viernes, 11 de octubre de 2013

"UN ASESINO CUALQUIERA"

En un pequeño pueblo como Farnintong Ville, todos los habitantes se conocían, por lo que nadie entendía lo que estaba pasando y comenzaban a dudar si de verdad se conocían unos a otros.

Jamás en la historia del pueblo había ocurrido algo semejante, toda la actividad delictiva se reducía a pequeños hurtos sin importancia, algún conflicto en varios de los locales de copas siempre por culpa del alcohol y pequeños percances de tráfico.

Cuatro asesinatos de menores con tremendas agresiones sexuales se habían sucedido en un mes, lo que era un porcentaje muy alto en tan poco tiempo. El grupo de homicidios y trastornos de conducta se había trasladado allí, colaborando con el sheriff, con la firme intención de resolver el caso en el menor tiempo posible.

El perfil confeccionado hasta ahora con los pocos datos que tenían, les decía que era un varón al que las víctimas debían de conocer, puesto que algunos de los cadáveres se habían encontrado a varios kilómetros del pueblo, y las únicas lesiones encontradas además de la agresión sexual, eran las señales de asfixia que tal y como determinaban las autopsias, era la causa de la muerte, lo que dejaba entrever que las menores se había subido al coche voluntariamente sin mostrar resistencia.

Si como sospechaban era alguien del pueblo y todos estos años se había mantenido inactivo, algo debió de desencadenar los hechos despertando al monstruo interior que llevaba dentro.

El caso se presentaba complicado, otra pequeña había aparecido muerta en el bosque, al lado del río. Pese a la insistencia por parte de la policía y del sheriff de no dejar a las niñas solas, parecía que en un despiste de la madre se había escapado de casa para dar un paseo junto al río.

Comenzaron a investigar a todos los hombres del pueblo, y no solo los antecedentes penales, sino también cualquier percance, desgracia o algo fuera de lo común que le pudiese haber pasado, que rompiese con su rutina diaria.

La investigación les llevo hacia cuatro individuos:
- Markus Smith, farmacéutico del pueblo al que hacía poco más de dos meses, le había fallecido una hija después de una agónica enfermedad.
- Stephen Jhonsons, granjero y solitario hombre, al que jamás se le había conocido mujer ni acompañante, aborrecía a los niños, lo que hacía que éstos se dejasen caer por su casa para hacerle alguna trastada. 
- Tom Clark, oficial del ejercito, del que se rumoreaba por el pueblo, que había huido de la gran ciudad, después de haber sido acusado de abusos deshonestos hacia dos menores que vivían en su barrio.
- Louis Preston, hombre jubilado que había sido durante bastante tiempo el alcalde. Su hija mayor lo había denunciado años atrás, acusándolo de abusar de ella, quedando el juicio sobreseído por falta de pruebas.

No tenían claro que alguno de ellos tuviese algo que ver, el agente encargado del grupo de homicidios Marc Meyer, tenía la intuición de que no estaban yendo por el camino correcto, había algo que no encajaba, en algunos de los sospechosos había pasado tiempo desde los percances como para que ahora como por arte de magia se hubiese desencadenado todo, puesto que no había indicio alguno que lo hiciera suponer. Con respecto al granjero, opinaba que no era más que un viejo gruñón sin ganas de tener niños cerca, tan solo era un pobre hombre solitario. El único que podría entrar en el perfil, era el farmacéutico, pero las horas en las que se habían sucedido los asesinatos, él se encontraba al frente de su negocio.

Así que descartados todos, se encontraban como al principio. El teléfono sonó comunicándole que habían hallado a una pequeña en el bosque del norte, pero no estaba muerta, el asesino cometiendo un error la había dejado con vida...

Con su compañera Adeline, se dirigieron al lugar de los hechos, cuando llegaron ya se habían llevado a la niña al hospital, intentarían buscar alguna pista por la zona y se trasladarían a la mayor brevedad para verla.

Después de buscar durante una hora, no hallaron nada, así que abandonando el lugar se encaminaron hacia el hospital. Marc comentó con su compañera que el hecho de que la niña hubiese sobrevivido, les iba a servir para atrapar al homicida, deberían mantener vigilada a la pequeña, pero sin que el vigía estuviese a la vista, no dirían nada, tan solo lo sabrían ellos dos, ni siquiera el sheriff debería saberlo, por si acaso se le ocurría comentarlo con alguien que el consideraba de confianza sin serlo.

Cuando llegaron, el sheriff se hallaba allí, la tenían en coma inducido para que no sufriese, había tenido que entrar en quirófano con urgencia para reparar todos los daños sufridos. Sus padres estaban desolados, y no era para menos -pensó Adeline-, ella tenía dos niñas y si algo así le pasaba a sus hijas, se volvería loca...

Marc consiguió sacar un momento a los padres de la habitación, necesitaba su colaboración para dar con el culpable. Era necesario que no pasasen las noches con la niña, para dejar abierta la posibilidad de que el asesino se dejase caer por allí con el fin de rematar lo que había dejado a medias. Les aseguro una y mil veces que la vida de su hija no correría peligro, harían turnos entre él y su compañera, nadie más participaría, y les recalcó que no comentasen nada a nadie, ya que el culpable podría ser cualquier persona...

Él cubriría el primer turno, así que llegadas las nueve de la noche, una enfermera entró en la habitación -después de las indicaciones que él le había dado- pidiendo que todos abandonasen la habitación, la niña necesitaba descansar y era mejor que pasase la noche tranquila sin nadie por el medio.

Todos salieron y Marc después de asegurarse de que cada uno de ellos se marchaba, y de hacer el amago con su compañera de que se iban juntos, bajó del coche unos metros hacia delante y se encaminó por una puerta lateral hacia el interior del centro hospitalario.

Ahora debería buscar un buen escondite, la sala de enfermeras hubiera sido un buen lugar bajando las persianas de las ventanas, pero no servía, estaba demasiado alejado privándole de la visión de la habitación. El mostrador estaba hacia el otro lado, así que lo descartó. Así pues, sin hallar nada que le sirviese, se adentró en la habitación de la niña, se escondería en el baño, no creía que el depravado ser que se dedicaba a torturar y matar niñas, se le ocurriese mirar allí.

La noche parecía tranquila, todo estaba en silencio. Eran ya cerca de las dos de la madrugada, cuando agotado y sentado en el suelo pensó que esa noche nada pasaría. Entonces sintió la puerta, unos pasos lentos y suaves se dejaron escuchar, intuyó que se había parado en la entrada, intentando acertar en aquella oscuridad si la niña de verdad se hallaba sola. Una vez confirmado encendió la luz y se acercó a la pequeña.

Entonces Marc salió de su escondite con su arma al frente:
  • ¡Quieto!, ¡detente o disparo!
Nunca hubiera imaginado encontrarse allí a esa persona, el mismo sheriff estaba apostado a lado de la cama de la pequeña con la almohada en la mano dispuesto a asfixiarla. Sintiéndose acorralado, se dio la vuelta soltando la misma dejándola caer al suelo, y vencido tiró su arma hacia el joven policía.

Todo había terminado, y la pequeña fue mejorando día a día de manera vertiginosa. La declaración del sheriff fue voluntaria y sintiéndose culpable relató sin olvidar detalle, lo acontecido desde el comienzo.

Su primer asesinato hacía más o menos un mes, había sido algo casual. Después de hacer una ruta por las afueras, encontró por el camino a Erika Jones de doce años, iba camino de su casa, así que él se ofreció para llevarla en el coche, había cambiado mucho en los últimos meses, y su cuerpo se había desarrollado de manera muy atractiva para él. No sabía lo que le había ocurrido, solo que no pudo frenar los impulsos que sentía por poseerla, y después, cuando había sido consciente de lo que había hecho, la mató. Las siguientes habían sido pura necesidad de recrear su primera experiencia, que aunque al finalizar le hacía sentirse mal, la excitación que sentía al principio compensaba con creces sus malos sentimientos finales. Se había visto inmerso en un círculo vicioso del que no sabía como salir.



Abandonando el pueblo en su coche, Marc y Adeline comentaron el caso y los dos coincidieron en que lo que respectaba a menores era lo más duro para ellos, algo a lo que nunca uno se acostumbraba, pero el mundo estaba lleno de depravados y su misión era dar con ellos y encerrarlos, aunque el verdadero placer sería poder eliminarlos...

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