lunes, 14 de octubre de 2013

"AMOR ENTRE EL DOLOR"

Me acababan de detectar un cáncer de testículos y aunque me lo había tomado de manera positiva, no dejaba de estar muy preocupado. Me habían asegurado que tenía muchas posibilidades de superarlo si me sometía a un tratamiento mixto de radioterapia y quimioterapia. Y en una de esas sesiones, la conocí a ella.

Aunque estaba ojerosa y delgada, y un color cenizo se distinguía en su piel, pude adivinar un bonito rostro provisto de una dulzura espectacular. Era increíble que yo, el mismo chico que siempre me había rodeado de bellas mujeres con cuerpos espectaculares, fijase ahora mis ojos en una muchacha enferma sin cabellos sobre su cabeza. Supongo que el verme en esa sala llena de dolor, rodeada de gente especial con unas ganas de vivir increíbles, cursó un cambio en mí.

Se llamaba Blanca y comenzamos a coincidir en las sesiones, entablando una gran amistad en poco tiempo. Nuestros encuentros se reducían a esas horas que pasábamos en el hospital recibiendo el tratamiento, y aunque yo había intentado quedar con ella fuera de allí para tomar algo juntos, ella se negó ya que llevaba muy mal los efectos secundarios, que la dejaban débil y con vómitos.

Nunca hablábamos allí de nuestra enfermedad, era como si fuese un tema “tabú”. Nuestras conversaciones transcurrían sobre libros, películas, y como no, llegando a tocar el tema sentimental. Por eso me enteré que en cuanto se puso enferma y durante su primera tandada de sesiones, después de perder todo su hermoso cabello cobrizo, él la había abandonado, demostrándole que no era nada más que algo con lo que lucir sus días. Había pasado una época mala, no solo por la enfermedad, sino también por el sentimiento de abandono. Yo no le hablé demasiado de mí, no quería que pensase mal, así que mi número incontable de conquistas lo dejé en el olvido, tan solo relaté alguna pequeña relación que me había tomado más en serio. No quería que se labrase una idea equivocada sobre mi.

Ansiaba acabar con el duro tratamiento para tener la oportunidad de conocerla fuera de allí, sabía que ella era más de lo que me demostraba en ese momento. Me atraía irresistiblemente y cada noche me acostaba pensando en Blanca, deseando que fuese ya por la mañana para poder reunirnos en nuestro tratamiento diario.

Una vez acabadas las sesiones, conseguí entablar una cita, era algo que llevaba días deseando, y algo me decía que ella también.

La llevé a cenar a uno de los ricos restaurantes donde yo era asiduo, ni se me pasó por la cabeza que podría pasar por mostrarme en público con ella, era lo que yo quería y me sentía orgulloso de su compañía. Y me arrepiento, no por mí, sino por Blanca... se que lo pasó mal y me sentí culpable, no quería que nada ensombreciera esa preciosa mirada. Todos la miraban con repulsión, sentí asco por rodearme con ese tipo de gente, personas inhumanas sin pizca de sensibilidad, que ni siquiera fueron capaces de disimular su desagrado.

Nos fuimos sin tomar el postre, Blanca estaba incómoda y la verdad es que no me extrañaba, yo mismo me sentía fuera de lugar. La llevé a dar un paseo por la playa, y allí sentados en una roca, comenzamos a hablar de nuestra enfermedad. Le expliqué cual era mi problema, y que lo más seguro es que me quedase estéril, pero eso era lo que menos me preocupaba con tal de recuperar mi salud.

Ella sonrío con esa dulzura tan peculiar, diciéndome que eso no era importante, había muchos niños solos buscando una familia, y comenzó a hablarme de lo suyo.

Llevaba diez años luchando contra el maldito cáncer, que no dejaba de reproducirse en un lado y en el otro. Había comenzado en el útero y la habían vaciado, por lo que el tener niños ya era algo impensable en ella, lo dijo de manera tan graciosa y natural que los dos nos echamos a reír, -somos tal para cual- expresó ella. Después de un tiempo cuando la enfermedad casi había quedado en el olvido, se le presentó en el estómago, pasando terribles dolores y problemas graves para poder alimentarse, y ahora lo tenía en sus dos pechos tocando incluso los pulmones. Ahora los tumores eran más grandes y peligrosos, pero no perdía la esperanza. Llevaba muchas sesiones de quimioterapia que la habían desprovisto de pelo y la habían debilitado mucho, pero el ánimo lo tenía alto. Quería superarlo.

Y la besé, primero con miedo, pues no sabía cuál podía ser su reacción, y al verme correspondido lo profundicé con mucha pasión y ternura. Y sentí eso que relata mucha gente enamorada, y que yo hasta el momento no había disfrutado de esa sensación en ninguna de mis conquistas. Ese fluir de mariposas en el estómago que me lo encogían y me ponían nervioso, nervios agradables y plácidos.

A partir de aquel día comenzamos una bonita relación que a pesar de llenarme nunca tenía bastante. Nuestra primera relación sexual fue mágica, en la que acariciando su cuerpo y besando sus cicatrices, disfrute de un encuentro deleitoso pleno de sensaciones extraordinarias que me hicieron gozar de manera sublime.

Mi recuperación iba viento en popa, el tumor había desaparecido, incluso cabía la posibilidad de recuperar mi función reproductiva. Ya solo me quedaban revisiones anuales para asegurarnos de que no volvía a presentarse, aunque esa era una probabilidad muy remota.

Sin embargo Blanca, a mi pesar, empeoró, tuvieron que ingresarla y extirparle los dos pechos y parte de un pulmón. Me sentía triste y desmoralizado. No soportaba su sufrimiento y ni siquiera se me pasaba por la cabeza la posibilidad de poder perderla, ¡eso no podía pasar! Mis leales amigos que compartieron mi dolor, intentaban prepararme para un probable desenlace fatal, pero yo incrédulo no pensaba en eso pudiera llegar a pasar.

Una vez recuperada de la operación, volvieron las duras sesiones de quimioterapia de las que yo me preocupé en llevarla y recogerla. Cada vez que volvíamos a casa, era como si una muñeca de trapo me acompañase en el recorrido hasta nuestro hogar. La acostaba en la cama y la acariciaba con mucha ternura, acercándole el cubo cada vez que una nueva náusea la hacía vomitar.

Se iba apagando día a día, sus ojos ya no brillaban, lo único inamovible en ella, era esa bella dulzura que siempre la acompañaba. Me mentalicé por fin, sabía que su final estaba próximo, y el mío también.

Cogí unos días en la empresa, para poder disfrutar de ella hasta el último segundo de su vida. Era injusto, quizá un castigo por mi vida promiscua llena de vicios, pero me iban a arrebatar lo más hermoso y lo más querido que tenía, sabía que jamás encontraría una como ella, solo esperaba que existiese la posibilidad de un reencuentro en otra vida, o la reencarnación o lo que fuese que existiese, un amor tan puro y verdadero no podía permanecer en el olvido...

Una bonita mañana de primavera me pidió que le hiciese el amor por última vez, necesitaba que la poseyese y sentirme dentro de ella. Y lo hicimos, y cierto fue que no hubo más... se quedó en mis brazos al acabar, mientras musitaba un gracias y un te querré siempre...

Mi vida ya nunca fue igual, ya no quise compañía femenina, ninguna le llegaba ni a las suelas de los zapatos a mi dulce Blanca, y hasta nuestro encuentro final, seguí mi triste vida, trabajando e intentando sobrevivir a tanta pena...

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