setenta y ocho
víctimas de algo inexplicable.
La
única lógica que le encontraron a todo esto y sin duda inverosímil
y descabellada, fue que al parecer durante esos días se avistaron
extrañas naves en la zona, achacando todos estos fenómenos de
desapariciones a naves extraterrestres y abducciones. Y nos lo
teníamos que creer ya que no había nada más que pudiera explicar
lo ocurrido.
Las
consecuencias, familias rotas y personas afectadas psíquicamente de
manera irreparable, sobre algo que jamás iban a superar en la
vida...
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