El
limpiaparabrisas no daba abasto a sacar el agua acumulada en el
cristal, era una noche especialmente lluviosa y fría. Regresaba de
una reunión de negocios en la ciudad y se hallaba agotado por eso había
cogido una ruta alternativa llena de curvas y solitaria, pero mucho
más corta para llegar a casa.
Como
imaginaba, dada la hora que era y el mal tiempo, al adentrarse en
esta carretera secundaria en zona boscosa, se encontró solo, por
haber ni tan siquiera una triste farola que iluminase un poco la
carretera.
Acordó
enviar un mensaje a través del móvil a un amigo, con la idea de
quedar a su llegada para tomar una cerveza, necesitaba desconectar un
rato antes de ir a casa a dormir.
Distraído
con el móvil, al salir de una curva no reparó en un peatón que iba
en el mismo sentido de la marcha que él por el arcén del lado
izquierdo, ni pareció notar que el coche se desviaba de su
trayectoria dirigiéndose hacia la persona que iba caminando.
Cuando
se dió cuenta, ya lo tenía delante y nada pudo hacer para evitar el
atropello. Bajó del coche apresurado y temeroso, se acercó al
herido, deseaba que su mente le hubiese jugado una mala pasada y no fuese más que algún animal. Pero no... Era un hombre de unos sesenta años y para su desesperación, estaba muerto.
¿Qué
podría hacer ahora? ¡No quería ir a la cárcel! Y no lo dudó...
Adentró
su coche entre la espesa vegetación, en una zona más o menos llana.
Lo dejó aparcado entre unos árboles cubriéndolo un poco con algo
de maleza. Si algún coche pasaba por allí, no sería visible.
Avanzó
con el cuerpo en sus brazos a través del oscuro y tupido bosque. El
muerto pesaba terriblemente, se hallaba desfallecido. Llevaba
bastante rato caminando, cuando descubrió un agujero, seguramente
hecho por algún animal, eso le serviría, pero necesitaba agrandarlo
un poco más... Recordó un pequeño cubo que llevaba siempre en el
maletero de su utilitario, que usaba para almacenar productos de
limpieza para su coche.
Ayudado
con el cubo, consiguió engrandecer lo suficiente el hoyo como para poder
introducir el cuerpo sin vida. Y ahí lo dejó enterrado.
Pasó
un año sin que nada se supiese, nadie había denunciado la
desaparición de un ser querido o amigo, con tal descripción, ni
tampoco se había descubierto nada extraño en aquel bosque. Era algo
que vivía con él, pero extrañamente no lo atormentaba.
Una
noche similar a aquella, con muchísima humedad pero más tibia, se
hallaba circulando por una carretera similar a la que había marcado
su vida.
A
lo lejos le pareció vislumbrar a una persona, y algo se forjó en su
cabeza. Irremediablemente enfiló su coche hacia ella, esta vez era
una joven que parecía estar haciendo footing, y la atropelló
mortalmente, volviendo a revivir el episodio pasado.
Y
se sintió bien. Ahora sabía lo que tenía que hacer, era algo que
le hacía sentir pletórico y entusiasmado, se sentía importante,
“con poder”... el poder de la vida y la muerte recaía sobre él,
y eso lo complacía de manera colosal.
Había
nacido un nuevo hombre, despertó en él “un asesino”...
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