Sentía
la lluvia repiquetear en mi ventana, aún me preguntaba que hacía
allí, no había sido buena idea.
La soledad me atormentaba y había decidido venir a pasar unos días a la cabaña que tenían mis padres en la montaña, con idea de relajarme e intentar recuperar la inspiración que me había abandonado el mismo día que Clara se había ido de mi lado. Mis ilusiones puestas en ella y en nuestra relación se veían truncadas, yo me sentía como un vagabundo que no sabía donde ir, todo parecía desmoronarse a mi alrededor...
La soledad me atormentaba y había decidido venir a pasar unos días a la cabaña que tenían mis padres en la montaña, con idea de relajarme e intentar recuperar la inspiración que me había abandonado el mismo día que Clara se había ido de mi lado. Mis ilusiones puestas en ella y en nuestra relación se veían truncadas, yo me sentía como un vagabundo que no sabía donde ir, todo parecía desmoronarse a mi alrededor...
Desde
hacía seis meses, el mismo día en que Clara me dejó, no había
sido capaz de añadir una letra a mi novela. Yo, el mismo hombre
alegre y tenaz lleno de ideas que bullían por mi cabeza buscando
escapatoria, me encontraba ahora en un túnel sin salida. Estaba
bloqueado, incapaz de dar continuidad a mi trabajo. Mi cabeza siempre
había ido más rápido que mis manos, mi editor me felicitaba por la
rapidez con la que llegaba a terminar un nuevo libro.
Y
ahora el tiempo apremiaba; o acababa ya la novela o tendría que
devolver el adelanto que me había dado mi editor; dinero que ya
había gastado en alcohol y mujeres y que pensándolo fríamente no
me habían satisfecho ni lo mas mínimo.
Mi
madre bromeaba diciendo que lo que yo necesitaba era una nueva musa
que me trajese de vuelta la inspiración, pero eso era imposible.
Clara había dañado de tal forma mi corazón que ya era
irrecuperable. Y pensé que realmente me daba igual acabar la novela
o no, me resultaba indiferente morir de pena o de inanición.
Pero
la vida es muy caprichosa y nunca sabemos lo que tiene reservado para
nosotros. A la mañana siguiente me disponía a preparar las maletas
para volver a la ciudad, pediría a mis padres que me prestasen el
dinero para devolver al editor, me rendía y me sentía cobarde, pero
me daba igual.
Alguien
llamó a la puerta y si no fuese por la insistencia seguramente no
hubiese abierto, lo que menos me apetecía era recibir visitas.
En
cuanto abrí la puerta sentí como si entrase en otra dimensión.
Allí estaba ella, la mujer mas hermosa que jamás hubiera imaginado
conocer. Había sufrido una avería en su coche no muy lejos de la
cabaña y necesitaba utilizar el teléfono. Fuera llovía con fuerza
y ella estaba calada, así que lo menos que podía hacer era, -además
de dejarle usar mi teléfono- ofrecerle un café caliente y algo de
ropa para que pudiera cambiarse. Ella se mostró complacida por la
invitación y algo me dijo que pronto me volvería la inspiración.
Me
la devolvería mi nueva musa...
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