martes, 8 de octubre de 2013

"NIEBLA MORTAL"


Después de aquel día nuestra vida no volvió a ser igual. Aquella experiencia nos sumió en terribles pesadillas que nos atormentaban cada noche a pesar de haber recibido ayuda psicológica.

Anahí y yo nos habíamos casado enseguida de regresar a casa después del horrible episodio vivido. Lo ocurrido nos había ligado mucho más, quizá de manera enfermiza, creando un lazo de unión infranqueable. Necesitábamos estar siempre juntos, lo que resultaba un verdadero problema para nuestra vida cotidiana.

Nos encontrábamos en pleno mes de junio, con la temperatura más alta de los últimos sesenta años, el calor era insoportable por lo que el uso del aire acondicionada en las viviendas era imprescindible.

Aún así seguimos con nuestros planes, era un fin de semana largo que queríamos aprovechar para hacer algo distinto de lo habitual. El salir a bailar y a tomar copas comenzaba a ser cansino, más que nada por el despertar con esa terrible resaca y el abombamiento de la cabeza.

Marchamos el miércoles a la noche, en cuanto Anahí salió del trabajo. Nos acompañaban una pareja Suso y Vanesa. Hacía muchos años que los conocíamos y congeniábamos muy bien, compartíamos gustos y aficiones, siempre que habíamos hecho algo juntos había resultado divertido.

En esta ocasión acordamos ir de camping a la montaña, nunca lo habíamos hecho juntos. El ir de hotel era lo habitual y buscábamos una nueva experiencia.

Montar las tiendas nos llevó tiempo, la inexperiencia hizo mella en nosotros haciendo del momento un caos emocionante. Cuando ya quedaron listas era muy tarde, así que después de cenar algo nos acostamos. Quedaban cuatro días por delante para nuestro disfrute.

A media noche me despertó Anahí, dijo sentir mucho frio y la verdad es que lo hacía, yo mismo, caluroso por naturaleza, estaba congelado. Estrechándola en mis brazos intenté transmitirle calor, no habíamos traído ropa de abrigo dada la temperatura de los últimos días, tan solo una chaqueta para algún imprevisto. Enseguida se asomaron en nuestra tienda Suso y Vanesa, refiriendo que una niebla muy espesa se nos había echado encima, quizá era la culpable de la baja temperatura repentina. Nos acomodamos los cuatro juntos para transmitirnos calor unos a otros y así poder dormir un poco.

Por la mañana el panorama seguía igual, no se veía nada y aunque no hacía tanto frio como por la noche, no estábamos abrigados para la ocasión. Así que acordamos bajar al pueblo y coger un par de habitaciones en un motel barato, no queríamos renunciar a estos días por culpa de las inclemencias del tiempo.

Tendríamos que habernos ido en aquel momento...

Cuando llegamos, el pueblo se hallaba en una situación caótica, habían desaparecido veinte personas sin que nadie viese hacia donde se dirigían, probablemente el espesor de la niebla los había confundido llevándolos hacia el bosque, la búsqueda se habían iniciado aunque iba a resultar una labor complicada dada la baja visibilidad.

Encontramos habitación sin dificultad, aún no era temporada alta y una vez instalados, bajamos a desayunar a la cafetería. El ambiente era desolador, el nerviosismo se palpaba en el aire, habían sido muchas personas en poco tiempo y todavía no habían encontrado nada.

El resto del día transcurrió sin hallar a ninguno de los perdidos, y no solo eso, habían desaparecido más personas. Aunque en el pueblo se había recomendado a todo el mundo mantenerse en sus casas y acompañados, siempre había algún imprudente dispuesto a romper las normas, siete más se habían evaporado como por arte de magia. En cuanto regresaron las cuadrillas de batida las esperanzas se habían roto por completo, y no es que no encontrasen a nadie, sino que en cada grupo las bajas habían sido altas, ya eran en total cuarenta y dos personas.

Mientras tanto fuerzas del ejercito ya se habían presentado en el pueblo, creando un ambiente de confusión y desconcierto en los pocos habitantes que quedaban. Ordenando a todo el mundo que se recluyese en sus hogares, comenzaron un rastreo por los bosques mientras unos pocos se quedaban intentando controlar el ánimo de la gente.

Nosotros nos encontrábamos en una situación de desorden mental que no nos dejaba pensar con claridad. Nos sabíamos que hacer ante tal situación, pensamos en marcharnos de allí, pero miembros del ejercito habían cercado las dos entradas al pueblo y no había posibilidad ni de entrar ni de salir. Estábamos atrapados.

Al día siguiente las noticias no eran nada halagüeñas, las desapariciones se seguían sucediendo, esta vez cebándose con miembros del ejercito que habían venido a ayudarnos. La niebla tenaz seguía acompañándonos sin un atisbo incipiente de su evaporación.

Habíamos salido después de comer hacia la entrada del Restaurante del Hotel, simplemente por tomar un poco de aire puro, estas vacaciones frustradas pesaban más que todos los graves problemas con los que nos podíamos encontrar a lo largo de nuestra vida. Estábamos ansiosos y preocupados, sin saber cual sería nuestro futuro.

Escuchamos un grito pidiendo ayuda, una mujer parecía desesperada ante la desaparición de su hijo. Suso sin pensarlo y sin que nosotros pudiéramos evitarlo, se adentró en la niebla en busca de esa voz que suplicante pedía ayuda. Fue la última vez que lo vimos...

A la suma de nuestro ánimo, se sumó la triste pérdida de nuestro buen amigo. Vanesa se hallaba meditabunda, sumida en una tristeza que no éramos capaces de apartar de su alma. Anahí siempre pendiente de ella la abrazaba cariñosamente, hasta que en un instante de despiste, nuestra amiga ya no estaba. Nos imaginamos lo que había pasado, rota por el dolor se había sumergido en ese mal que nos esperaba a todos allí fuera, tratando sin duda de encontrar a su amor.

Los días se sucedieron sin cambios, nadie nos había enviado más ayuda, soldados y civiles convivíamos juntos en un futuro irracional e incierto. Fue una semana devastadora, aunque más bien parecían haber pasado meses. Hasta que una mañana cuando nos levantamos, la niebla parecía haber desaparecido, ante nosotros lucía un día caluroso de verano, con el cielo completamente despejado y todos con miedo, salimos al exterior sin saber lo que podía pasar.

Nunca se volvió a saber nada de los desaparecidos, ni se encontró rastro alguno, parecía que se los hubiese tragado la tierra. Setenta y ocho víctimas de algo inexplicable.

La única lógica que le encontraron a todo esto y sin duda inverosímil y descabellada, fue que al parecer durante esos días se avistaron extrañas naves en la zona, achacando todos estos fenómenos de desapariciones a naves extraterrestres y abducciones. Y nos lo teníamos que creer ya que no había nada más que pudiera explicar lo ocurrido.

Las consecuencias, familias rotas y personas afectadas psíquicamente de manera irreparable, sobre algo que jamás iban a superar en la vida...



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