Llevaba
una semana sin verlo y sin hablar por teléfono. Lo que en principio
fue un alivio, se tornó en una mezcla de sentimientos rotos que me
causaban nostalgia y tristeza.
Todo
había comenzado con una tonta pelea, las más intensa hasta ahora,
lo demás habían sido pequeños enfados sin importancia y que ni siquiera era algo habitual en nosotros. Quizás por ello la bronca
había causado tal resultado.
Ahora
era consciente de lo que amaba a ese hombre y de lo mucho que lo
necesitaba. Extrañaba sus besos, sus abrazos, sus caricias.
Melancólicamente recordaba nuestros encuentros sexuales tan
placenteros y el hacerlo me excitaba sutilmente.
El
enfado había sido un absurdo. Después de una romántica cena,
cuando nos hallábamos esperando a que nos sirvieran el café,
descubrí en una de las mesas del fondo a mi ex-pareja Nico. Hacía
mucho tiempo que no nos veíamos, así que disculpándome un momento
de Luis, me acerqué a su mesa con ánimo de saludarlo. Habíamos
estado ocho años juntos y aunque la relación no cuajó sentía por
él mucho cariño, era buena persona y siempre me había tratado muy
bien. Lo que en principio iban a ser unos minutos, se volvió casi media hora.
Cuando
regresé a la mesa, pude atisbar una expresión de disgusto en el
rostro de Luis. Pidiendo la cuenta me sugirió el irnos para casa. Ya
en el coche comenzaron los reproches, dejando caer que estaba liada
con Nico. Una vez en casa ya fue insostenible, gritos e insultos por
ambos lados, lo que acabó con mi decisión de romper con él
invitándolo a que abandonase el domicilio conyugal. Sin mediar
palabra preparó una maleta con algunas de sus pertenencias
diciéndome que en unos días ya pasaría a recoger el resto, y se
marchó...
Desde ese día no volví a saber nada de él, me sentía muy apenada y
afligida. Decidí llamarlo por teléfono, tomaría el paso puesto que
Luis se había ido de nuestra casa porque yo lo obligué.
Descolgué
el teléfono y marqué su número, comunicaba. Volví a intentarlo y
el resultado fue el mismo. Colgué pensando tristemente que quizá
estaba hablando con alguna chica, yo lo había apartado de mi lado.
Me
refugié en el sofá envuelta en una manta, no porque hiciese frío,
simplemente ese "acocho" me hacía sentir un poco mejor en compañía
de esa soledad que me torturaba.
Alguien
llamó a la puerta y cuando abrí, estaba Luis allí plantado, tan
guapo y atractivo como de costumbre. Un simple “hola” fue su
saludo y yo le respondí invitándolo a pasar.
Mi
corazón iba a mil, a pesar de que él parecía indiferente y
ausente. No me miraba y eso me dolía amargamente. Me preguntó
mirando hacia el suelo como me encontraba y mi respuesta fue un
“mal” muy lastimoso.
- Vengo a recoger mis cosas -me dijo- y también estoy mal -continuó en un susurro- ¡Te echo de menos Tania! ¿qué es lo que nos pasó? ¡Eramos la pareja perfecta!
- Te quiero Luis -no pude menos que decir- y me está volviendo loca esta situación ¡no puedo vivir sin ti! -dije mientras unas lagrimas resbalaban por mis mejillas-.
Ahora
sí me miró a los ojos, con mucha dulzura secó con sus dedos las
lagrimas de mi rostro, y me besó con tanta ternura y tanto amor que
me hizo estremecer, era como si nada hubiese pasado. Elevándome en
sus brazos me dirigió a nuestro dormitorio, y allí me poseyó con
una pasión arrebatadora haciéndome sentir que realmente estábamos
hechos el uno para el otro, conectados ya de por vida.
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