Abrió
los ojos aturdida, un dolor de cabeza muy intenso rebotaba en su
cabeza. Su visión en principio borrosa, se fue aclarando poco a poco
pudiendo apreciar que se hallaba en un pequeño cuarto bastante
oscuro. Un reducido ventanuco en lo alto de una de las paredes apenas
dejaba pasar un resquicio de claridad. La habitación solo constaba
de una mesa y una silla además de la cama donde ella se hallaba
encadenada a la misma por una de sus muñecas.
¿Dónde
se encontraba? Se sentía asustada, lo último que recordaba era que
se dirigía al aparcamiento después de salir del trabajo y alguien la
asaltó por detrás golpeándola fuertemente en la cabeza dejándola
inconsciente.
Olía
intensamente a humedad, las paredes se veían sucias, ennegrecidas y
cubiertas de moho por lo que dejaba apreciar su vista que poco a poco
se iba acostumbrando a la poca luz que allí había.
¿Quién
podía tenerla allí retenida? Su familia no tenía dinero. Era gente
trabajadora y humilde. Y ella no era más que una publicista en una
importante empresa de publicidad, eso sí, y salvo que la persona que
la tuviese secuestrada pidiese un rescate a la empresa no encontraba
sentido alguno a la situación.
En
cuatro días tenía que presentar un proyecto publicitario para una
gran empresa, la más importante a nivel mundial, si conseguía ese
cliente, lograría subir un escalón labrándose entonces un gran
futuro y con toda probabilidad obtendría un ascenso. Lo que siempre
había soñado y ahora, se encontraba allí encerrada...
Pasó
las siguientes horas en duermevela, hasta que alguien entró en el
cuartucho. No podía apreciar quien era, ya que llevaba un
pasamontañas puesto y solo le podía ver los ojos y para eso de
forma difusa... Le dejó algo de comer y de beber encima de la mesa y
sin articular palabra marchó con rapidez.
Sentía
debilidad pero no tenía ganas de comer, aún así se obligó,
debería estar fuerte por si se presentaba alguna oportunidad de
poder escapar. Se levantó entumecida, la cabeza parecía que le iba
a estallar. ¿Daría la cadena el suficiente margen para acercarse a
la mesa? No estaba muy alejada y seguramente su captor lo habría previsto, así que dolorida se acercó y comenzó a comer sin
hambre la ensalada y el filete que él le había traído, acompañado
de un poco de zumo de naranja para beber.
Había
pensado en todo, debajo de la cama había un cubo de acero inoxidable
y un rollo de papel higiénico, con lo cuál el cubo no era para
echar desperdicios de la comida, era para otra cosa. ¡Qué asco!
-pensó la joven-.
Pasaron
los días, recibiendo la visita esporádica del hombre sin que
hubiese un cruce de palabras. Lo único llamativo en él, era la
manera en que llevaba sus dos manos a la cabeza con animo de rascarse
de manera nerviosa. Ese gesto le recordaba a alguien, pero no caía
en cuenta de a quién.
Los
días le pesaban como una losa, generando una ansiedad que la
crucificaba, necesitaba aire puro, el sol, rodearse de gente, su
vida... Él nunca contestaba sus preguntas, entraba y salía como el
aire por una ventana y rehuía su mirada lo que le hizo pensar que
quizá se conocían, tanto tiempo encerrada le había dado mucho
tiempo para reflexionar.
Ya
llevaba por lo menos un mes encerrada, no tenía espejos donde
mirarse, pero con toda seguridad tendría un aspecto horroroso, cosa
que ahora mismo no le importaba mucho. Había perdido su oportunidad
laboral, con todo lo que había trabajado en el nuevo proyecto
dedicando horas extras, y ahora alguien se habría llevado el
esperado ascenso. Y lo que más le preocupaba, su familia que
estarían muy angustiados por la incertidumbre de saber cómo y dónde se encontraba. Seguramente llevaban tiempo buscándola y
esperaba que pronto la localizasen. Le costaba mucho dormir y sufría
de frecuentes taquicardias producto de la ansiedad que le causaba el
encierro. Estaba casi segura que la intención no era de matarla,
pues ya lo habría hecho, aún así estaba aterrada.
Y
llegó el día, sintió golpes muy fuertes y seguido de ellos, entró
la policía en el cuarto. En cuanto se acercaron a ella y la
desencadenaron, comenzó a llorar presa de los nervios y la angustia
generada de tanto tiempo allí abandonada.
La
llevaron al hospital, y después de pasar dos días haciéndole todo
tipo de pruebas, la mandaron a casa. Durante un tiempo se iría a
casa de sus padres, necesitaba compañía y cariño, no soportaba
estar sola, seguramente con el tiempo esa sensación de abandono
remitiría.
Después
de un año de baja laboral y sin haber encontrado a la persona que la
había secuestrado ni pista alguna, se encontró lo suficientemente
fuerte para incorporarse a su antiguo puesto.
Por
lo que sabía, Andrés, compañero y firme competidor, había logrado
en los pocos días que quedaron desde la desaparición de ella hasta
la presentación, un proyecto publicitario lo suficientemente bueno
como para que la multinacional firmase un contrato con la empresa.
Con
rapidez se había integrado de nuevo en el trabajo. Ahora a Andrés
lo veía poco, ya que gracias a su ascenso, se había trasladado a
uno de los despachos del piso superior. Sin embargo cada vez que
coincidían comenzó a fijarse en un gesto que él repetía cada vez
que ella estaba presente. Esa manera de rascarse la cabeza con las
dos manos... era él, ¡su raptor!
Denunció
sus sospechas en la policía y abrieron una investigación al
respecto, hallando en su casa el pasamontañas que ella reconoció.
Después de detenerlo para tomarle declaración, acabó confesando.
Todo había sido por conseguir el ascenso y un reconocimiento en la
empresa. Finalmente, por nada... poco tiempo lo había disfrutado.
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