Me
hallaba en medio de un fuego cruzado, agazapado en la trinchera. No
tenía salida más que esperar a que mis compañeros avanzaran lo
suficiente como para sacarme de aquel agujero.
Pero
no estaba siendo así, los que se adelantaban peligrosamente hacia
mí, eran nuestros enemigos. Nos habíamos visto envueltos en una
emboscada, en la que yo no había salido bien parado al ser incapaz
de escapar; al ir de valiente por querer cubrir a mis amigos de
lucha, había tejido para mi una tela de araña que me había
atrapado.
La
única salida de aquel foso en este momento no era recomendable,
hacia la izquierda distinguí una zona libre de lucha, pero se
trataba de una zona minada en la que de seguro caería muerto y en el
mejor de los casos, gravemente herido. Descartada la idea me quedé
esperando, los míos estaban todavía muy retrasados y a los otros ya
los comenzaba a ver entre los árboles que tenía delante.
¿Dónde
estaban los refuerzos que habíamos pedido? Nos dejaron solos en
medio de aquella locura atroz... ¡El apoyo aéreo debería haber
llegado ya...!
Desde
que estaba en el frente me había preguntado un ciento de veces por
qué me había alistado, -ahora no le encontraba sentido-, en su
momento me había parecido un oficio interesante, eso de servir a la
patria iba mucho conmigo. Me veía un gran futuro y ahora todo lo
veía negro. No es fácil matar aunque sean del otro bando, son seres
humanos y será por la cantidad de compañeros que he visto caer, que
todo parecía ser de otra manera, y me preguntaba si valía la pena
dar nuestra sangre por un país que en ocasiones no sabía cuidar de
nosotros y no cubría en muchos casos las necesidades mínimas de
muchas familias.
Poco
antes de incorporarme había surgido algo muy especial entre Lía mi
amiga de toda la vida y yo. Tantos años juntos compartiendo nuestros
mejores años y tantos momentos alegres y tristes, sin darnos cuenta
de que estábamos hechos el uno para el otro... Ahora estábamos
juntos, con la firme promesa de que a mi regreso nos casaríamos. Su
foto, con su bello rostro me acompañaba en todos los momentos, verla
me aportaba el ánimo que me obligaba a ser fuerte y a seguir
luchando. La saqué una vez más de mi bolsillo y la observé con
amor deseando poder estrecharla en mis brazos muy pronto.
Ya
no imaginaba mi vida sin ella y la echaba mucho de menos, más en
este momento de incertidumbre en el que mi futuro resultaba incierto.
Me había quedado sin munición y los contrarios se acercaban
peligrosamente.
Entonces
sin saber como ocurrió, Jason y Marc saltaron a la trinchera, me
traían munición y mientras yo cargaba mi fusil los llamé
imprudentes por lo que habían hecho. Ellos, mis buenos amigos me
dijeron que no podían dejarme allí solo, siempre los había
protegido y ahora había llegado la hora de corresponderme.
Comenzamos
a disparar mientras delante iban cayendo muertos, el resto de los
nuestros desde atrás nos acompañaban en un cruce sangriento de
munición que silbaba en nuestros oídos.
Jason
cayó herido, me acerqué a él, pero no había sido más que un roce
en el hombro, lo que no le dificultó para seguir con su metralleta
disparando sin control. Era una caos, ya no mirábamos ni hacia donde
disparábamos, cargando las armas y volviendo a apuntar hacia una
noche llena de obstáculos humanos.
En
medio de aquella confusión, por fin escuchamos lo aviones que nos
venían a asistir, comenzando a descargar disparos sobre nuestros
enemigos haciéndolos caer ipso facto. Mis compañeros consiguieron
llegar a la trinchera apoyando nuestra oleada de fogonazos. En un
momento todo había acabado, con dos bajas y Jason herido por nuestra
parte.
Después
de esto, nos mandaron para casa, la carga psicológica pesaba mucho,
y el que más y el que menos estaba tocado. No son tan graves las
heridas físicas como las mentales, y superarlo nos llevaría tiempo.
A
mi regreso mi preciosa Lía me estaba esperando en la estación,
fundiéndonos en un enternecedor abrazo del que no conseguíamos
separarnos, le prometí que ya no volvería al frente, antes de
marchar había cursado mi baja ante el comandante, y esperaba que no
hubiese problema en aceptar mi renuncia, sobre todo después de lo
que habíamos pasado.
El
futuro parecía que se presentaba prometedor, cuando regresando los
dos a casa, un infortunado accidente nos arrancaba la vida. Me sentía
un superviviente después de tanto tiempo de combate, y ahora esta
vida absurda me privaba de un futuro feliz junto a Lía de la forma
más tonta. El camión que teníamos delante iba cargado de troncos
de madera, con toda seguridad iba al aserradero que se hallaba muy
cerca, cuando en medio de una conversación alegre, vimos como se
soltaba toda la carga del mismo, impactando rápidamente contra
nosotros. No me dio tiempo a reaccionar, y agarrando la mano de mi
amada todo se volvió oscuridad...
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