lunes, 30 de septiembre de 2013

"SACRIFICIO"

Conocí a Jaime en una boda a la que estábamos los dos invitados por parte de la novia, pero hasta ese momento no habíamos coincidido nunca. María era amiga de los dos y ese día al presentarnos fue la primera testigo de la increíble conexión que ejercíamos el uno sobre el otro desde el momento en que nuestras miradas se cruzaron.

Pasamos el resto de la boda juntos, charlando y riendo. Era divertido y me hacía sentir tan bien que creía estar soñando. Nuestros cuerpos se armonizaban bailando cono si fuésemos dos mitades equitativas. Cuando al amanecer nos despedimos, sentí como si ya llevase tiempo en mi vida. No quería irme para casa, necesitaba sentir su presencia y su protección. ¿Como alguien que acababa de conocer podía causar ese efecto en mí?

Quedamos en vernos por la noche para cenar juntos y no parecía llegar la hora. Nunca estuve tan ansiosa esperando una cita. Dormí casi todo el día esperando que así pasase más rápido el tiempo.

A partir de aquel día ya no nos separamos, no pasaba un día en el que no quedásemos para hacer algo juntos, era una necesidad vital igual que el respirar. Coincidíamos en aficiones, gustos y forma de ser, dos partes iguales no se complementaban mejor que nosotros. En la cama era tal el vínculo que nos unía que era suficiente un solo roce o una caricia para elevarnos la lívido a su nivel mal alto, disfrutando de nuestros encuentros en un goce sublime, rematando con un estallido de pasión descontrolada y lujuriosa que nos hacía perder el control de forma dulce y ardiente. Solo pensar en el me excitaba de tal manera que tenía que llamarlo por teléfono y contárselo, lo que enriquecía la calidad de nuestra relación. Era sexo continuo pero no obsesivo, en el que un beso era suficiente para ponernos a mil, buscando un escondite donde dar rienda suelta a nuestra pasión.

Al cabo de tres meses decidimos irnos a vivir juntos, era algo tan perfecto que temía que fuese irreal y que la convivencia lo estropease. Pero no fue así, todo lo contrario, cada día nos amábamos más disfrutando de las cosas que hacíamos en común fortaleciéndonos como pareja. Tenía dos hijos de un matrimonio anterior que no suponían un problema para mí, cuando venían a casa los recibía con cariño, tratándolos como si fuesen míos, y eso se reflejaba en los niños que venían siempre ilusionados lo que satisfacía plenamente a Jaime.

Una mañana de verano recibí una llamada de teléfono, era algo que había estado esperando hace tiempo, y que había quedado olvidado en mi memoria, con toda seguridad debido al gran momento sentimental que estaba viviendo.

Era la oportunidad de mi vida. El Hospital General de Manhattan me hacía una oferta como cirujano vascular. Era una gran oferta, gran sueldo con seguro médico y vivienda. No podía rechazarla, era lo que siempre había soñado.

No sabía como decírselo a Jaime, estaba segura de que no podría dejarlo todo por venirse conmigo, sobre todo por sus hijos. No podía ponerlo en esa difícil situación. Él era muy importante para mi, pero pensándolo fríamente ahora estábamos bien pero, ¿y mañana? ¿Y si renunciaba por él para nada? Era lo que siempre había esperado, una oportunidad única. Así que con resignación, tomé una decisión que dolía inmensamente.

En cuanto llegó Jaime del trabajo me mostré esquiva y ausente. Él preocupado me preguntó que me pasaba y yo destrozada por dentro mentí diciéndole que había otra persona, que se había cruzado en mi camino sin buscarla y que había surgido algo mágico.

Necesitaba sus besos, sus abrazos... pero no podía dar marcha atrás, había tomado una determinación y seguiría con ella hasta el final. Jaime se sentó en el sofá destrozado y echando sus manos a la cabeza lloró con tanto dolor que me rompió el alma. Me sentía cruel pero en ese momento consideré que era lo mejor. Cogiendo algunas de mis cosas, me fui de allí mientras lágrimas de amargura brotaban de mis ojos.

Llevaba ya dos meses en Manhattan sin haber logrado superar la ruptura. Estaba segura que él era el hombre de mi vida y que lo que nosotros habíamos mantenido, jamás lo volvería a encontrar.

Alguien llamó a la puerta, no esperaba a nadie y cuando abrí la sorpresa fue mayúscula. Allí estaba Jaime, con un precioso ramo de rosas rojas, lo abracé comenzando a llorar arrepentida, ¿cómo podía haber abandonado a la persona que a ciencia cierta era para mi?

Me contó, que María había hablado con él, explicándole como había ocurrido todo y el porqué de mi comportamiento. Estábamos los dos mal y era más de lo que ella podía soportar, así que rompiendo su promesa hacia mí, reveló mi secreto, lo cual agradecí.

Hablamos de la situación y de como yo había tomado las riendas del asunto, sin dejar que él pudiese decidir. Acepté sus reproches, debería haber sido valiente y no ocultarle la realidad. Me sorprendió su decisión, se venía conmigo. Su ex-mujer había aceptado en dejar venir a los niños en cada una de las vacaciones, y como decía él, además un día se harían mayores y volarían, no valía la pena arriesgar tan bonito amor por un futuro incierto.

Sabía lo que suponía para él separarse de sus hijos, lo cual hacía que valorase todavía más lo nuestro. Y amándonos como siempre comenzamos un nuevo futuro para siempre ya fortalecidos.


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