En
un pequeño pueblo como Farnintong Ville, todos los habitantes se
conocían, por lo que nadie entendía lo que estaba pasando y
comenzaban a dudar si de verdad se conocían unos a otros.
Jamás
en la historia del pueblo había ocurrido algo semejante, toda la
actividad delictiva se reducía a pequeños hurtos sin importancia,
algún conflicto en varios de los locales de copas siempre por culpa
del alcohol y pequeños percances de tráfico.
Cuatro
asesinatos de menores con tremendas agresiones sexuales se habían
sucedido en un mes, lo que era un porcentaje muy alto en tan poco
tiempo. El grupo de homicidios y trastornos de conducta se había
trasladado allí, colaborando con el sheriff, con la firme intención
de resolver el caso en el menor tiempo posible.
El
perfil confeccionado hasta ahora con los pocos datos que tenían, les
decía que era un varón al que las víctimas debían de conocer,
puesto que algunos de los cadáveres se habían encontrado a varios
kilómetros del pueblo, y las únicas lesiones encontradas además de
la agresión sexual, eran las señales de asfixia que tal y como
determinaban las autopsias, era la causa de la muerte, lo que dejaba
entrever que las menores se había subido al coche voluntariamente
sin mostrar resistencia.
Si
como sospechaban era alguien del pueblo y todos estos años se había
mantenido inactivo, algo debió de desencadenar los hechos
despertando al monstruo interior que llevaba dentro.
El
caso se presentaba complicado, otra pequeña había aparecido muerta
en el bosque, al lado del río. Pese a la insistencia por parte de la
policía y del sheriff de no dejar a las niñas solas, parecía que
en un despiste de la madre se había escapado de casa para dar un
paseo junto al río.
Comenzaron
a investigar a todos los hombres del pueblo, y no solo los
antecedentes penales, sino también cualquier percance, desgracia o
algo fuera de lo común que le pudiese haber pasado, que rompiese con
su rutina diaria.
La
investigación les llevo hacia cuatro individuos:
- Markus Smith, farmacéutico del pueblo al que hacía poco más de dos meses, le había fallecido una hija después de una agónica enfermedad.
- Stephen Jhonsons, granjero y solitario hombre, al que jamás se le había conocido mujer ni acompañante, aborrecía a los niños, lo que hacía que éstos se dejasen caer por su casa para hacerle alguna trastada.
- Tom Clark, oficial del ejercito, del que se rumoreaba por el pueblo, que había huido de la gran ciudad, después de haber sido acusado de abusos deshonestos hacia dos menores que vivían en su barrio.
- Louis Preston, hombre jubilado que había sido durante bastante tiempo el alcalde. Su hija mayor lo había denunciado años atrás, acusándolo de abusar de ella, quedando el juicio sobreseído por falta de pruebas.
- Markus Smith, farmacéutico del pueblo al que hacía poco más de dos meses, le había fallecido una hija después de una agónica enfermedad.
- Stephen Jhonsons, granjero y solitario hombre, al que jamás se le había conocido mujer ni acompañante, aborrecía a los niños, lo que hacía que éstos se dejasen caer por su casa para hacerle alguna trastada.
- Tom Clark, oficial del ejercito, del que se rumoreaba por el pueblo, que había huido de la gran ciudad, después de haber sido acusado de abusos deshonestos hacia dos menores que vivían en su barrio.
- Louis Preston, hombre jubilado que había sido durante bastante tiempo el alcalde. Su hija mayor lo había denunciado años atrás, acusándolo de abusar de ella, quedando el juicio sobreseído por falta de pruebas.
No
tenían claro que alguno de ellos tuviese algo que ver, el agente
encargado del grupo de homicidios Marc Meyer, tenía la intuición de
que no estaban yendo por el camino correcto, había algo que no
encajaba, en algunos de los sospechosos había pasado tiempo desde
los percances como para que ahora como por arte de magia se hubiese
desencadenado todo, puesto que no había indicio alguno que lo
hiciera suponer. Con respecto al granjero, opinaba que no era más
que un viejo gruñón sin ganas de tener niños cerca, tan solo era
un pobre hombre solitario. El único que podría entrar en el perfil,
era el farmacéutico, pero las horas en las que se habían sucedido
los asesinatos, él se encontraba al frente de su negocio.
Así
que descartados todos, se encontraban como al principio. El teléfono
sonó comunicándole que habían hallado a una pequeña en el bosque
del norte, pero no estaba muerta, el asesino cometiendo un error la
había dejado con vida...
Con
su compañera Adeline, se dirigieron al lugar de los hechos, cuando
llegaron ya se habían llevado a la niña al hospital, intentarían
buscar alguna pista por la zona y se trasladarían a la mayor
brevedad para verla.
Después
de buscar durante una hora, no hallaron nada, así que abandonando el
lugar se encaminaron hacia el hospital. Marc comentó con su
compañera que el hecho de que la niña hubiese sobrevivido, les iba
a servir para atrapar al homicida, deberían mantener vigilada a la
pequeña, pero sin que el vigía estuviese a la vista, no dirían
nada, tan solo lo sabrían ellos dos, ni siquiera el sheriff debería
saberlo, por si acaso se le ocurría comentarlo con alguien que el
consideraba de confianza sin serlo.
Cuando
llegaron, el sheriff se hallaba allí, la tenían en coma inducido
para que no sufriese, había tenido que entrar en quirófano con
urgencia para reparar todos los daños sufridos. Sus padres estaban
desolados, y no era para menos -pensó Adeline-, ella tenía dos
niñas y si algo así le pasaba a sus hijas, se volvería loca...
Marc
consiguió sacar un momento a los padres de la habitación,
necesitaba su colaboración para dar con el culpable. Era necesario
que no pasasen las noches con la niña, para dejar abierta la
posibilidad de que el asesino se dejase caer por allí con el fin de
rematar lo que había dejado a medias. Les aseguro una y mil veces
que la vida de su hija no correría peligro, harían turnos entre él
y su compañera, nadie más participaría, y les recalcó que no
comentasen nada a nadie, ya que el culpable podría ser cualquier persona...
Él
cubriría el primer turno, así que llegadas las nueve de la noche,
una enfermera entró en la habitación -después de las indicaciones
que él le había dado- pidiendo que todos abandonasen la habitación,
la niña necesitaba descansar y era mejor que pasase la noche
tranquila sin nadie por el medio.
Todos
salieron y Marc después de asegurarse de que cada uno de ellos se
marchaba, y de hacer el amago con su compañera de que se iban
juntos, bajó del coche unos metros hacia delante y se encaminó por
una puerta lateral hacia el interior del centro hospitalario.
Ahora
debería buscar un buen escondite, la sala de enfermeras hubiera sido
un buen lugar bajando las persianas de las ventanas, pero no servía,
estaba demasiado alejado privándole de la visión de la habitación.
El mostrador estaba hacia el otro lado, así que lo descartó. Así
pues, sin hallar nada que le sirviese, se adentró en la habitación
de la niña, se escondería en el baño, no creía que el depravado
ser que se dedicaba a torturar y matar niñas, se le ocurriese mirar allí.
La
noche parecía tranquila, todo estaba en silencio. Eran ya cerca de
las dos de la madrugada, cuando agotado y sentado en el suelo pensó
que esa noche nada pasaría. Entonces sintió la puerta, unos pasos
lentos y suaves se dejaron escuchar, intuyó que se había parado en
la entrada, intentando acertar en aquella oscuridad si la niña de
verdad se hallaba sola. Una vez confirmado encendió la luz y se
acercó a la pequeña.
Entonces
Marc salió de su escondite con su arma al frente:
- ¡Quieto!, ¡detente o disparo!
Nunca
hubiera imaginado encontrarse allí a esa persona, el mismo sheriff
estaba apostado a lado de la cama de la pequeña con la almohada en
la mano dispuesto a asfixiarla. Sintiéndose acorralado, se dio la
vuelta soltando la misma dejándola caer al suelo, y vencido tiró su
arma hacia el joven policía.
Todo
había terminado, y la pequeña fue mejorando día a día de manera
vertiginosa. La declaración del sheriff fue voluntaria y sintiéndose
culpable relató sin olvidar detalle, lo acontecido desde el
comienzo.
Su
primer asesinato hacía más o menos un mes, había sido algo casual.
Después de hacer una ruta por las afueras, encontró por el camino a
Erika Jones de doce años, iba camino de su casa, así que él se
ofreció para llevarla en el coche, había cambiado mucho en los
últimos meses, y su cuerpo se había desarrollado de manera muy
atractiva para él. No sabía lo que le había ocurrido, solo que no
pudo frenar los impulsos que sentía por poseerla, y después, cuando
había sido consciente de lo que había hecho, la mató. Las
siguientes habían sido pura necesidad de recrear su primera
experiencia, que aunque al finalizar le hacía sentirse mal, la
excitación que sentía al principio compensaba con creces sus malos
sentimientos finales. Se había visto inmerso en un círculo vicioso
del que no sabía como salir.
Abandonando
el pueblo en su coche, Marc y Adeline comentaron el caso y los dos
coincidieron en que lo que respectaba a menores era lo más duro
para ellos, algo a lo que nunca uno se acostumbraba, pero el mundo
estaba lleno de depravados y su misión era dar con ellos y
encerrarlos, aunque el verdadero placer sería poder eliminarlos...
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