miércoles, 2 de octubre de 2013

"LA ESPERA"

Lo sentía muy dentro de mí, en mi alma, en mi corazón... En cada recoveco de mi cuerpo que él había tocado y besado, residía... Todo me lo recordaba, mi dulce Sam, desde una canción, unos versos, una sonrisa... Todo era él.

Vivir en aquella casa era una tortura diaria, todos me habían aconsejado que la vendiese y me buscase otra para alejarme de aquel dolor que lentamente me estaba matando, pero no podía hacerlo... Era la casa que habíamos comprado juntos y sabía a ciencia cierta que Sam estaba allí conmigo, esperando a que llegase mi hora para volver a encontrarnos y no separarnos jamás.

Solo esperaba que ese momento no tardase, no lograba superar su pérdida que me había dejado sumida en una triste soledad. Ya nada me ilusionaba, nada me importaba... Algo tan simple como los recuerdos del pasado junto a él me permitían pasar los días, dejándome en trance por horas, reviviendo una y otra vez nuestros encuentros.

Seguíamos conectados, toda la vida lo habíamos estado y conseguía acertar a sentir sus caricias y sus besos cerrando mis ojos... Mi querido Sam... que atrocidad nos han hecho separándonos así con toda una vida por delante... Si alguien o algo tenía el poder sobre la vida y la muerte, era muy cruel. Un amor tan mágico y sincero no se puede separar así... La muerte lo alejó de mí, dejándome desgraciada y moribunda, cada día mi vida se evaporaba un poco más... Se puede morir de tristeza, ahora lo se y no hay nada ni nadie que pueda evitarlo. No quiero medicación, no quiero amigos, solo lo quiero a él conmigo...

El día estaba próximo, lo sentía... quizá era la debilidad que atenazaba todo mi cuerpo, ya no comía ni bebía y mi descanso se había reducido a esos pequeños instantes de ensoñación donde me veía disfrutando de mi amor, “mi Sam...”. Por momentos acertaba a descubrir su rostro, mirándome sonriente y transmitiéndome con su mirada mucha paz y tranquilidad.


Y allí me encontraron, en aquel sofá convertido en mi nicho, envuelta en aquella manta de cuadros rojos resultando ser mi mortaja, y por fin pude refugiarme en sus brazos para siempre... 

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