Llevaba
tres años con Fabio y nuestra idea era la de irnos a vivir juntos,
así que estábamos ahorrando para comprar una bonita casa con un
gran jardín. Pero los acontecimientos se precipitaron cuando me
quedé embarazada, no quería abortar aunque eso nos complicase un
poco la vida.
Nos
apresuramos en buscar una casa dentro del presupuesto que teníamos,
esperábamos que para el nacimiento de nuestro hijo estuviésemos ya
instalados. Localizamos una preciosa mansión con un jardín inmenso
en las afueras de la ciudad a un precio increíble, una ocasión
única. Era de estilo inglés y más grande de lo que estábamos
buscando, pero el precio se ceñía a lo que queríamos gastar, así
que lo miramos como una inversión a futuro. Mosqueados por esa
cantidad tan baja, nos llevó a preguntar a la agente inmobiliaria el
porqué de esa cuantía que ni se aproximaba a su valor real.
Al
parecer la casa llevaba cinco años vacía, siempre se había
utilizado en régimen de alquiler, y sus propietarios ante la
imposibilidad de alquilarla puesto que la misma había cogido fama de
casa encantada, se habían declinado por la opción de mal venderla,
querían sacársela de en medio.
Nos
echamos a reír, no éramos supersticiosos ni creíamos en leyendas
urbanas ni en fantasmas, nos pareció divertido el hecho de conseguir
una propiedad a un precio tan bajo considerando que valía por lo
menos el doble.
Enseguida
nos dispusimos a trasladar todas nuestras cosas, antes de que un
prominente vientre dificultara las tareas de la mudanza. En un mes
teníamos todo allí, perfectamente colocado y ubicado. Iba a ser
nuestra primera noche en nuestro hogar, puesto que aún no nos
habíamos quedado a dormir y queríamos que todo estuviese perfecto
para instalarnos. Era más de lo que necesitábamos pero siempre nos
habían gustado los grandes espacios.
Esa
noche tardamos en dormirnos entre la emoción y la novedad, nos
quedamos charlando en la cama hasta bien entrada la madrugada. Un
ruido me despertó, mirando el despertador vi que eran solo las cinco
de la madrugada, y pensé que sería el típico ruido de una vieja
casa , tendríamos que acostumbrarnos a eso, pero volvió a
repetirse, esta vez con más intensidad.
Me
levanté con cuidado para no despertar a Fabio, no creía que fuese
nada importante y salí hacia el pasillo. El ruido se escuchaba ahora
con más fuerza y algo detrás de mí se movió y tocándome me hizo
dar un salto asustada. Era Fabio que había despertado. Nos acercamos
hacia el origen de ese sonido que no eramos capaces de interpretar,
parecía provenir del baño grande. Asomamos la cabeza pero allí no
había nada y de repente todo se hizo silencio.
- Seguramente han sido las cañerías -me dijo Fabio- mañana mandaré alguien para que las revise.
- Si -afirmé- seguramente, anda, vamos para la cama.
Algo
nos quedaba del presupuesto inicial, y al final para mi fastidio,
tuvimos obras en casa para cambiar todas las cañerías, de paso se
modificó toda la instalación eléctrica, puesto que sufríamos de
golpes de tensión que apagaban y encendían la luz en distintas
habitaciones de la casa.
Para
cuando acabaron las obras ya me encontraba en mi sexto mes de
embarazo y llevaba varias noches consecutivas soñando con el llanto
de un niño. Mi novio me tranquilizaba diciéndome que no eran más
que las hormonas que trabajaban por su cuenta, haciéndome soñar con
nuestro futuro hijo.
Hacía
unos días que nuestro bebé se mostraba especialmente inquieto en mi
vientre, no paraba de moverse haciendo salir bultos deformando mi
barriga, lo que nos causaba mucha gracia. Una noche me despertó una
fuerte patada de nuestro hijo, no dejaba de moverse haciéndome
incluso daño. Me levanté con el ánimo de ir un rato al sofá a ver
si se relajaba, no quería despertar a Fabio, tenía que madrugar
mucho y debería estar descansado, tenía una importante reunión de
negocios.
Al
llegar a la altura del baño grande, un golpe sordo me sobresaltó.
Fijé mi vista hacia el interior y lo que vi me amedrentó
cruelmente, grité sin poder remediarlo, tan fuerte que el niño
saltó en mi vientre seguramente asustado. Fabio enseguida estaba a
mi lado mientras yo no dejaba de llorar incapaz de moverme de allí,
señalándole hacia el baño.
Estábamos
en la cocina tomando una infusión, ya estaba más tranquila, así
que pude contarle lo que había visto. El baño estaba completamente
cubierto de sangre, y la figura de una niña vestida de blanco con
mal aspecto y manchada del mismo fluído, me miraba atentamente sin
moverse.
- Lucía, no había nada en el baño, yo mismo lo comprobé. -dijo mientras me acariciaba-.
- Te lo juro Fabio, allí había una niña -aseguré-.
- Con toda probabilidad estabas dormida y no fue más que una pesadilla. Tus hormonas andan locas, y es algo normal.
- No sé Fabio, me desperté con una patada del bebé e iba a bajar a la sala para dejarte dormir...
- Relájate, entre la casa nueva y el embarazo estas un poco sugestionada ¿no te habrá afectado lo que nos contó la mujer de la inmobiliaria?
- Pues claro que no, tonto -dije intentando autoconvencerme, ya dudaba hasta de mis propios criterios-.
La
electricidad en casa seguía fallando, las luces se apagaban y
encendían intermitentemente sin encontrar una explicación, todo
parecía estar bien; además no dejaba de escuchar ruidos por
doquier. Aunque no se lo dije a Fabio, en más ocasiones seguí
viendo a esa niña, en alguna de las ocasiones en el interior de
nuestra habitación, lo que estaba haciendo que la estancia en la
casa me resultase incómoda y agobiante además de que estaba
comenzando a temerla...
Una
mañana decidí pasar por la biblioteca a revisar los archivos de la
zona. Buscando logré dar con nuestra casa. Databa del año mil
novecientos veintidós, había pertenecido a un general del ejercito
y a su familia, y al parecer una mañana encontraron el cadáver de
una de sus hijas de tan solo nueve años en el cuarto de baño
terriblemente golpeada. No se habían encontrado culpables del hecho,
habiendo quedado el caso cerrado.
Mi
mente volaba caprichosa tratando de entender lo que estaba pasando en
nuestro hogar, toda mi vida había sido incrédula con respecto a
todo lo paranormal y ahora algo me decía que quizás algo había y
la muestra la tenía en mi casa.
Llamé
a mi amiga Raquel, era una ferviente apasionada de todos esos temas y
en cuanto le conté un poco por teléfono se mostró entusiasmada
quedando esa misma tarde para charlar sobre ese tema.
No
le iba a comentar nada a Fabio, por lo menos hasta no saber que
estaba pasando, si se enteraba de que iba a llevar a Raquel a casa
para intentar averiguar lo que ocurría se enfadaría conmigo.
Raquel
venía acompañada de su tabla ouija, incondicional compañera para
ella, contaba con ello así que no me cogió por sorpresa, después
de preguntarme dónde veía a la niña, dispusimos las cosas allí,
era el sitio ideal según dijo mi amiga, y como el baño era grande
teníamos sitio de sobra.
Después
de cerrar la ventana y las contras, encendió cuatro velas blancas,
daba un aspecto tétrico tan poca luz; subí unos cojines para poder
sentarnos y utilizamos de mesa un pequeño taburete que siempre tenía
en el aseo. Dispuso su tabla con el vaso dado vuelta y me pidió que
situase mi dedo índice encima de él junto al de ella. Tras
repetirme un ciento de veces que tenía que estar relajada y que por
nada del mundo sacase mi dedo del vaso, comenzamos con la sesión:
- ¿Hay algún espíritu aquí presente? -preguntó Raquel-. Pero no obtuvimosrespuesta, después de un rato volvió a efectuar la misma pregunta:
- ¿Hay algún espíritu aquí presente? No temas, solo queremos ayudarte... ¿estás aquí con nosotras?
El
vaso comenzó a moverse desplazándose hacia el “si”, miré
asustada a mi amiga que con su mirada me pidió tranquilidad.
- ¿Quién eres? -el vaso comenzó de nuevo su andadura por el tablero, esta vez letra por letra a, m, a, n, d, a.
- ¿Amanda? Y ¿cuántos años tienes? -con rapidez se desplazo hacia el nueve.
- ¿No puedes salir de aquí Amanda, esta casa te tiene prisionera? -la respuesta no se hizo esperar- “si”.
- ¿Te puedes mostrar pequeña? -me sorprendía ver a mi amiga en esta situación, se la veía tan natural y tan cómoda, todo lo contrario que yo... Esta vez tardó en responder, como si estuviese analizando la respuesta, finalmente el vaso nos llevó al “si”.
En
ese mismo instante el espíritu de la niña se presentó delante
nuestra, Raquel me miro transmitiéndome tranquilidad.
- No saques aún el dedo -me susurró- hasta que todo acabe no debemos sacarlo ¿entendido?
Asentí
con la cabeza, y entonces mi amiga se dirigió a la niña.
- Necesitas nuestra ayuda pequeña, pero no sabemos como hacerlo, debes decirnos la forma -solicitó Raquel-.
- Papá, fue papá... -dijo el ente-.
- ¿Tu padre? ¿Fue el culpable de tu muerte? ¿El te mató?
- Si -dijo la pequeña- y todos deben saberlo para que yo pueda marcharme de aquí y descansar en paz.
- ¿Qué es lo que pasó aquí Amanda? -preguntó mi amiga-.
- Papá me pegaba, muchas veces y con mucha fuerza, hiriéndome y haciéndome sangre, esa noche después de la paliza, me trajo al baño para que pudiera asearme y sacarme la sangre que discurría por mi cuerpo, una última bofetada me desplazó hacia la bañera golpeando mi cabeza contra ella, perdiendo mi vida en ese acto. Papá era querido por todos, muy reconocido en la ciudad y admirado por muchos. Quiero que todos sepan lo que pasó realmente, el no era bueno, era un monstruo que nos golpeaba sin piedad, incluso a mi madre...
- Está bien Amanda, nosotras nos ocuparemos, todos sabrán quien era tu padre y lo que hizo, debes buscar la luz y hallar tu descanso -le transmitió Raquel-.
- ¡No! -gritó enfadada la niña- primero quiero que se lo digáis a todos entonces después yo me iré -tras lo cual se evaporó-.
- Se da por terminada la sesión -dijo Raquel concluyendo-.
Reunidas
las dos en la cocina tomando un café, decidimos buscar a los
descendientes de esa familia para hacerles llegar el mensaje de la
niña. No me parecía que entrañase mucha dificultad, hasta lo que
yo sabía la casa cuando nosotros la compramos todavía les
pertenecía. Así que a la mañana siguiente Raquel vendría conmigo
a la Inmobiliaria a ver si conseguíamos que nos diesen los datos
sobre los antiguos propietarios.
La
mujer de la inmobiliaria pensó que queríamos devolver la casa, en
cuanto entendió lo que queríamos hacer, nos facilitó sin problemas
el teléfono de la familia. Una llamada fue suficiente para concertar
una entrevista con la heredera universal, nunca hubiera imaginado que
fuese tan fácil, pero al nombrar a la pequeña Amanda se mostró
solícita aceptando una reunión para esa misma tarde.
Una
vez allí nos explicó que era la única hija del hermano de Amanda y
heredera del patrimonio familiar. Conocía la historia de su tía,
ya que su propio padre se la había contado, todos sospechaban que el
padre de los dos, la había matado en una de sus brutales palizas,
pero todos callaron por temor a ese hombre.
Le
rogamos que por favor, hiciese un comunicado de prensa notificando
como había sido la vida de su padre y de su tía, todos deberían
saberlo para que la niña pudiese descansar en paz.
Aunque
en principio se mostró reacia, ya que no quería mancillar el nombre
de su familia, entendió finalmente que era lo que debería de hacer,
se lo debía a su padre y a su tía.
A
los pocos días, un periódico local publicó una página dedicada a
la famosa y desgraciada familia contando el infortunio en que había
acabado la vida de la pequeña Amanda. Acto seguido un escritor
famoso les propuso escribir la vida de Amanda, que aunque no tenían
muchos datos en su origen, pronto los encontrarían.
Después
de la publicación en el periódico, la vida en casa se tornó
tranquila, una mañana al salir de la ducha, en el espejo empañado
distinguí una palabra “gracias” y apoyados en el taburete unos
cuadernos infantiles se mostraban generosos aportando toda la
información que pudiesen necesitar para escribir la vida de la niña.
Sus diarios habían sido su regalo por la ayuda prestada. Y en mi
interior sentía que ahora la pequeña estaba feliz y en paz.
Nunca
le conté a Fabio todo lo que había ocurrido, y la publicación
pensó que había sido algo casual, pues en ningún momento quise que
se me nombrara.
Y
llegó nuestra niña, una preciosa bebita rubia y alegre para
iluminar nuestras vidas. Su nombre como no podía ser de otra manera,
sería Amanda.
No llega a producir miedo y si ganas de ayuda, si nos enfrentamos de cara a la verdad, podemos encontrar la solucion.
ResponderEliminarBesos muchos ♥♥♥
me alegra que te haya producido ese sentimiento tan necesario en la sociedad. un besote!!!
Eliminarun relato digno de ser reconocido, por lo ameno de la charla, y muy bien ubicado, me encantó, a partir de hoy sigo con gusto tu blog, gracias,,,
ResponderEliminarMuchas gracias, me alegra mucho que te hayan llegado mis palabras. Un saludo cariñoso.
EliminarHola, me ha gustado mucho el relato y coincido, los fantasmas es que suelen ser siempre muy tontos, andan quejándose, rompiendo cosas pero no dicen su problema. Si hiciesen como Amanda, podrían estar en paz sin tantos ruidos :)
ResponderEliminarConfieso que me dio un pequeño escalofrío pero supongo que es porque estoy sin camiseta y no hace mucho calor que digamos.
Saludetes.
jajajajajaja, tienes razón y en ocasiones además suelen ser traviesos, espero no encontrarme con ninguno así, y por favor, abrigate!!! jajajajaja, un abrazo!!!
EliminarHola Ana María, buenas tardes, muy bonito e integrante relato, me ha gustado leerlo, gracias por publicar. Te sigo. Un fuerte abrazo y enhorabuena por el relato tan bien narrado.
ResponderEliminarLola Barea
Muchas gracias Lola por tus palabras y por seguirme, me alegra que te haya gustado el relato, un abrazo!!!
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