Nuestra
vida en Mountain Valley siempre había sido muy humilde, quizá
demasiado, siempre llena de carencias, sin embargo nunca me sentí
más dichosa que mis primeros años allí.
Papa
trabajaba en la mina de carbón y su pequeño salario nos daba para
lo justo sin contar con ningún extra. Mamá había quedado muy
delicada en su último parto, así que había tenido que dejar su
trabajo a media jornada, en el taller de camisas que había en el
pueblo.
Yo,
puesto que era la mayor, aunque solo tenía doce años cuando nació
la pequeña Cathy, tuve que hacerme cargo de mis hermanos y de la
casa, mamá pasó varios meses encamada sin poder hacer nada por
nosotros. Aunque un tiempo después pareció recuperarse, ya nunca
fue la misma, así que yo seguía ayudando todo lo que podía sin
descuidar mis estudios, esperaba en el futuro poder sacar la carrera
de magisterio y comprar una bonita casa en el pueblo a mis padres.
Cada
mañana después de ayudar a mamá con el desayuno, salía con mis
hermanos hacia el colegio. Teníamos media hora de trayecto, y en la
mayoría de ocasiones tenía que cargar en brazos con Cathy, era su
primer año y era un camino largo para unas pequeñas piernecitas.
Los gemelos Luke y Sam tenían ya seis años, eran unos niños muy
alegres y fuertes, corrían siempre delante nuestra parándose cada
vez que encontraban una lagartija o algún insecto.
Los
días de invierno se hicieron especialmente duros, los pequeños no
llevaban calzado ni ropa adecuada, y Cathy que siempre había sido de
salud frágil, faltaba muchos días debido a los frecuentes catarros
que cogía.
Por
la tarde, después de hacer los deberes, siempre que el tiempo nos
dejaba, solíamos bajar a jugar al lago, estaba a cinco minutos de
casa y era un lugar de escape para los cuatro, fuera de la vieja y
húmeda cabaña. Los gemelos jugaban felices subiéndose a los
árboles, mientras Cathy recogía flores para ponerse en el pelo y
venía corriendo junto a mí diciéndome: - Mira Eve ¿a qué Cathy
está guapa?
Jimmy
había estado conmigo en el colegio desde pequeños, siempre habíamos
jugado juntos considerándolo uno de mis mejores amigos, pero el
último año, algo había cambiado. Comenzó a frecuentar con
nosotros las tardes en el lago, jugando con los pequeños mientras yo
los observaba embelesada. Era muy bueno y cariñoso con ellos, además
tenía una gran paciencia con los gemelos que nunca parecían estar
cansados. Cathy se colgaba de él en cuanto lo veía sin dejarlo ni
un momento a solas. En ocasiones lo descubrí viendo para mi de
manera extraña, lo que me hacía ruborizar.
Comenzó
a salirnos también al encuentro en nuestro camino hacia la escuela,
y eso que el vivía en el pueblo, lo cuál agradecí, así nos
turnábamos para llevar en brazos a Cathy.
Nuestros
encuentros comenzaron a ser más frecuentes e intensos, saliendo en
alguna ocasión de casa cuando todos dormían, para poder vernos en
secreto.
Un
amor intenso nos invadía, y aunque en ese momento yo solo tenía
quince años, sentía que Jimmy era el amor de mi vida. Siempre había
sido una muchacha madura, quizá la vida que me había tocado vivir,
había hecho de mí una niña adelantada a mi edad. Me desenvolvía
muy bien en todos los quehaceres domésticos llevando perfectamente
al día mis tareas escolares.
Mamá
comenzó a interrogarme, intuyendo que algún cambio se estaba
cursando en mí: - Tienes un brillo encantador en los ojos mi dulce
Evelyn -me dijo una mañana- ¿Quizás hay algún pretendiente que a
ti te complace? -preguntó-. - No mamá -dije resoplando- no quería
hablar con ella de Jimmy, no por ahora.
Pasamos
dos años de encuentros furtivos que no habían hecho más que
consolidar nuestro amor. Jimmy me había pedido en infinidad de
ocasiones el anunciar a todos nuestra bonita relación, no había por
que ocultarlo, teníamos una edad en la que no esconderse no tenía
sentido, y yo siempre respondía lo mismo: - todavía no Jimmy, un
poco más adelante -.
Sé
que a él le molestaba, pero algo dentro de mí me decía que en
cuanto se supiese, algo lo iba a estropear... Era un presentimiento
que me había perseguido desde el primer día, y pese a eso y ante la
insistencia de él, acabé cediendo. Que poco equivocada estaba...
En
cuanto se lo dije a mis padres, mamá comenzó a llorar y papá
levantádose y acercándose a la ventana, me prohibió el volver a
verlo.
- Pero papá, es el amor de mi vida, con él quiero casarme y tener hijos -contesté asustada comenzando a llorar -no entendía nada-.
- ¡Te he dicho que no puedes estar con él! -me gritó enfadado mientras yo me sobresaltaba, jamás me había hablado así-.
- Quizás deberías explicárselo -dijo mamá que había parado de llorar- creo que lo que menos merece, es una explicación.
- ¡Papá!, nos queremos... ¿qué está pasando? ¿por qué no podemos estar juntos?
- Por qué es tu hermano -me dijo con dureza-.
Todo
estalló como la pólvora, haciendo que el mundo se hundiese bajo mis
pies, a nuestro alrededor un derrumbe en cadena se iba sucediendo y
nuestra bella vida se había convertido en cenizas que jamás
deberían volver a revivir. Un muro enorme nos separaba, sin que
hubiese posibilidad de echarlo abajo.
Esa
noche, cuando nos encontramos secretamente como era habitual, nos
abrazamos en silencio rotos por el dolor. Lloramos amargamente, cada
lágrima por cada pecado cometido del que nosotros, no éramos
culpables.
A
Jimmy se lo llevaron muy lejos, a la gran ciudad a casa de unos
familiares, querían alejarlo de aquí, alejarlo de mi, y seguramente
fue lo más apropiado, pues el vernos cada nuevo día sería una dura
tortura.
Días
después papá llevándome a pasear hacia el lago, me contó que un
año antes de casarse con mamá, tuvo un desliz con una bella mujer,
la madre de Jimmy, quedando ella en estado. Pero él no la quería,
no como su mujer para compartir toda una vida, y tiempo después ella
conoció a un hombre que se hizo cargo de ella y de su hijo.
Mis
días en Mountain Valley ya no fueron iguales, me volví retraída y
ausente, y mi mirada denotaba una gran melancolía. Mis hermanos
llenaban como podían ese pesado vacío que había dejado Jimmy en mi
vida. Y esperaba con impaciencia, que alguien viniese pronto a
ayudarme a recuperar de nuevo mi alegría y mis ganas de vivir.
No
tuve que esperar demasiado tiempo. Unos meses después falleció el
médico del pueblo y vino un nuevo doctor a ocuparse de la consulta,
en compañía de su bonita familia. Justin su hijo mayor, comenzó
poco a poco a entrar en mi corazón ganándoselo merecidamente,
puesto que era lo más parecido a Jimmy que hubiese imaginado, aunque
no igual, mi Jimmy siempre sería insuperable...
Un
nuevo futuro se presentaba ante mi, en el que intenté poner el
máximo de ilusión posible, aunque una parte de mí, había quedado
seriamente dañada de manera irrecuperable. Justin supo todo lo que
había pasado, y creo que se conformó con se el segundo, eso me
demostró todo lo que me quería y le dí la oportunidad de compartir
mi vida junto a él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario