viernes, 18 de octubre de 2013

"DESTINO INCIERTO"

El repentino fallecimiento de mis padres, me llevaba hacia un destino por el que no me quería dejar llevar. Mis abuelos paternos habían solicitado mi custodia, y el juez se la había concedido sin tener en cuenta mis argumentos, ellos que jamás se habían preocupado por nosotros ni por mi existencia, aparecían ahora como de la nada reclamándome.

Supongo que su buena situación económica, había tenido mucho que ver. Era una familia rica, muy reconocida y con buena reputación. Mi tía Laura, hermana de mi madre, había perdido el juicio de la custodia, con gran pena para mi.

Aquí en el pueblo lo tenía todo, la casa de mis padres, mis tíos y primos, mi colegio, mis amigos, y sobre todo a Frank. Ya había cumplido los diecisiete, un año más que yo, y era un muchacho divertido, responsable y gran estudiante, sabía que si él quería podría conseguir lo que se le antojase, poseía grandes cualidades que le permitían desarrollar cualquier cosa que se propusiese.

Mis últimos días con él, antes de la muerte de mis padres, habían sido muy especiales, pasábamos mucho tiempo juntos y nuestra amistad había llegado un poco más allá... un primer beso había sellado un amor que hacía tiempo que sentíamos, sin que ninguno se hubiese atrevido a hablar de ello hasta ese momento. Me hacía sentir especial y muy dichosa, pero entonces fue cuando un terrible accidente, hundió mi vida para siempre. Como si no fuese poco la perdida de los seres más importantes de mi vida, ahora me arrebataban todo lo que me quedaba.


Mañana era el terrible día, mis abuelos me vendrían a buscar a primera hora de la mañana, así que después de preparar mis maletas, corrí veloz a encontrarme con Frank. Nos abrazamos sin decir nada, comenzando a llorar a un son melancólico y rabioso. Me iba muy lejos, Charleston se encontraba a quinientos kilómetros del pueblo, lo que iba a dificultar el poder vernos a menudo.

Promesas sinceras volaban en el aire, y le creía, su amor era mío, y aguardaría ansioso nuestros breves encuentros. Parte de las vacaciones escolares las pasaría en el pueblo, el juez consideraba que no debían arrancarme de mis raíces, ni de mi gente, eso no sería bueno para mi, así que permitió que mi tía disfrutase de una custodia casi compartida, en la que ella llevaba la parte más pequeña. Además él buscaría, en cuanto acabase sus estudios, una universidad cerca de Charleston para así poder estar más cerca. Nos despedimos con gran dolor y amargura, a la espera de unos días que con seguridad se nos harían eternos, prometí escribirle en cuanto llegase, para poder tener un contacto aunque fuese mínimo.

La mañana amaneció muy lluviosa, armonizando con el ambiente que allí se respiraba. Mucha gente había venido a despedirme y entre ellos estaba él, mi amor, mi futuro, mi desdicha...

Me despedí de todos de manera rápida e inicié mi partida, no soportaba el dolor que sentía viendo a todos con lágrimas en los ojos, y más especialmente a Frank. Me adentré en el gran coche de alta gama de los abuelos, sintiendo tanto odio hacia ellos que pensé que lo podrían percibir.

El abuelo cogió mi mano intentando tranquilizarme, y sonriendo, expresó palabras de ánimo, diciéndome que allí sería muy feliz, que no dudase en pedir todo lo que me hiciese falta. Ellos me cuidarían mucho, preocupándose de todas mis necesidades. La abuela sin embargo, tenía una dura expresión en su rostro, que intuí que era así por naturaleza, me miró un momento con desagrado y de manera altiva me dijo que secase esas feas lágrimas de mis ojos, que no me iban a llevar a ningún matadero. Me dolió su indiferencia, tan solo era una cría de dieciséis años, que acababa de perder a sus padres y a la que ahora cruelmente, arrancaban de su entorno.

Vivían en una preciosa y gran mansión a las afueras de la ciudad, con un gran terreno alrededor de la misma, en el que solía perderme para llorar en silencio, la abuela me había prohibido terminantemente llorar en su presencia. Era muy dura, y nunca demostró ni un ápice de cariño hacia mí. Continuamente se ensañaba conmigo, diciéndome que mi madre les había robado a mi padre, único heredero de la empresa familiar y todos sus bienes, pensando que quizá había arreglado su vida casándose con él, pero ellos lo habían desheredado, por hacer caso omiso a sus consejos y a sus advertencias, para ellos mi madre era una buscona aprovechada, y yo callada, me tragaba mi dolor... no era así, se querían mucho y el suyo, había sido un amor verdadero.

Me inscribieron en un “colegio de señoritas”, donde debería aprender buenos modales y a ser refinada, además de exigirme unas buenas notas. No los defraudé, siempre había sido extraordinaria en mis estudios y allí no iba a ser menos. No soportaba a esas chicas presuntuosas y orgullosas, pero me respetaban por ser la nieta del hombre más rico de la ciudad. Sus negocios navieros habían sido muy provechosos, enriqueciéndolo en muy poco tiempo.

Nunca me faltó de nada, preciosos vestidos colgaban en mi vestidor, conjuntados con zapatos y botas variadas y de diversos colores. Pero no era feliz, ansiaba estar con Frank, lo necesitaba a mi lado, mis días pesaban como grandes losas de piedra maciza, y aún quedaban dos meses para las vacaciones de invierno, de las cuales, una semana la pasaría en el pueblo.

Nos fuimos escribiendo, preciosas y románticas cartas en las que nuestro amor se fue fortaleciendo a través de nuestras letras deseosas. Me contaba sus vivencias en el instituto y lo que haríamos en cuanto yo regresase. Yo le mentía, diciéndole que estaba bien, que los abuelos eran muy buenos conmigo y que tenía muchas amigas. No quería que se preocupase por mi bienestar, ya la situación en si, era bastante tortura.

Pasaron dos años así, con breves encuentros que aprovechábamos al máximo, disfrutando de unos días felices, dando paso después a la amargura de la despedida. Frank consiguió una beca en la Universidad de Charleston, quería hacer arquitectura y yo sabía que tenía cualidades de sobra para conseguirlo. Comenzamos a vernos más a menudo, afianzando nuestra relación, con la firme promesa de casarnos en cuanto el acabase la carrera y encontrase un puesto de trabajo.

La abuela seguía renegando de mí, haciendo caso omiso de cualquier cosa que yo les contase, así que no sabía como poder hablarle de Frank. El abuelo sin embargo, era cariñoso conmigo, y en alguna ocasión me pidió que no guardase rencor hacia ella, había sufrido mucho cuando mi padre se había ido de casa, convirtiéndola en una dura mujer con malos sentimientos hacia los demás, pero que realmente, me quería. Cosa que dudé, sus ojos no me decían eso, más bien detectaba una tremenda rabia hacia mi. Le hablé a él, de Frank, de nuestros sentimientos y nuestras vistas de futuro. El, cogiéndome las manos, me dijo que él mismo se preocuparía de decírselo a la abuela, pero que antes, quería conocerlo, no iba a permitir que me casase con un muchacho cualquiera, tenían una reputación que deberían de cuidar, gracias a Dios, la carrera que había elegido, al abuelo le había complacido, y a través de sus contactos en el futuro, podría conseguirle un buen puesto de trabajo.

Concertamos una primera visita para ese miércoles, la abuela tenía reunión, como todas las semanas, con sus amigas, para jugar al bridge. Llegó puntual a la cita, con aspecto intachable, sus modales eran correctos y naturales, y pareció agradar al abuelo. Pasamos la tarde charlando, primero de cosas instrascendentales, supongo que el abuelo, quería cogerlo en algún punto flaco, cosa que no consiguió. Después le preguntó que esperaba del futuro para él. Y respondiendo con seguridad, le dijo que esperaba una vida conmigo, cuidándome y protegiéndome, sin que nada me faltase. Para ello buscaría un buen trabajo con un buen sueldo, quería la mejor vida para nosotros. El abuelo entusiasmado, le dio un fuerte apretón de manos, ¡le había dado el visto bueno! Sonreí hacia Frank, intentando aportarle seguridad.

Lo demás llegó de manera desencadenada, el abuelo se preocupó de hablar con la abuela, dando un buen voto a favor de Frank, intuía un buen futuro para los dos, asegurándole que no era un hombre interesado. Finalmente ella aceptó nuestro compromiso. Pero la vida es muy cruel en ocasiones, y nos enfrenta a duros tragos difíciles de superar. La muerte se ceñía otra vez sobre mi vida. Un atraco cerca del campus, dejó a Frank herido de muerte, cuando lo encontraron, estaba con un soplo de vida, había perdido mucha sangre y ya nada pudieron hacer por él.

La tinieblas se cerraron sobre mi, sumiéndome en una tristeza abismal, dejándome caer en una gran depresión. El abuelo preocupado, comenzó a invitar a la casa, al hijo de un amigo, sabía que estaba interesado en mi desde el primer día que me había visto y confiaba en que él fuese capaz de sacarme de aquel agujero en el que me hallaba sumida. Las primeras veces, no quise bajar a estar con ellos, me quedaba aislada en mi habitación con mis pensamientos, era lo único que me apetecía hacer. La abuela sin embargo, jamás demostró un mínimo sentimiento de lástima o de cariño hacia mi.

Una tarde enfadado el abuelo, me obligó a bajar con ellos para tomar un café. No podía seguir pasando mis días aislada del mundo, eso me mataría, necesitaba rodearme de gente para intentar superar esa pérdida que me torturaba.

A desgana, bajé a la sala, y en cuanto lo vi algo nuevo brotó en mi interior. Unos preciosos ojos azules, llenos de dulzura escrutaban mis pasos vacilantes. Eran transparentes y denotaban una persona romántica y llena de bondad. Se puso en pié cuando el abuelo nos presentó, y cogiendo mi mano con cuidado, murmuró un encantado que penetró en mis oídos recorriendo todo mi cuerpo.

Me hizo sentir a gusto en su compañía, y al mismo tiempo me sentía mal por Frank, pero sabía que él querría que buscase mi felicidad. Comencé a frecuentar de su compañía cada tarde que venía a nuestra casa, creando un lazo de amistad, que muy pronto creció dando lugar a unos sentimientos que parecían mutuos.

Pronto comenzamos a salir, y dejándome llevar por esos sentimientos que comenzaba a sentir, descubrí a una gran persona, cariñosa y detallista. En un año estábamos prometidos, poniendo enseguida fecha para nuestra boda.

La abuela parecía satisfecha con este compromiso, llegando incluso a descubrir en su boca algo parecido a una sonrisa, la tarde que estábamos preparando las invitaciones de boda.

La vida parecía sonreírme ahora, aunque sabía, que Frank estaría siempre en mi corazón, un trocito era para él...

"ANGUSTIA"

Caminaba confundida por un oscuro callejón que parecía no tener final, mis últimos recuerdos eran borrosos, estaba con Tony caminando por la calle de regreso hacia casa, después de una bonita cena romántica, ahí quedaba atascada mi memoria sin acordarme de nada más... No me sentía bien y además no sabía dónde me encontraba.

Eché la cabeza hacia atrás, por si acertaba a descubrir a Tony, ¿dónde se había metido? ¡Nunca me dejaba sola! Pero no vi nada, ni a nadie... Mis pasos eran dudosos, no sabía si seguir hacia delante o retroceder sobre ellos, pero algo empujaba mi camino hacia el frente.

Unos metros mas allá, distinguí una figura, me acerqué temblorosa con el ánimo de preguntarle dónde me hallaba y cómo podía salir de allí, pero en cuanto lo tuve muy cerca, se evaporó, quizá había sido un efecto óptico producto de la oscuridad de aquel lugar.

Continué mi andar mientras unas lagrimas comenzaban a resbalar por mi rostro, me sentía muy asustada y angustiada. Tuve que pararme y sentarme en el suelo para intentar coger aire, me estaba asfixiando, seguramente un acceso de pánico me produjo un ataque de ansiedad.

Aquella tremenda tiniebla que teñía aquel lugar me agobiaba hasta límites insospechados, quería salir de allí a toda costa, pero no encontraba la salida. Un profundo dolor en mi pecho, me obligó a encogerme en el suelo, impidiéndome tomar aire de nuevo, Tony se asomó en mi mente de nuevo... ¿dónde estás? ¡te necesito...! -rogué mentalmente-.

En cuanto me relajé un poco, el dolor desapareció, me puse en pie observando los dos únicos caminos que tenía ante mi, no había más opción seguir mi ruta como hasta ahora o volver hacia atrás, acordé regresar por donde había venido, pensé que podría haber grandes posibilidades de que allí estuviese la entrada a este infierno, y por lo tanto, mi ansiada escapatoria.

Un miedo atroz me embargaba entumeciendo mis músculos y envolviendo mi mente en un manto de terror que no me dejaba pensar con claridad, y suplicante grité: ¿Hay alguien ahí? ¡Por favor, necesito ayuda!, pero nadie atendió mis gritos desesperados... Un silencio abismal fue la respuesta, sentí mucho frío, pero la temperatura era cálida, los nervios atacaban todo mi cuerpo creando reacciones locas y contradictorias...

El corazón me comenzó a latir de manera descontrolada, haciendo que por esa causa la respiración me volviese a faltar, un sudor helado recorrió mi cuerpo, mientras yo llena de pánico intenté apurar el paso, pero no podía... mi cuerpo no me obedecía... La soledad y la oscuridad me envolvían generando un miedo incontrolable que me hacía temblar como una hoja al son del aire.

Afiné mis oídos esperando escuchar algún sonido, y en medio de aquel silencio me pareció descubrir una voz que parecía muy lejana: ¡vamos pequeña, tú puedes hacerlo!

¿Era Tony? ¿por qué me decía eso? Si era una broma o un juego, era de muy mal gusto. Pero no, era todo tan irreal que no podía ser cierto. ¿Un sueño? Quizá, pero no estaba segura, luché por intentar despertarme si es que era así, pero no hubo manera... apreté mis ojos y mis puños, intentándolo de nuevo, ¡inútil!, no valía la pena seguir intentándolo.

No podía controlar mi corazón que bombeaba a más velocidad de la que debía, seguí caminando completamente extenuada, mi respiración fatigosa rebotaba en mi cabeza, tal vez por ser el único sonido que allí se escuchaba. Intenté relajarme para poder pensar con claridad, esto era una locura, el callejón parecía no tener final, me hallaba atrapada y una fuerte opresión en mi pecho volvía a asfixiarme, comencé a temblar de nuevo asustada, mientras una mano invisible apretaba mi garganta.

¡Se fuerte Sofía! ¡Todo debe tener una explicación! -pensé intentando animarme-, pero no podía, me sentía desesperada sin saber que hacer o hacia donde ir. Las paredes por momentos parecían echárseme encima y temí morir aplastada. Deseaba con delirio, encontrar algún ser vivo, aunque fuese una rata a las que asqueaba terriblemente, eso me animaría un poco, pero el verme sola me abatía de tal manera que pensé que podría perder la vida debido al nivel de nerviosismo y ansiedad que tenía dentro de mi.

El callejón parecía no tener final y me sentía agotada de tanto caminar. De repente una luz muy intensa brilló por encima de mi, y escuché esta vez con más claridad a mi amor, a Tony: ¡vamos cariño! ¡vuelve a mi! ¡lucha por salir de ahí! Quería ir con él, pero no sabía como debía hacer. Cerré mis ojos y deseé con mucha fuerza e intensidad el estar a su lado.

Abrí los ojos, la claridad me molestaba... ¿dónde estaba ahora? Poco a poco, una vez acostumbrada mi vista al nuevo estado, descubrí a Tony a mi lado, con su cara muy cerca de la mía. ¿Estás bien tesoro? ¡vaya susto me has dado! Observé desorientada mi entorno, estaba en una cama y tenía todo el aspecto de aquel cuarto ser la habitación de un hospital. ¿Dónde estoy? ¿qué ha pasado? -pregunté a mi chico-.

Estás en el hospital cielo, íbamos camino de casa, cuando un motorista descontrolado se vino encima nuestra, golpeándote brutalmente y empujándote contra la pared, el mayor golpe lo recibiste en la cabeza, lo que hizo que entrases en una especie de inconsciencia parecido al coma. Llevabas seis horas en ese estado. Pensé que te perdía -me dijo mientras me besaba con mucha ternura-.

Y lo abracé correspondiendo a ese beso, sin contarle todo lo que había vivido en mi subconsciente, eso lo dejaría para otro día, ahora, solo quería sus besos...



miércoles, 16 de octubre de 2013

"EL DIARIO"

María se sentía triste, amargada y llena de odio, su amiga desde que eran pequeñas, Amalia, le había arrebatado lo más importante y lo que más quería en su vida, a Miguel, su gran amor, su pareja, su compañero, su mejor amigo... solo ella sabía cuanto lo amaba. Siempre había compartido con ella todos sus problemas y secretos, y nadie más que Amelia había estado en los malos y buenos momentos. Desde que había conocido a Miguel, ella había sido su confidente y consejera, por eso ahora no entendía que se hubiese inmiscuido en su relación, arrancándole de cuajo sus ilusiones puestas en él.

Paola y Sandra la habían animado para ir a tomar algo juntas, le vendría bien desahogarse y distraer un poco la mente, pero ese día no era una buena compañía para nadie. Ansiaba llegar a casa y refugiarse en su dolor, la traición había sido de los dos, no culpaba solo a Amelia, dos personas no hacen algo si una no quiere... sentía una rabia tan dentro que se culpó por no haber sido capaz de detectar las intenciones de su antes amiga.

En casa nada la entretenía, así que recordando un viejo diario que había encontrado en el desván cuando había comprado aquella casa, decidió buscarlo y comenzar a escribir todo lo ocurrido, -podría servirle como terapia, desahogando en él toda su pena, mostrando en sus palabras el odio que sentía ahora por esas dos personas-.

Como recordaba lo había guardado en un cajón de la cómoda de su habitación. Lo cogió con suavidad y abrazándolo contra su pecho se dirigió hacia la sala con el ánimo de comenzar a escribir un poco.

En la portada se distinguían dos fotos de una misma joven vestida con traje de época, en la primera se hallaba desolada llorando a lágrima viva, y en la segunda una amplia sonrisa dibujaba su rostro. Estaba sin estrenar y sus páginas interiores habían adquirido un color amarillento debido al paso del tiempo. Mientras pasaba las hojas, algo cayó de su interior, se agachó para recogerlo, era una pequeña nota, y al desdoblarla apreció unas letras casi ilegibles, encendiendo la lampara de la pequeña mesa del ordenador, acercó al foco aquel pequeño papel para intentar leer lo que allí decía:

             "Tus vivencias escribirás
             y al detalle las relatarás,
             pero cuidado con lo que deseas,
             que en tu contra se volverá".

Era extraño, pero no le dio importancia, con seguridad la dueña del diario lo había escrito, quizás con la intención de comenzar a relatar sus vivencias en aquel block. sin darle más trascendencia lo tiró.

Comenzó a escribir relatando como había sido su relación con Miguel desde el principio, y como la que consideraba amiga la había despojado de su futuro arrebatándole al hombre de su vida. Expresó al detalle toda la rabia y malos sentimientos hacia la pareja, deseando que algo le arrebatase la vida a Amelia.

Al día siguiente por la tarde, su amiga Paola la llamó para comunicarle una mala noticia, que a ella la deleitó llenándola de felicidad. Amelia, sin saber como había ocurrido, se había precipitado al vacío desde el décimo piso donde ella vivía falleciendo en el acto.

Se sintió radiante de felicidad, ¡Dios pone a cada uno en su sitio! -pensó- y con disposición se dirigió a su escritorio para contarle a su diario las nuevas y gratificantes noticias. Embelesada por la situación, continuó escribiendo deseando un nuevo encuentro con su amor.

Se presentó en el entierro, no por Amelia, sino por sus padres, les tenía mucho aprecio ya que siempre se habían portado muy bien con ella. Incontables veces se había quedado a dormir en su casa, donde se sentía cómoda como en la suya propia.

Al finalizar el acto, Miguel se acercó a ella preguntándole si le apetecía ir a tomar un café, tenía algo que decirle. Sin demostrar su entusiasmo, aceptó la invitación y pensó que quizá podría caber la posibilidad de una reconciliación.

Y no estaba equivocada, él entristecido le contó lo mal que se había sentido los últimos días, se había dado cuenta del error cometido, la echaba mucho de menos y estaba a punto de dejar a Amelia cuando ocurrió el accidente. Lo besó con mucha ternura, aceptando sus disculpas y comenzando de nuevo su relación donde la habían dejado.

Esa noche el diario fue el testigo de su gran felicidad. Comenzaba a intuir que éste tenía mucho que ver con los últimos acontecimientos. Así pues, decidió hacer una prueba. Llevaba cinco años en la empresa como administrativa, y ansiaba pasar al departamento de dirección, era un ascenso considerable en el que su salario se vería multiplicado, además estar al lado de los altos cargos subiría su reconocimiento ante sus compañeros. Comenzó a escribir deseando ese ascenso soñado, y al finalizar, sonrió pensando que al fin las cosas saldrían como deberían de ser, con Miguel a su lado y un cargo importante en la empresa.

A la mañana siguiente, recibió una llamada de teléfono en la oficina, solicitaban su presencia en el despacho del director general en la sexta planta. Sus sospechas se habían confirmado, y ella previsoramente se había preparado para la ocasión, esa mañana se había puesto su mejor traje de chaqueta, le sentaba muy bien realzando su figura incluso haciéndola mejorar, se había dado un poco de maquillaje muy suave, resaltando su mirada con un poco de eyeliner y de rímel, y se había esmerado en su cabello que lucía rizado en una preciosa y brillante melena negra. Como esperaba, la ascendían directamente a secretaria del director general, saltándose por el medio varios puestos.

¡Tenía el mundo a sus pies! podía sentir su poder, en sus manos estaba la posibilidad de hacer lo que quisiera con su vida y con la de los demás. Ahora lo que más ansiaba era que Miguel le pidiese matrimonio. Estaba agotada, había sido un gran día, así que detallando brevemente lo ocurrido en el día y haciendo su petición, se fue directa a darse un buen baño.

Algo llamó su atención cuando una vez fuera de la bañera, mientras secaba su cuerpo, en su hombro sintió un tacto extraño, acercándose al espejo de medio lado distinguió una fea mancha del tamaño de una mandarina que iba desde la parte anterior a la posterior, era de un color muy oscuro, casi negro e intentando frotarla fue consciente de que no salía, era algún problema en su piel. Restó importancia al episodio, con ese diario en su poder todo carecía de importancia. Después de escribir en él pidiendo la desaparición de la mancha, se acostó tranquila en compañía de su amado Miguel, esperando que llegase enseguida el próximo día, en el que sabía que él le haría una petición muy deseada.

Como esperaba, Miguel se lo pidió. Era sábado y después de pasar el día en casa, la llevó a cenar a un bonito y caro restaurante, donde a la luz de las velas y acompañado de un violinista, expresó su deseo de hacerla su esposa, entregándole un precioso anillo de brillantes que se ceñía perfectamente a su dedo.

Acordaron el matrimonio para dentro de un mes, y excusándose se retiró un momento con intención de ir al aseo, el curioso diario la acompañaba dentro de su bolso, y sacándolo redactó una petición más, entonces todo sería perfecto, quería ser la directora general, con eso tendría bastante por el momento, ¿qué más podía pedir? Bueno, una bonita y gran casa no estaría mal, así que continuando la pidió.

Al día siguiente los despertó el teléfono muy temprano, no eran más que las ocho de la mañana. El sr. Gómez, miembro del consejo de directivos de la empresa, requería su presencia urgente, algo grave había ocurrido.

Observando su entorno aun dormida, fue consciente de que su casa, no era la de siempre, asomándose en la ventana pudo distinguir un precioso jardín con un entrada espectacular. Pero ahora tenía prisa, ya se ocuparía en ver todo a su regreso.

Se encaminó apresurada a la ducha, donde comprobó que la mancha no solo no había desaparecido, sino que ahora era más grande, ocupando todo su hombro al completo. Sin preocuparse, de eso se ocuparía más tarde, se duchó, saliendo disparada de la preciosa y nueva casa.

En el despacho todo era confusión, el director general había fallecido esa noche en su casa, y el nuevo proyecto que tenían en vistas, necesitaba de la supervisión y la gestión de alguien. Nadie lo controlaba más que ella, que había trabajado minuciosamente en él. Así que por unanimidad le otorgaban el cargo a ella de manera indefinida.

Llegó a casa radiante, contando la nueva y gran noticia a Miguel, que mostrándose entusiasmado la abrazó colmándola de besos. La casa era enorme, más de lo que ellos necesitaban, pero a ella le gustaba así, una gran mansión como cumbre a su amor.

No había pensado pedir nada más a su diario por el momento, más que la desaparición de esa fea mancha, pero pensó que Miguel también merecía un reconocimiento en su empresa. Trabajaba en un gabinete de abogados, había encontrado ese trabajo nada más licenciarse, pero no se estaba realizando como era debido, más bien lo usaban para pequeños casos sin importancia y de fácil resolución. Así que deseó efusivamente que lo nombrasen socio, de esta manera llevaría los casos más importantes.

El despertador sonó y pensó que se acababa de meter en cama, estaba muy cansada y le dolía terriblemente su hombro. Una vez en el baño, se horrorizó al ver la amplitud que había cogido la mancha, abarcando parte de su cuello y su pecho, y por detrás ocupando todo el costado.

Una vez vestida, se colocó un pañuelo atado, con el animo de que no se viese esa horrible mancha que adornaba su cuello, tal vez enfrascada en grandes deseos, no había requerido con bastante interés que la mancha desapareciese. Al volver del trabajo lo intentaría nuevamente.

Le costó arrancar en el trabajo, se sentía aletargada y somnolienta, además el nuevo puesto le generaba mucha ansiedad, realmente no estaba preparada para él, había sido demasiado precipitada al pretenderlo. En cuanto recibió una llamada telefónica de Miguel, el día pareció transcurrir mejor, al otro lado de la línea se mostraba totalmente enfervorizado, le habían propuesto ser socio del bufete, algo que lo había hecho muy dichoso. La fue a recoger al trabajo al finalizar su jornada, mostrándose embriagado de entusiasmo ante la nueva oportunidad laboral.

Cuando llegaron a casa, se sentía febril y el dolor del hombro se había trasladado por toda su espalda afectando a sus piernas. Aún así, se dedicó unos instantes para escribir en su diario suplicando que al día siguiente esa mancha ya no existiese, ni el malestar que la estaba torturando.

Después de una terrible noche llena de dolores y sueños confusos y sin sentido, llegó la mañana. Se sentía peor incluso que el día anterior, aún así se obligó a levantarse, no podía faltar ahora al trabajo cuando se esperaba tanto de ella. En cuanto entró en el aseo, un grito resonó en toda la casa. Miguel se presentó allí con rapidez, y en cuanto la vio una expresión de desagrado se dibujó en su rostro.

Toda su bella cara era una horrible mancha negra, desnudándose pudo apreciar que casi cubría todo su cuerpo. Sin pensarlo, Miguel cubriéndola con una bata la sacó de allí, deberían ir al hospital...

Una vez allí cursaron un parte de ingreso, nadie sabía lo que tenía... Después de dos días, no había centímetro de su cuerpo que no estuviese cubierto, sufría de terribles dolores que la torturaban día y noche, y extraños delirios la inquietaban martirizando su mente, hablaba de un diario maldito y le pedía a Miguel que lo quemase, que era el mal...

Después de días de pruebas y muchos dolores, le detectaron un extraño caso de cáncer de piel fugaz, le quedaba muy poco de vida, así que le aconsejaron a Miguel que la mejor opción era sedarla dado el sufrimiento que le estaba causando, y que así se fuese apagando sin sufrir. Entendiendo que era lo mejor que podía hacer por ella, aceptó. Y solo tardó un día en abandonar su tormento y el de los que la rodeaban...

Días después, Miguel hizo llegar a los padres de María todas sus cosas personales. En una de las cajas, oculto entre libros se hallaba el diario, que sus padres por respeto a ella no habían sido capaces de leer, quemándolo en una pequeña hoguera.




lunes, 14 de octubre de 2013

"AMOR ENTRE EL DOLOR"

Me acababan de detectar un cáncer de testículos y aunque me lo había tomado de manera positiva, no dejaba de estar muy preocupado. Me habían asegurado que tenía muchas posibilidades de superarlo si me sometía a un tratamiento mixto de radioterapia y quimioterapia. Y en una de esas sesiones, la conocí a ella.

Aunque estaba ojerosa y delgada, y un color cenizo se distinguía en su piel, pude adivinar un bonito rostro provisto de una dulzura espectacular. Era increíble que yo, el mismo chico que siempre me había rodeado de bellas mujeres con cuerpos espectaculares, fijase ahora mis ojos en una muchacha enferma sin cabellos sobre su cabeza. Supongo que el verme en esa sala llena de dolor, rodeada de gente especial con unas ganas de vivir increíbles, cursó un cambio en mí.

Se llamaba Blanca y comenzamos a coincidir en las sesiones, entablando una gran amistad en poco tiempo. Nuestros encuentros se reducían a esas horas que pasábamos en el hospital recibiendo el tratamiento, y aunque yo había intentado quedar con ella fuera de allí para tomar algo juntos, ella se negó ya que llevaba muy mal los efectos secundarios, que la dejaban débil y con vómitos.

Nunca hablábamos allí de nuestra enfermedad, era como si fuese un tema “tabú”. Nuestras conversaciones transcurrían sobre libros, películas, y como no, llegando a tocar el tema sentimental. Por eso me enteré que en cuanto se puso enferma y durante su primera tandada de sesiones, después de perder todo su hermoso cabello cobrizo, él la había abandonado, demostrándole que no era nada más que algo con lo que lucir sus días. Había pasado una época mala, no solo por la enfermedad, sino también por el sentimiento de abandono. Yo no le hablé demasiado de mí, no quería que pensase mal, así que mi número incontable de conquistas lo dejé en el olvido, tan solo relaté alguna pequeña relación que me había tomado más en serio. No quería que se labrase una idea equivocada sobre mi.

Ansiaba acabar con el duro tratamiento para tener la oportunidad de conocerla fuera de allí, sabía que ella era más de lo que me demostraba en ese momento. Me atraía irresistiblemente y cada noche me acostaba pensando en Blanca, deseando que fuese ya por la mañana para poder reunirnos en nuestro tratamiento diario.

Una vez acabadas las sesiones, conseguí entablar una cita, era algo que llevaba días deseando, y algo me decía que ella también.

La llevé a cenar a uno de los ricos restaurantes donde yo era asiduo, ni se me pasó por la cabeza que podría pasar por mostrarme en público con ella, era lo que yo quería y me sentía orgulloso de su compañía. Y me arrepiento, no por mí, sino por Blanca... se que lo pasó mal y me sentí culpable, no quería que nada ensombreciera esa preciosa mirada. Todos la miraban con repulsión, sentí asco por rodearme con ese tipo de gente, personas inhumanas sin pizca de sensibilidad, que ni siquiera fueron capaces de disimular su desagrado.

Nos fuimos sin tomar el postre, Blanca estaba incómoda y la verdad es que no me extrañaba, yo mismo me sentía fuera de lugar. La llevé a dar un paseo por la playa, y allí sentados en una roca, comenzamos a hablar de nuestra enfermedad. Le expliqué cual era mi problema, y que lo más seguro es que me quedase estéril, pero eso era lo que menos me preocupaba con tal de recuperar mi salud.

Ella sonrío con esa dulzura tan peculiar, diciéndome que eso no era importante, había muchos niños solos buscando una familia, y comenzó a hablarme de lo suyo.

Llevaba diez años luchando contra el maldito cáncer, que no dejaba de reproducirse en un lado y en el otro. Había comenzado en el útero y la habían vaciado, por lo que el tener niños ya era algo impensable en ella, lo dijo de manera tan graciosa y natural que los dos nos echamos a reír, -somos tal para cual- expresó ella. Después de un tiempo cuando la enfermedad casi había quedado en el olvido, se le presentó en el estómago, pasando terribles dolores y problemas graves para poder alimentarse, y ahora lo tenía en sus dos pechos tocando incluso los pulmones. Ahora los tumores eran más grandes y peligrosos, pero no perdía la esperanza. Llevaba muchas sesiones de quimioterapia que la habían desprovisto de pelo y la habían debilitado mucho, pero el ánimo lo tenía alto. Quería superarlo.

Y la besé, primero con miedo, pues no sabía cuál podía ser su reacción, y al verme correspondido lo profundicé con mucha pasión y ternura. Y sentí eso que relata mucha gente enamorada, y que yo hasta el momento no había disfrutado de esa sensación en ninguna de mis conquistas. Ese fluir de mariposas en el estómago que me lo encogían y me ponían nervioso, nervios agradables y plácidos.

A partir de aquel día comenzamos una bonita relación que a pesar de llenarme nunca tenía bastante. Nuestra primera relación sexual fue mágica, en la que acariciando su cuerpo y besando sus cicatrices, disfrute de un encuentro deleitoso pleno de sensaciones extraordinarias que me hicieron gozar de manera sublime.

Mi recuperación iba viento en popa, el tumor había desaparecido, incluso cabía la posibilidad de recuperar mi función reproductiva. Ya solo me quedaban revisiones anuales para asegurarnos de que no volvía a presentarse, aunque esa era una probabilidad muy remota.

Sin embargo Blanca, a mi pesar, empeoró, tuvieron que ingresarla y extirparle los dos pechos y parte de un pulmón. Me sentía triste y desmoralizado. No soportaba su sufrimiento y ni siquiera se me pasaba por la cabeza la posibilidad de poder perderla, ¡eso no podía pasar! Mis leales amigos que compartieron mi dolor, intentaban prepararme para un probable desenlace fatal, pero yo incrédulo no pensaba en eso pudiera llegar a pasar.

Una vez recuperada de la operación, volvieron las duras sesiones de quimioterapia de las que yo me preocupé en llevarla y recogerla. Cada vez que volvíamos a casa, era como si una muñeca de trapo me acompañase en el recorrido hasta nuestro hogar. La acostaba en la cama y la acariciaba con mucha ternura, acercándole el cubo cada vez que una nueva náusea la hacía vomitar.

Se iba apagando día a día, sus ojos ya no brillaban, lo único inamovible en ella, era esa bella dulzura que siempre la acompañaba. Me mentalicé por fin, sabía que su final estaba próximo, y el mío también.

Cogí unos días en la empresa, para poder disfrutar de ella hasta el último segundo de su vida. Era injusto, quizá un castigo por mi vida promiscua llena de vicios, pero me iban a arrebatar lo más hermoso y lo más querido que tenía, sabía que jamás encontraría una como ella, solo esperaba que existiese la posibilidad de un reencuentro en otra vida, o la reencarnación o lo que fuese que existiese, un amor tan puro y verdadero no podía permanecer en el olvido...

Una bonita mañana de primavera me pidió que le hiciese el amor por última vez, necesitaba que la poseyese y sentirme dentro de ella. Y lo hicimos, y cierto fue que no hubo más... se quedó en mis brazos al acabar, mientras musitaba un gracias y un te querré siempre...

Mi vida ya nunca fue igual, ya no quise compañía femenina, ninguna le llegaba ni a las suelas de los zapatos a mi dulce Blanca, y hasta nuestro encuentro final, seguí mi triste vida, trabajando e intentando sobrevivir a tanta pena...

"HERENCIA"

Siempre había gozado de una capacidad intuitiva asombrosa, permitiéndome acertar en mis decisiones, a lo cual nunca había dado más importancia que la propia casualidad.

Cuando cumplí los veinte años falleció mi abuela paterna, sumiéndome en una gran tristeza. Estaba muy unida a ella, refugiándome en sus faldas en multitud de ocasiones cuando era muy pequeña y mis padres me castigaban o me prohibían hacer algo, ya de adolescente fue mi gran confidente y consejera; dejándome llevar por sus consejos y mi gran intuición todo era relativamente fácil.

Pasados dos meses, mi madre y yo nos acercamos hasta la casa de la abuela, con el ánimo de recoger las pertenencias que no quisiéramos conservar, y el resto, puesto que iban a hacer un rastrillo en el barrio para poder ayudar a una familia que estaba pasando un mal momento, lo embalaríamos con destino a tan buena acción, a la abuela esto la haría muy feliz.

Su ropa era muy alegre, preciosos vestidos de diversos colores adornaban su armario, así que aprovechamos prácticamente todo depositando todas las prendas en una caja para el rastrillo. Tan solo me quedé con un fular que combinaba distintos tonos de azul que siempre me había gustado.

Una vez que acabamos con la ropa, nos dispusimos a recoger y embalar distintas figuras y objetos. Su casa allá por donde fueras, estaba llena de brujas y hadas que eran su gran debilidad. Apartando dos para conservar de recuerdo, el resto se iría para la causa.

Hacer esto era doloroso, pero no podíamos preservar todo lo que tenía la abuela, no teníamos sitio, además la idea era mudarme para allí en cuanto fuese posible, y necesitaba espacio.

Subimos al desván, aunque sabíamos que ella poco antes de morir, se había preocupado de vaciarlo y de limpiarlo. Mamá me seguía subiendo las escaleras que accedían arriba, y yo sentí que una fuerza misteriosa me llamaba hacia ese cuarto que siempre había gozado de un gran misterio para mí, allí en infinidad de ocasiones había jugado con la abuela en medio de aquella luz tenue que lo caracterizaba, disfrazándome y escondiéndome para que ella me encontrase. Intuía que mamá escondía algo, fue algo que sentí en cuanto falleció la abuela, pero por más que miraba sus ojos, no conseguía averiguar que es lo que ocultaban.

Arriba estaba todo muy cambiado, el precioso y grande espejo de pié que la abuela había conservado de su bisabuela, que con seguridad guardaba los reflejos de mi infancia, seguía allí, lo cual me alegró, era algo que  bajaría para la casa buscándole una buena ubicación, merecía la pena lucirlo. Por lo demás todo estaba vacío, claro que no eran más que viejos muebles que seguro estarían llenos de carcoma. Tan solo descubrí debajo de la pequeña ventana, el viejo baúl donde la abuela guardaba los vestidos antiguos, me acerqué corriendo esperando encontrar alguno de ellos, y allí estaban, preciosas telas de raso y tul, conformaban aquel bello vestuario que tanto me gustaban, incluso algunos tenían su gorrito haciendo juego. Revolví recordando un viejo kimono japonés que la abuela había traído de un viaje a la Japón, y en mis ansias encontré un libro.

Despedía un olor agradable, aroma a plantas y a naturaleza... Era grande y muy viejo, de duras pastas oscuras en las que no acertaba a distinguir el color, cogiéndolo con cuidado entre mis manos, me acerqué a mi madre, mostrando lo que acababa de encontrar.

Bajamos a la sala, mientras yo entre alucinada y sorprendida me senté en el sillón azul con el libro en mis brazos, mamá no dejaba de observarme, supongo que tratando de encontrar un gesto complaciente ante mi descubrimiento.
  • ¿Sabes lo qué es? -me preguntó-.
  • ¡No! -respondí mientras pasaba mi mano por una preciosa estrella de cinco puntas que aparecía impresa en la tapa-.
Al momento la estrella comenzó a brillar en distintos colores, lo que hizo que impresionada soltase el libro cayendo el mismo al suelo. Mi madre se acercó despacio y lo cogió con delicadeza entregándomelo de nuevo mientras me hablaba:
  • Este libro pertenecía a tu abuela, y antes que a ella, pasó por las mujeres de las distintas generaciones de la familia desde hace quinientos años.
  • ¿Es un libro de brujería? -pregunté asustada-.
  • Yo no lo llamaría así -me dijo mamá- por lo que yo se, es un libro de hechizos, tu abuela era una bruja, pero de magia blanca, siempre la ha usado para el bien. Se llama “Necronomicón”, ella me lo había explicado para que yo te pudiese contar si es que ella faltaba antes de poder hacerte entrega del mismo. Es un libro muy valioso, antes de pertenecer a su familia, había pertenecido a otra, que dejando de procrear mujeres, perdieron todos los derechos sobre el mismo.
  • ¿Y cuándo me lo pensaba dar?
  • En tu veintiún cumpleaños, ese era el día, pero puesto que ella ha fallecido, a ti te corresponde desde ahora, hacerte cargo del mismo, y usarlo siempre que sea necesario para hacer el bien. Eres su sucesora...
  • Pero mamá.... ¡yo no se como funciona! ¡no tengo ni idea de como va esto! ¡jamás la abuela me explicó nada...! -dije con ganas de llorar-.
  • Cariño, no debes preocuparte, es algo que está dentro de ti, a medida que vayas leyendo el libro, tus poderes se irán acentuando, y sabrás en cada momento como debes actuar.
  • ¡Háblame más sobre el libro mamá!, ¿qué más sabes?
  • El mismo contiene rituales, hechizos, conjuros y un precioso tratado elemental de la magia blanca, y aunque en su interior también encontrarás distintos apuntes sobre la magia negra, debes evitar hacer uso de ellos. La estrella de la portada es de cinco puntas, llamada pentagrama mágico, siempre se la ha relacionado con la magia, se supone que es un talismán de protección, aunque su utilización masiva y su imagen más popular proviene del satanismo, aunque en este caso la estrella figura invertida. ¿Te has dado cuenta que la estrella te ha reconocido?
  • Si, claro, ¿por eso se ha encendido? -pregunté confusa-.
  • Si hija, ¿sabes lo que representan las cinco puntas? Piensa, no es muy difícil.
  • Supongo que los cinco elementos ¿no?
  • Cierto, tierra, aire, fuego, agua y espíritu -me respondió confirmando lo que me imaginaba-.
  • ¿Qué debo hacer ahora?
  • Ahora nos iremos para casa, y en tus ratos libres leerás el libro, absorbiendo su energía y impregnándote de su poder, y muy pronto sabrás lo que debes hacer...
Una nueva vida comenzó ante mi adquiriendo rápidamente conocimientos sobre cosas que ni siquiera sabían que existían. Ejecutando actos veniales hacia las personas que me necesitaban, sin cambiar su futuro, era la primera regla que debía cumplir, jamás ir en contra del destino ni intentar cambiarlo, quizás era una prueba, porque yo gozaba de ese poder que podría dar un giro importante a la vida de muchos, pero alterándolo originaría cambios que podrían ser fatales.

Tuve muchos contactos con mi abuela, en los que seguía aconsejándome como había hecho en vida, y su ayuda para mi, fue tan necesaria que no sería la gran bruja que soy en este momento.

Y mi vida siguió, cargada de buenos y malos momentos, aprendiendo que la vida es única y aquí debemos de ayudarnos todos. Lo que viene después, es una consecuencia de nuestros hechos pasados...





domingo, 13 de octubre de 2013

"ILUSIONES ROTAS"

Dolor que atenaza mi cuerpo y me abre en canal devorando mis entrañas...
Pena profunda que fluye por dentro de mí igual que la sangre, regando mi corazón de la más pesada aflicción...
Sentimientos sin fundamento que un día quizá fueron correspondidos, ocultando la triste realidad...
Ilusiones truncadas por un hombre vil y traicionero, destruyendo mi futuro de forma irreparable...
Rabia sincera y feroz que me hincha las venas y me exaspera...
Impotencia cruel que degolla mi cabeza y me lleva a la locura...
Maldito egoísmo el suyo, que me mantuvo engañada tanto tiempo mancillando mi alma...
Cariño mentiroso, dulces y falsas palabras, miradas cargadas de veneno de un hombre cruel...
Manos que tocan sin amar, labios que besan sin querer, insolencia de un ser malvado que abusa de la sinceridad y el amor de una mujer...
Puro deseo sexual que me mantuvo engañada arrastrándome a un vacío sin final...
Preguntas sin respuesta que alguna vez hice y otras que no me atrevía a hacer por temor a una respuesta...
Palabras hirientes que mancillaron mi corazón para siempre, aislándolo del mundo...
Traición del hombre que no decía una verdad manteniendo mi ilusión engañada...
Amenazas de abandono que un día intuí que se cumplirían, aunque ciega yo, no quería creer...
Esperanza perdida que jamás encontraré...
Rencor infinito al sexo opuesto, ya que no creo que haya uno bueno...
Oportunidades que se perdieron por el camino sin un retorno visible ni una probabilidad...
Corazón roto que jamás se podrá remendar...
Futuro truncado... mañana inviable... ilusiones perdidas... dolor tortuoso...
Incierta vida la que ahora se presenta, mientras las horas pasan sin esperar nada...
Cansancio infinito que atenaza mi cuerpo, en el que no cabe ni gota de calma...
Fantasías que vuelan esperando un mañana, guardando una venganza que calme mi alma...
Odio cruel y deseos impensables hacia el hombre salvaje que hirió a la mujer...
Dulce vendetta que un día a ti llegará...


"EL ÁNGEL GUARDIÁN"

Lo amaba con todas sus fuerzas, tanto, que hasta le dolía, pero su amor era imposible, jamás se haría realidad. Lo que no había encontrado en vida, ahora convertida en un “ángel guardián”, el amor había llenado su alma inmortal, llenándola de fuertes sentimientos desconocidos por ella hasta ahora.

No podía permitir que nadie se enterase o le cambiarían de protegido, se resignaba a estar cerca de él absorbiendo su esencia y llenándose de ella, mejor eso que nada...

Llegar a él había sido algo casual, había gozado de buena vida, ayudando siempre a los demás, jamás había dañado a nadie incluso en ocasiones causándole un prejuicio a ella misma. Por eso tras su muerte precoz con tan solo veintiún años, la habían premiado con el honor de ser un “ángel guardián”. Debería cuidar, vigilar y aconsejar mentalmente a su protegido hasta el día de su muerte. Su guardián anterior había ascendido a “ángel celestial”, por lo que había quedado una vacante libre para acompañar la vida de Rubén y había sido para ella.

La verdad es que eran muy parecidos, siempre se mostraba preocupado por los demás, atento y cariñoso con su familia y amigos, y como ella jamás había encontrado el amor. Se estaba involucrando demasiado en la vida de él, llegando a afectarle los malos momentos que en alguna ocasión se le presentaron en su vida y rabiando de celos cada vez que conocía una nueva chica.

Sabía que no estaba bien, no debería tener esos sentimientos hacia él, pero no podía evitarlo, era algo mucho más fuerte que la voluntad de ella. Lo correcto hubiese sido decirlo, pero sabía que si lo hacía la apartarían de Rubén, y eso era algo que ella no podría soportar.

Cuando él dormía, se sentaba a su lado observando su cuerpo y acariciándolo con mucho amor; una de esas noches, él, sintiendo algo, despertó y busco en la oscuridad intentando adivinar algo. Después, se quedó despierto un buen rato pensando, y ella adentrándose en su mente, descubrió que hacía pocos días que la sentía, intuía que algo bueno y bello acompañaba sus días y sus noches, llegando a respirar su aroma, dulce olor a flores y a aire puro de las montañas, y percibió su melancolía, deseoso de hacer realidad unas fantasías en las que participaba ella, lo cual la complacía haciéndola sentir muy feliz, ya que el amor que sentía parecía ser sinceramente compartido.

Pero todo se supo ¿Cómo podía pensar que podría mantener oculta su bella historia de amor? Y la castigaron por no haber dado la voz de alarma en cuanto comenzó a tener sentimientos hacia él. La rebajaron arrebatándole la oportunidad de volver a verlo, de sentirlo, de amarlo en silencio... Ahora sería lo que todos despreciaban y a ninguno complacía, un “ángel de la muerte”.

Sus días transcurrían con mucha pena en su interior, no podía concebir pasar la inmortalidad con tanto dolor. Dolor que se cruzaba continuamente en su camino cada vez que debía ir a recoger un alma para acompañarla ante el “ángel supremo” para que valorando su vida, le encomendase una misión o le abriese la puerta que llevaba al paraíso, pocos disfrutaban de ese placer sin más, antes de acceder allí deberían cumplir con algún deber para ganarse la entrada a la felicidad plena.

Sin duda, cargar con su dolor pesaba mucho, pero sumado el ajeno, era más de lo que podía aguantar, ¿hasta cuándo ese castigo? Lo echaba de menos, ansiaba estar en su compañía y sentía que la muerte había sido muy injusta con ella, había sido buena persona, actuando siempre por el bien del prójimo, ¡no merecía una eternidad así! La perfección en su vida hubiera sido el conocerlo a él, pero el haberlo hecho en la muerte, era una tortura...

Un día la luz negra que la guiaba siempre en busca de las almas encomendadas, la llevó hacia Rubén, no se lo podía creer, una terrible enfermedad se había cebado con él en pocos meses, y cuando lo vio no creyó conocerlo, estaba muy delgado, con sus preciosos ojos hundidos y tan desesperanzado que sintió ganas de poder abrazarlo para poder susurrarle al oído que no se preocupase, que todo ahora iría bien, el dolor desaparecería dejando en su lugar una paz y una felicidad infinita que recorrería cada centímetro de su cuerpo.

El la sintió una vez más, y mirando hacia el vacío, sonrió mientras ella elevando sus manos arrastro su hermosa alma. Juntos hicieron el camino hacia su destino sin dejar de mirarse encandilados, pero sin emitir una sola palabra.

Una vez ante el “ángel supremo”, no la dejó marchar, expresando que tenía que hablar con los dos. Sabía cuanto dolor la había embargado todo aquel tiempo, añorando al joven que tenía a su lado, los dos habían sido bellas personas y eso merecía una recompensa, eran almas gemelas y su destino sería el estar juntos y no iba a ser él el que pusiese trabas para ello. Así que dictaminó que Rubén durante un corto período de tiempo ocuparía su sitio como “ángel de la muerte”, y a ella se le abrirían las puertas del paraíso donde esperaría la llegada de él.

Dicho esto se marchó, permitiendo un breve instante para que la pareja pudiera despedirse. Mirándose a los ojos se dijeron todo sin necesidad de palabras, abrazándose con ternura en una despedida que sabían que sería de corta duración, después de la cual les esperaba la felicidad plena, y para siempre juntos.
Después de todo la muerte resultó mucho mejor que su corta vida en la tierra, les esperaba un futuro dichoso.