La
noche transcurrió entre terribles pesadillas que atormentaban a
Lisa, en todo momento aseguraba que una mujer estaba con ellos en la
habitación, señalando una y otra vez hacia la pequeña cómoda,
decía escuchar un llanto amargo y dolorido y refería que la miraba
suplicante, pero no le hablaba, por lo que no sabía que requería de
ella. Estaba muy asustada y temblorosa, y él solo podía abrazarla
acunándola, no entendía lo que estaba pasando así que no sabía
como poder ayudar a su bella esposa.
Se
levantaron temprano, había sido una noche horrible y estaban
agotados, pero la impaciencia podía con su ánimo y después de
desayunar se encaminaron hacia el faro.
El
día había amanecido lluvioso pero con una temperatura cálida, lo
que presagiaba en cualquier momento el inicio de una tormenta. Era un
detalle sin importancia, no las temían y no era un inconveniente
para ellos.
En
la planta baja no hallaron nada, tampoco había mucho donde buscar,
así que se dirigieron a la parte de arriba, allí habían encontrado
la caja y quizás podrían encontrar algo más.
Ian
se preguntaba que hacían allí, era una locura... con toda
probabilidad Lisa se hallaba sugestionada por esas cartas, no era más
que eso, si esos episodios seguían sucediéndose, tendrían que dar
por finalizadas las vacaciones, no podía permitir que ella acabase
trastornada por culpa de una historia de amor frustrada que ni
siquiera sabían si había ocurrido en realidad.
Examinaron
todo minuciosamente sin encontrar ninguna pista al respecto, de hecho
aquello estaba desalojado, así que habían decidido marcharse. Fue
entonces cuando él observó el cajón de una pequeña mesa, parecía
que estaba mal encajado. Iba a dejarlo así, pero algo lo atrajo
hacia allí. Sacó el cajón que estaba vacío y volvió a
introducirlo; aunque ahora estaba bien colocado alguna cosa obstaculizaba su
camino sin dejarlo llegar hasta el final. Lo quitó de nuevo y asomó
su vista hacia el hueco...
Distinguió lo que parecía ser un papel pegado en la trasera, introdujo su mano sacando con facilidad
aquello. Parecía un gran sobre de color amarillento castigado por el
paso del tiempo, desdoblándolo sacó lo que contenía en su
interior. Lisa se había sentado a su lado, presa de una gran
curiosidad. Había tres fotos en blanco y negro descoloridas, aún
así se distinguía a una bonita pareja, la manera como se miraban y
se abrazaban dejaba entrever el amor que fluía entre ellos. Había
algo más, una carta...
Ella
se la arrancó de las manos con ansiedad, comenzando a leer en voz
baja primero, comenzando a trasmitirle esas letras enseguida:
Palquins
Ville, 22 de mayo de 1.822
Yo,
Mariam Siscam, hija de John y Madelain Siscam, en pleno uso de mis
facultades psíquicas quiero declarar y declaro que:
Ante
el amor que nos unía a Anthony Marcs y a mí, mi padre John Siscam y
mi hermano Timothy Siscam, mostrándose en contra de nuestra
relación, el día de ayer dieron muerte a mi amado tirándolo por
el acantilado.
Así
pues, he decidido acabar con mi vida, colgándome en el lugar que
esconde nuestros momentos de amor y donde por fin lo sellamos. El
faro era nuestro escondite y nuestro confidente, fiel testigo de
nuestros encuentros y promesas.
A
quien encuentre esta carta, le ruego que por favor, de parte a las
autoridades, para que por fin los culpables paguen el daño que han
hecho, no solo se trata de una víctima, sino de dos y de toda una
vida por delante.
A
vosotros que me estáis leyendo, gracias y que Dios os guarde.
Era increíble,
había ocurrido de verdad. Se dirigieron con rapidez al pueblo,
acercándose a la oficina del sheriff, y entusiasmados le mostraron
lo que habían encontrado, contándole todo lo que sabían de la
historia. Era tarde, pero tal vez conseguirían dar la
paz al alma de la joven que tantos años esperó a que se supiese lo
que en realidad había pasado.
Se mostró
agradecido aunque como imaginaban, el suceso carecía de importancia,
habían pasado muchos años. Al parecer los ancianos del pueblo
contaban la historia de la bella Mariam y el joven encargado del faro
Anthony, el cual había fallecido al caerse accidentalmente por el
acantilado y la hermosa joven no pudiendo soportar la triste pérdida
de su amor, acabó suicidándose en el interior del faro.
Ellos ahora,
le regalaban la historia verdadera y completa, una bella historia que
haría las delicias de jóvenes y viejos, y sobre todo del turismo
que empezaba a llegar a la zona atraídos por el contraste de mar y bosque que disfrazaba la zona.
Esa noche, él
la vio también. Una luz armónica y blanca de mucha intensidad
iluminó la habitación, en el centro comenzó a vislumbrarse la
forma de una mujer en un halo de luz azul que contrastaba
hermosamente con la luminiscencia que la rodeaba. Era preciosa, una
larga melena rizada que le llegaba hasta la espalda dulcificaba su
rostro que era amable y sereno. Un vestido blanco y largo cubría su
cuerpo dejando entrever una figura perfecta. Sonrió agradecida, y
mirando hacia atrás dejó descubrir a otro ser, agarrando la mano de
su amada pudieron distinguir a Anthony que se acercó y también les
sonrió, tras lo cual todo comenzó a difuminarse hasta que
desaparecieron.
Por fin durmieron plácida y felizmente, adivinando que habían hecho
posible que las almas de esa pareja pudieran encontrarse,
para no separarse jamás. A la mañana siguiente encima de la cama
encontraron una bonita foto del pasado de la pareja sonriendo en
plena dicha y una rosa blanca. Algo que conservarían hasta el fin de sus días.
La experiencia
vivida fortaleció su relación, valorando mucho más el tiempo
juntos y sus encuentros, cuidando al detalle su matrimonio.
El pueblo se
enriqueció gracias al turismo que comenzó a llegar por allí,
atrapados por la dulce historia de final trágico de Anthony y
Mariam.
F I N
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