María
se sentía triste, amargada y llena de odio, su amiga desde que eran
pequeñas, Amalia, le había arrebatado lo más importante y lo que
más quería en su vida, a Miguel, su gran amor, su pareja, su
compañero, su mejor amigo... solo ella sabía cuanto lo amaba.
Siempre había compartido con ella todos sus problemas y secretos, y
nadie más que Amelia había estado en los malos y buenos momentos.
Desde que había conocido a Miguel, ella había sido su confidente y
consejera, por eso ahora no entendía que se hubiese inmiscuido en su
relación, arrancándole de cuajo sus ilusiones puestas en él.
Paola
y Sandra la habían animado para ir a tomar algo juntas, le vendría
bien desahogarse y distraer un poco la mente, pero ese día no era
una buena compañía para nadie. Ansiaba llegar a casa y refugiarse
en su dolor, la traición había sido de los dos, no culpaba solo a
Amelia, dos personas no hacen algo si una no quiere... sentía una
rabia tan dentro que se culpó por no haber sido capaz de detectar
las intenciones de su antes amiga.
En
casa nada la entretenía, así que recordando un viejo diario que
había encontrado en el desván cuando había comprado aquella casa,
decidió buscarlo y comenzar a escribir todo lo ocurrido, -podría
servirle como terapia, desahogando en él toda su pena, mostrando en
sus palabras el odio que sentía ahora por esas dos personas-.
Como
recordaba lo había guardado en un cajón de la cómoda de su
habitación. Lo cogió con suavidad y abrazándolo contra su pecho se
dirigió hacia la sala con el ánimo de comenzar a escribir un poco.
En
la portada se distinguían dos fotos de una misma joven vestida con
traje de época, en la primera se hallaba desolada llorando a lágrima
viva, y en la segunda una amplia sonrisa dibujaba su rostro. Estaba
sin estrenar y sus páginas interiores habían adquirido un color
amarillento debido al paso del tiempo. Mientras pasaba las hojas,
algo cayó de su interior, se agachó para recogerlo, era una pequeña
nota, y al desdoblarla apreció unas letras casi ilegibles,
encendiendo la lampara de la pequeña mesa del ordenador, acercó al
foco aquel pequeño papel para intentar leer lo que allí decía:
y
al detalle las relatarás,
pero
cuidado con lo que deseas,
que
en tu contra se volverá".
Era
extraño, pero no le dio importancia, con seguridad la dueña del
diario lo había escrito, quizás con la intención de comenzar a
relatar sus vivencias en aquel block. sin darle más trascendencia lo
tiró.
Comenzó
a escribir relatando como había sido su relación con Miguel desde
el principio, y como la que consideraba amiga la había despojado de
su futuro arrebatándole al hombre de su vida. Expresó al detalle
toda la rabia y malos sentimientos hacia la pareja, deseando que algo
le arrebatase la vida a Amelia.
Al
día siguiente por la tarde, su amiga Paola la llamó para
comunicarle una mala noticia, que a ella la deleitó llenándola de
felicidad. Amelia, sin saber como había ocurrido, se había
precipitado al vacío desde el décimo piso donde ella vivía
falleciendo en el acto.
Se
sintió radiante de felicidad, ¡Dios pone a cada uno en su sitio!
-pensó- y con disposición se dirigió a su escritorio para contarle
a su diario las nuevas y gratificantes noticias. Embelesada por la
situación, continuó escribiendo deseando un nuevo encuentro con su
amor.
Se
presentó en el entierro, no por Amelia, sino por sus padres, les
tenía mucho aprecio ya que siempre se habían portado muy bien con
ella. Incontables veces se había quedado a dormir en su casa, donde
se sentía cómoda como en la suya propia.
Al
finalizar el acto, Miguel se acercó a ella preguntándole si le
apetecía ir a tomar un café, tenía algo que decirle. Sin demostrar
su entusiasmo, aceptó la invitación y pensó que quizá podría
caber la posibilidad de una reconciliación.
Y
no estaba equivocada, él entristecido le contó lo mal que se había
sentido los últimos días, se había dado cuenta del error cometido,
la echaba mucho de menos y estaba a punto de dejar a Amelia cuando
ocurrió el accidente. Lo besó con mucha ternura, aceptando sus
disculpas y comenzando de nuevo su relación donde la habían dejado.
Esa
noche el diario fue el testigo de su gran felicidad. Comenzaba a
intuir que éste tenía mucho que ver con los últimos
acontecimientos. Así pues, decidió hacer una prueba. Llevaba cinco
años en la empresa como administrativa, y ansiaba pasar al
departamento de dirección, era un ascenso considerable en el que su
salario se vería multiplicado, además estar al lado de los altos
cargos subiría su reconocimiento ante sus compañeros. Comenzó a
escribir deseando ese ascenso soñado, y al finalizar, sonrió
pensando que al fin las cosas saldrían como deberían de ser, con
Miguel a su lado y un cargo importante en la empresa.
A
la mañana siguiente, recibió una llamada de teléfono en la
oficina, solicitaban su presencia en el despacho del director general
en la sexta planta. Sus sospechas se habían confirmado, y ella
previsoramente se había preparado para la ocasión, esa mañana se
había puesto su mejor traje de chaqueta, le sentaba muy bien
realzando su figura incluso haciéndola mejorar, se había dado un
poco de maquillaje muy suave, resaltando su mirada con un poco de
eyeliner y de rímel, y se había esmerado en su cabello que lucía
rizado en una preciosa y brillante melena negra. Como esperaba, la
ascendían directamente a secretaria del director general, saltándose
por el medio varios puestos.
¡Tenía
el mundo a sus pies! podía sentir su poder, en sus manos estaba la
posibilidad de hacer lo que quisiera con su vida y con la de los
demás. Ahora lo que más ansiaba era que Miguel le pidiese
matrimonio. Estaba agotada, había sido un gran día, así que
detallando brevemente lo ocurrido en el día y haciendo su petición,
se fue directa a darse un buen baño.
Algo
llamó su atención cuando una vez fuera de la bañera, mientras
secaba su cuerpo, en su hombro sintió un tacto extraño, acercándose
al espejo de medio lado distinguió una fea mancha del tamaño de una
mandarina que iba desde la parte anterior a la posterior, era de un
color muy oscuro, casi negro e intentando frotarla fue consciente de
que no salía, era algún problema en su piel. Restó importancia al
episodio, con ese diario en su poder todo carecía de importancia.
Después de escribir en él pidiendo la desaparición de la mancha,
se acostó tranquila en compañía de su amado Miguel, esperando que
llegase enseguida el próximo día, en el que sabía que él le haría
una petición muy deseada.
Como
esperaba, Miguel se lo pidió. Era sábado y después de pasar el día
en casa, la llevó a cenar a un bonito y caro restaurante, donde a la
luz de las velas y acompañado de un violinista, expresó su deseo de
hacerla su esposa, entregándole un precioso anillo de brillantes que
se ceñía perfectamente a su dedo.
Acordaron
el matrimonio para dentro de un mes, y excusándose se retiró un
momento con intención de ir al aseo, el curioso diario la acompañaba
dentro de su bolso, y sacándolo redactó una petición más,
entonces todo sería perfecto, quería ser la directora general, con
eso tendría bastante por el momento, ¿qué más podía pedir?
Bueno, una bonita y gran casa no estaría mal, así que continuando
la pidió.
Al
día siguiente los despertó el teléfono muy temprano, no eran más
que las ocho de la mañana. El sr. Gómez, miembro del consejo de
directivos de la empresa, requería su presencia urgente, algo grave
había ocurrido.
Observando
su entorno aun dormida, fue consciente de que su casa, no era la de
siempre, asomándose en la ventana pudo distinguir un precioso jardín
con un entrada espectacular. Pero ahora tenía prisa, ya se ocuparía
en ver todo a su regreso.
Se
encaminó apresurada a la ducha, donde comprobó que la mancha no
solo no había desaparecido, sino que ahora era más grande, ocupando
todo su hombro al completo. Sin preocuparse, de eso se ocuparía más
tarde, se duchó, saliendo disparada de la preciosa y nueva casa.
En
el despacho todo era confusión, el director general había fallecido
esa noche en su casa, y el nuevo proyecto que tenían en vistas,
necesitaba de la supervisión y la gestión de alguien. Nadie lo
controlaba más que ella, que había trabajado minuciosamente en él.
Así que por unanimidad le otorgaban el cargo a ella de manera
indefinida.
Llegó
a casa radiante, contando la nueva y gran noticia a Miguel, que
mostrándose entusiasmado la abrazó colmándola de besos. La casa
era enorme, más de lo que ellos necesitaban, pero a ella le gustaba
así, una gran mansión como cumbre a su amor.
No
había pensado pedir nada más a su diario por el momento, más que
la desaparición de esa fea mancha, pero pensó que Miguel también
merecía un reconocimiento en su empresa. Trabajaba en un gabinete de
abogados, había encontrado ese trabajo nada más licenciarse, pero
no se estaba realizando como era debido, más bien lo usaban para
pequeños casos sin importancia y de fácil resolución. Así que
deseó efusivamente que lo nombrasen socio, de esta manera llevaría
los casos más importantes.
El
despertador sonó y pensó que se acababa de meter en cama, estaba
muy cansada y le dolía terriblemente su hombro. Una vez en el baño,
se horrorizó al ver la amplitud que había cogido la mancha,
abarcando parte de su cuello y su pecho, y por detrás ocupando todo
el costado.
Una
vez vestida, se colocó un pañuelo atado, con el animo de que no se
viese esa horrible mancha que adornaba su cuello, tal vez enfrascada
en grandes deseos, no había requerido con bastante interés que la
mancha desapareciese. Al volver del trabajo lo intentaría
nuevamente.
Le
costó arrancar en el trabajo, se sentía aletargada y somnolienta,
además el nuevo puesto le generaba mucha ansiedad, realmente no
estaba preparada para él, había sido demasiado precipitada al
pretenderlo. En cuanto recibió una llamada telefónica de Miguel, el
día pareció transcurrir mejor, al otro lado de la línea se
mostraba totalmente enfervorizado, le habían propuesto ser socio del
bufete, algo que lo había hecho muy dichoso. La fue a recoger al
trabajo al finalizar su jornada, mostrándose embriagado de
entusiasmo ante la nueva oportunidad laboral.
Cuando
llegaron a casa, se sentía febril y el dolor del hombro se había
trasladado por toda su espalda afectando a sus piernas. Aún así, se
dedicó unos instantes para escribir en su diario suplicando que al
día siguiente esa mancha ya no existiese, ni el malestar que la
estaba torturando.
Después
de una terrible noche llena de dolores y sueños confusos y sin
sentido, llegó la mañana. Se sentía peor incluso que el día
anterior, aún así se obligó a levantarse, no podía faltar ahora
al trabajo cuando se esperaba tanto de ella. En cuanto entró en el
aseo, un grito resonó en toda la casa. Miguel se presentó allí con
rapidez, y en cuanto la vio una expresión de desagrado se dibujó en
su rostro.
Toda
su bella cara era una horrible mancha negra, desnudándose pudo
apreciar que casi cubría todo su cuerpo. Sin pensarlo, Miguel
cubriéndola con una bata la sacó de allí, deberían ir al
hospital...
Una
vez allí cursaron un parte de ingreso, nadie sabía lo que tenía...
Después de dos días, no había centímetro de su cuerpo que no
estuviese cubierto, sufría de terribles dolores que la torturaban
día y noche, y extraños delirios la inquietaban martirizando su
mente, hablaba de un diario maldito y le pedía a Miguel que lo
quemase, que era el mal...
Después
de días de pruebas y muchos dolores, le detectaron un extraño caso
de cáncer de piel fugaz, le quedaba muy poco de vida, así que le
aconsejaron a Miguel que la mejor opción era sedarla dado el
sufrimiento que le estaba causando, y que así se fuese apagando sin
sufrir. Entendiendo que era lo mejor que podía hacer por ella,
aceptó. Y solo tardó un día en abandonar su tormento y el de los
que la rodeaban...
Días
después, Miguel hizo llegar a los padres de María todas sus cosas
personales. En una de las cajas, oculto entre libros se hallaba el
diario, que sus padres por respeto a ella no habían sido capaces de
leer, quemándolo en una pequeña hoguera.
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