viernes, 25 de octubre de 2013

"UN PERFECTO DESCONOCIDO"

Lo observé lascivamente, iba detrás de él hacia mi trabajo, y sin poder evitar perderme en su bonito trasero, desvié un poco mi camino, no me importaba tener que volver más tarde sobre mis pasos. Me sentía cautivada y atraída por aquel atractivo desconocido que llevaba mis pasos hacia donde él iba. Aproveché un semáforo en rojo donde nos paramos, para terminar de embelesarme con él. Cuerpo perfecto, rostro bello y sensual... definitivamente era para mí. Después de cruzar se adentró en un edificio de oficinas, pero no estaba nada perdido, buscaría la forma de encontrarme con él y le hablaría. Su destino y el mío seguían la misma trayectoria, de eso estaba segura.

A la mañana siguiente, salí a la misma hora de casa para intentar encontrarme con el hombre de belleza sublime que tanto me había atraído. Y allí estaba él, destacaba en medio de la gente como un dios del Olimpo. Era alto y fornido; aunque iba vestido de traje, se apreciaba perfectamente un cuerpo atlético bien formado; su piel era morena al igual que su pelo, y sus ojos brillaban con una intensidad propia de una estrella y de un color negro como jamás había visto. Iba sin afeitarse, una barba incipiente de dos días le daba un aire sofisticado y seductor.

Me puse a su altura, algo tenía que hacer para iniciar una conversación. Me tiré de lado contra él, haciendo el ademán de que me torcía un pié, y él galantemente me sujetó de una caída que yo no había previsto, había puesto tanto ímpetu en la torcedura que me hice daño de verdad.
  • ¿Estás bien? -me preguntó amablemente-.
  • Sí -respondí azorada- Lo siento -continué mientras me desprendía de sus brazos- Olía maravillosamente bien, y llené mis pulmones con su aroma para recordarlo mas tarde-.
  • No tienes que disculparte, encantado de que hayas tropezado contra mi -dijo sonriendo, mostrando unos dientes endiabladamente blancos y perfectos-.
No pude evitar ruborizarme, e intenté ocultarlo agachándome para tocar mi pie lastimado. Sin mediar palabra se agachó conmigo encontrándose nuestras manos en mi tobillo.
  • No ha sido nada, tan solo una pequeña torcedura, tengo los tobillos muy elásticos -dije mientras nuestros ojos se encontraban, había deseado tanto ese momento de estar tan cerca de él, y ahora no sabía ni que decirle...-.
  • ¿Puedes caminar sin problema? -preguntó clavando sus ojos en los míos-.
  • Si, claro -me sentía completamente acobardada, su sola presencia me ponía muy nerviosa. Esperaba que no pensase que era una chica tonta, en mis pensamientos había sido tan valiente y a la hora de la verdad me sorprendía el mostrarme tan tímida-.
Seguimos juntos el camino hasta llegar al edificio donde el día anterior había entrado. Fue una corta conversación en la que solo se digno a preguntarme si trabajaba por allí cerca, a lo que respondí afirmativamente sin dar más reseñas.
  • Bueno, yo me quedo aquí -me dijo estrechándome la mano mientras su mirada se posaba en mi de manera muy penetrante turbándome de nuevo-. ¡Espero encontrarte mañana de nuevo!
  • Es probable -contesté mostrando un falso desinterés-.
De camino hacia mi trabajo me llame una y mil veces estúpida, todo lo que había planeado se había convertido en una situación ridícula, me sentía avergonzada, no sabía si al día siguiente tendría el valor de hacerme la encontradiza de nuevo con él, no había sido capaz de entablar una conversación en condiciones, ni siquiera sabía aún su nombre, ¡pero qué tonta! Qué buena ocasión desperdiciada...

Pasé el resto del día muy malhumorada sin hablar con nadie en el trabajo, conocían de sobra mi carácter, así que sabían que cuando estaba así, lo mejor era no dirigirme la palabra.

Por la mañana, amanecí de mejor humor, pero cuando estaba desayunando una llamada de trabajo terminó por estropearme el día. Debía de ir lo antes posible a la oficina, un problema informático requería mi presencia urgente. En otra situación no me hubiese importado, pero hoy estaba completamente decidida a hablar con él, finalmente el joven desconocido no debía de ser para mi...

Salí antes del trabajo, y dado lo temprano que era decidí acercarme al centro para recoger a una amiga e ir a tomar algo juntas, quizá buscaría su consejo... Cuando pasé por al lado del edificio donde trabajaba él, tropecé con alguien que salía apurado de allí. ¡No me lo podía creer! ¡otra vez en sus brazos! Salió con tanta fuerza que si no me agarra hubiese acabado en el suelo.
  • ¡Vaya! ¡Lo siento! Parece que el destino lo ha tomado con nosotros -dijo riendo-. ¿Estás bien? ¿Te has hecho daño?
  • No -dije sonriendo también-. Estoy bien.
  • Perdona, salí desenfrenado porque iba a llevarle unos impresos que le acaban de quedar olvidados a un cliente -dijo mostrándome las hojas que llevaba en la mano- pensé que si apuraba lo encontraría por aquí-.
  • ¡Ah bueno! Pues no te entretengo, corre tal vez lo pilles.
  • No, si da igual, ya volverá, no te preocupes. ¿Ya has salido del trabajo? -preguntó con curiosidad-.
  • Si, hoy salí antes. -respondí-.
  • ¿Haces algo?  ¿tienes tiempo para tomar algo?, yo solo tengo que subir estos papeles y ya estoy libre -no me lo podía creer, me estaba invitando a tomar algo-.
  • La verdad que no tengo nada que hacer, iba a matar el tiempo dando una vuelta -mentí, aunque tampoco era una gran mentira, no había quedado con mi amiga, ella no sabía que la iba a ir a buscar-.
Pasamos el resto de la tarde y parte de la noche juntos. Una química especial se palpaba en el aire, era una atracción mutua y mágica, no tenía duda alguna, y ese día comenzó una bonita relación de la que esperaba un gran futuro. Era algo distinto a lo que hasta el momento había tenido, y una dulce sensación me decía que ésto, solo era el principio.


jueves, 24 de octubre de 2013

"CONSECUENCIAS DEL AYER"

Nuestra vida en Mountain Valley siempre había sido muy humilde, quizá demasiado, siempre llena de carencias, sin embargo nunca me sentí más dichosa que mis primeros años allí.

Papa trabajaba en la mina de carbón y su pequeño salario nos daba para lo justo sin contar con ningún extra. Mamá había quedado muy delicada en su último parto, así que había tenido que dejar su trabajo a media jornada, en el taller de camisas que había en el pueblo.

Yo, puesto que era la mayor, aunque solo tenía doce años cuando nació la pequeña Cathy, tuve que hacerme cargo de mis hermanos y de la casa, mamá pasó varios meses encamada sin poder hacer nada por nosotros. Aunque un tiempo después pareció recuperarse, ya nunca fue la misma, así que yo seguía ayudando todo lo que podía sin descuidar mis estudios, esperaba en el futuro poder sacar la carrera de magisterio y comprar una bonita casa en el pueblo a mis padres.

Cada mañana después de ayudar a mamá con el desayuno, salía con mis hermanos hacia el colegio. Teníamos media hora de trayecto, y en la mayoría de ocasiones tenía que cargar en brazos con Cathy, era su primer año y era un camino largo para unas pequeñas piernecitas. Los gemelos Luke y Sam tenían ya seis años, eran unos niños muy alegres y fuertes, corrían siempre delante nuestra parándose cada vez que encontraban una lagartija o algún insecto.

Los días de invierno se hicieron especialmente duros, los pequeños no llevaban calzado ni ropa adecuada, y Cathy que siempre había sido de salud frágil, faltaba muchos días debido a los frecuentes catarros que cogía.

Por la tarde, después de hacer los deberes, siempre que el tiempo nos dejaba, solíamos bajar a jugar al lago, estaba a cinco minutos de casa y era un lugar de escape para los cuatro, fuera de la vieja y húmeda cabaña. Los gemelos jugaban felices subiéndose a los árboles, mientras Cathy recogía flores para ponerse en el pelo y venía corriendo junto a mí diciéndome: - Mira Eve ¿a qué Cathy está guapa?

Jimmy había estado conmigo en el colegio desde pequeños, siempre habíamos jugado juntos considerándolo uno de mis mejores amigos, pero el último año, algo había cambiado. Comenzó a frecuentar con nosotros las tardes en el lago, jugando con los pequeños mientras yo los observaba embelesada. Era muy bueno y cariñoso con ellos, además tenía una gran paciencia con los gemelos que nunca parecían estar cansados. Cathy se colgaba de él en cuanto lo veía sin dejarlo ni un momento a solas. En ocasiones lo descubrí viendo para mi de manera extraña, lo que me hacía ruborizar.

Comenzó a salirnos también al encuentro en nuestro camino hacia la escuela, y eso que el vivía en el pueblo, lo cuál agradecí, así nos turnábamos para llevar en brazos a Cathy.

Nuestros encuentros comenzaron a ser más frecuentes e intensos, saliendo en alguna ocasión de casa cuando todos dormían, para poder vernos en secreto.

Un amor intenso nos invadía, y aunque en ese momento yo solo tenía quince años, sentía que Jimmy era el amor de mi vida. Siempre había sido una muchacha madura, quizá la vida que me había tocado vivir, había hecho de mí una niña adelantada a mi edad. Me desenvolvía muy bien en todos los quehaceres domésticos llevando perfectamente al día mis tareas escolares.

Mamá comenzó a interrogarme, intuyendo que algún cambio se estaba cursando en mí: - Tienes un brillo encantador en los ojos mi dulce Evelyn -me dijo una mañana- ¿Quizás hay algún pretendiente que a ti te complace? -preguntó-. - No mamá -dije resoplando- no quería hablar con ella de Jimmy, no por ahora.

Pasamos dos años de encuentros furtivos que no habían hecho más que consolidar nuestro amor. Jimmy me había pedido en infinidad de ocasiones el anunciar a todos nuestra bonita relación, no había por que ocultarlo, teníamos una edad en la que no esconderse no tenía sentido, y yo siempre respondía lo mismo: - todavía no Jimmy, un poco más adelante -.

Sé que a él le molestaba, pero algo dentro de mí me decía que en cuanto se supiese, algo lo iba a estropear... Era un presentimiento que me había perseguido desde el primer día, y pese a eso y ante la insistencia de él, acabé cediendo. Que poco equivocada estaba...

En cuanto se lo dije a mis padres, mamá comenzó a llorar y papá levantádose y acercándose a la ventana, me prohibió el volver a verlo.
  • Esa relación no puede continuar -me dijo duramente- No podéis estar juntos.
  • Pero papá, es el amor de mi vida, con él quiero casarme y tener hijos -contesté asustada comenzando a llorar -no entendía nada-.
  • ¡Te he dicho que no puedes estar con él! -me gritó enfadado mientras yo me sobresaltaba, jamás me había hablado así-.
  • Quizás deberías explicárselo -dijo mamá que había parado de llorar- creo que lo que menos merece, es una explicación.
  • ¡Papá!, nos queremos... ¿qué está pasando? ¿por qué no podemos estar juntos?
  • Por qué es tu hermano -me dijo con dureza-.
Todo estalló como la pólvora, haciendo que el mundo se hundiese bajo mis pies, a nuestro alrededor un derrumbe en cadena se iba sucediendo y nuestra bella vida se había convertido en cenizas que jamás deberían volver a revivir. Un muro enorme nos separaba, sin que hubiese posibilidad de echarlo abajo.

Esa noche, cuando nos encontramos secretamente como era habitual, nos abrazamos en silencio rotos por el dolor. Lloramos amargamente, cada lágrima por cada pecado cometido del que nosotros, no éramos culpables.

A Jimmy se lo llevaron muy lejos, a la gran ciudad a casa de unos familiares, querían alejarlo de aquí, alejarlo de mi, y seguramente fue lo más apropiado, pues el vernos cada nuevo día sería una dura tortura.

Días después papá llevándome a pasear hacia el lago, me contó que un año antes de casarse con mamá, tuvo un desliz con una bella mujer, la madre de Jimmy, quedando ella en estado. Pero él no la quería, no como su mujer para compartir toda una vida, y tiempo después ella conoció a un hombre que se hizo cargo de ella y de su hijo.

Mis días en Mountain Valley ya no fueron iguales, me volví retraída y ausente, y mi mirada denotaba una gran melancolía. Mis hermanos llenaban como podían ese pesado vacío que había dejado Jimmy en mi vida. Y esperaba con impaciencia, que alguien viniese pronto a ayudarme a recuperar de nuevo mi alegría y mis ganas de vivir.

No tuve que esperar demasiado tiempo. Unos meses después falleció el médico del pueblo y vino un nuevo doctor a ocuparse de la consulta, en compañía de su bonita familia. Justin su hijo mayor, comenzó poco a poco a entrar en mi corazón ganándoselo merecidamente, puesto que era lo más parecido a Jimmy que hubiese imaginado, aunque no igual, mi Jimmy siempre sería insuperable...


Un nuevo futuro se presentaba ante mi, en el que intenté poner el máximo de ilusión posible, aunque una parte de mí, había quedado seriamente dañada de manera irrecuperable. Justin supo todo lo que había pasado, y creo que se conformó con se el segundo, eso me demostró todo lo que me quería y le dí la oportunidad de compartir mi vida junto a él.





martes, 22 de octubre de 2013

"AMNESIA"

Se había despertado por la mañana, en una cama que no conocía, observó su entorno sin descubrir nada que le resultase familiar. A su lado, un atractivo hombre desconocido dormía plácidamente.

Se levantó buscando el aseo y una vez que lo encontró se aproximó al espejo para ver la imagen que le devolvía. Una joven de largo cabello negro como el azabache y con unos grandes ojos verdes fue el reflejo encontrado, pero no se reconocía. Estaba mirándose pensativa cuando una voz le sorprendió desde la puerta:
  • ¡Hermosa como de costumbre! Eres maravillosa Marlene -dijo el hombre mientras se acercaba a ella con ademán de besarla-.
Al intuir ese posible contacto, ella se echó hacia atrás, rechazando el abrazo que tan entusiasmado venía a darle. Lo observó confundida, no sabía que hacer o que decir.
  • ¿Qué te ocurre cariño? -preguntó él-.
Entonces comenzó a llorar asustada ¿quién era? ¿cómo era su vida? ¿qué había ocurrido para que su mente se hallase vacía de recuerdos? Preguntas que se hizo en su mente sin hallar una respuesta.

El joven se acercó a ella, abrazándola con ternura, preguntándole si todo iba bien. Agarrándola por la cintura la acompañó hasta el dormitorio y sentados en la cama, le rogó que le contase lo que le pasaba.

Mientras él con dulzura secaba las lagrimas de sus ojos, ella se abrió a contarle el mal que parecía haberse presentado en ella, “su mente estaba en blanco”...
  • ¿No recuerdas nada Marlene? ¿No sabes quién soy yo? ¿Ni tan siquiera sabes tu nombre?
  • No -dijo ella-, bueno ahora el nombre si, por qué tú lo has dicho... pero no sé nada mas... -contestó volviendo a llorar de manera espasmódica-.
  • Está bien, relájate... -murmuró él, mientras acariciaba su espalda intentando tranquilizarla-. Ayer llegaste muy tarde a casa, tenías una reunión en el trabajo, no se que hora era, pero debía ser muy tarde, yo estaba durmiendo. Sentí que te duchabas y enseguida te acostaste a mi lado. Pero no comentaste nada...
Una ducha caliente la relajó un poco. Después de un buen desayuno, decidieron ir juntos a la oficina donde ella trabajaba, quizá había ocurrido algo durante la reunión, que bloqueándola la había hecho suprimir todos sus recuerdos.

Allí, no encontraron respuestas. La reunión había transcurrido tranquila y no se había alargado demasiado, en una hora estaban todos fuera, y todos menos ella habían ido a tomar algo, lo que quería decir que a las diez debería haber estado en casa. El horario no concordaba, Marlene debió llegar a casa cerca de las dos de la mañana, puesto que él se había acostado a la una, y aún había estado un rato en la cama viendo la televisión.

Puesto que a ella dada su indisposición le daban el día libre en el trabajo. Pablo decidió cogerlo por su cuenta, para intentar ayudar a su novia. Algo debió ocurrir en el transcurso de tiempo desde que acabó la reunión hasta que ella había llegado a casa, pero ¿lo qué?

En primer lugar se acercaron a la consulta de su amigo Gerardo, era psiquiatra y sin duda podría ayudarla. Como imaginó, le hizo un hueco, a pesar de que ese día tenía la agenda a tope.

Después de explicar lo que le ocurría. El diagnóstico fue claro, estaba en shock, algo la había traumatizado esa noche, haciendo que borrase no solo lo malo que pudiera haberle ocurrido, sino también lo bueno. Lo normal es que en unos días fuese recuperando poco a poco sus recuerdos, todos y cada uno de ellos, buenos y malos.

Si no fuese así, probarían una sesión de hipnosis que con toda seguridad la ayudaría. No la recomendaba de primeras, puesto que lo natural y menos agresivo para ella, era ir recuperándolos a cuenta gotas. Les aconsejó hacer el recorrido que supuestamente debería haber hecho ella de camino hacia casa, a ver si en el entorno, recordaba algo.

Comenzaron el camino partiendo desde la empresa de ella. No acostumbraba a llevar el coche, su casa estaba a solo veinte minutos caminando, y habitualmente en coche podía llegar a tardar algo más a causa del intenso tráfico en la zona. Ese día a pesar de la reunión, decidió hacer como de costumbre y no llevar el coche.

Caminaban juntos, pero Pablo la sintió distante. Ella no parecía confiada en la presencia de él, incluso le pareció descubrir una pizca de resentimiento. No hablaba si no era para responder alguna pregunta que él le hiciese. Supuso que era normal, para ella, él era un desconocido ¿por qué habría de confiar en él?

Durante el trayecto, aprovechó para hablarle de ellos y de su bonita relación. Llevaban cinco años juntos, cada cual mejor, por lo que se habían planteado seriamente el casarse. Ella lo observaba atentamente mientras detallaba como era su vida en pareja, y por momentos, le pareció descubrir en esos preciosos ojos verdes, ese brillo mágico que tanto lo encandilaba, como si por momentos algún pequeño detalle volviese a su mente.

En el último recorrido hacia su hogar, fue cuando todo saltó... Al pasar por la entrada de un callejón, Marlene comenzó a gritar descontroladamente, y aunque el intentó tranquilizarla abrazándola, enseguida sospechó que no estaba haciendo más que empeorar las cosas, así que soltándola, dejó que ella desahogase todo el dolor y la rabia que parecía estar en su interior. La gente los miraba con curiosidad, pero salvo un hombre nadie se acercó a preguntar qué pasaba y si necesitaban ayuda...

Esperó con paciencia a que ella terminase con esa crisis que pareció haberle dado, entonces, se acercaron a un banco que había en la acera de en frente. Una vez sentados, esperó a que ella comenzase la conversación, no quería forzarla a nada, esperaría a que ella estuviese dispuesta a hablar.

Después de un par de minutos, se abrazó a él sin dejar de llorar y de perdirle perdón llamándolo por su nombre, así que entendió que por lo menos algo de memoria había recuperado. Entonces, mientras él la acariciaba comenzó con su relato:
  • La reunión acabó muy pronto, más de lo que ninguno habíamos calculado, y propusieron dado lo temprano que era, el ir a tomar algo juntos, pero yo no quise, tenía ganas de ir a casa a refugiarme en el sofá contigo. Así que comencé el camino y al llegar al callejón, un hombre me asaltó y agarrándome con fuerza me introdujo al fondo del mismo... -le contó comenzando de nuevo con su llanto doloroso-.
  • Tranquila cielo, no tienes que preocuparte, ahora estás conmigo -dijo restando importancia al episodio, intuyendo que lo que le iba a contar a continuación le iba a doler-.
  • Entonces... ¡me violó...! -sentidas lagrimas resbalaban por su rostro, y él no pudo menos que abrazarla, aunque una rabia intensa le recorrió todo su cuerpo, ¡maldito bastardo! -pensó-. Más vale que no te cruces en mi camino...
En el hospital poco pudieron hacer, ya que era imposible recoger ninguna muestra para analizar y poder dar con el violador, puesto que ella se había duchado. Aún así cursaron una denuncia dando una descripción bastante detallada del delincuente.

Marlene comenzó con una terapia para intentar superar el triste drama que ahora la poseía, y que dificultaba por completo sus relaciones sexuales con Pablo. El, cariñoso y lleno de paciencia no insistía, tan solo la besaba y la acurrucaba en sus brazos para que se sintiera segura, fuera de todo peligro.

Dos meses después, lo cogieron. Acababa de violar a una joven, y sospechaban que era el culpable de la oleada de agresiones sexuales que se habían dado en la ciudad en los últimos meses. Marlene pareció revivir en cuanto supo la noticia, el saber que su agresor estaba en prisión a espera de juicio, la había tranquilizado mucho haciendo que mejorase notablemente en su terapia, llegando incluso a iniciar sus encuentros maritales con su pareja.

Pablo sintió no haber tenido la oportunidad de verlo delante de él, le hubiera gustado enseñarle que le pasa a los tipos así, aunque pensándolo bien, la justicia debe actuar y nadie debe tomársela por su cuenta. Solo le dolió cuando una semana después, un comunicado anunciaba el suicidio del delincuente, pena que no llegara a pasar el tiempo suficiente en la cárcel, los presos se encargarían de hacerle pagar todo el daño que había hecho...







"ÁNGEL PROTECTOR"

La bella doncella despidió a su amado caballero con lágrimas en los ojos, mientras se fundían en un tierno y sólido abrazo del que les costaba desprenderse. Miles de promesas flotaban en el aire a la espera de un futuro incierto del que esperaba le trajese de vuelta a su prometido, para así poder cumplir cada una de ellas...

Un reino aliado había solicitado ayuda en una batalla en la que se había visto envuelto, puesto que no tenía hombres suficientes para defender a su pequeño país. Así que el Rey David, había solicitado que se alistasen jóvenes y fuertes muchachos para prestar ayuda a su buen amigo el Rey Simón. Un terrible dolor embargaba a la joven de rojos cabellos mientras observaba desde lo alto de las rocas la marcha de su amante junto a la tropa.

Pasaron los días sin recibir noticia alguna, mientras una pesada incertidumbre hacía acopio de ella. El no saber que estaba ocurriendo en le campo de batalla la sumía en una inquietud abismal, en la que una y otra vez veía a su amado caer gravemente herido. Un terrible presentimiento la embargaba sin ser capaz de borrarlo de su mente; jamás habían estado separados y tal vez esa ausencia había hecho nacer en ella ese desasosiego que tanto la angustiaba.

Ante tanta intranquilidad, decidió hacer una visita a la bruja que vivía en una vieja casa muy cerca de la laguna errante. No temía el camino, la desazón que la poseía era mucho más fuerte que cualquier peligro que pudiese hallar en el camino. Así que decidida, emprendió la marcha en busca de alguna respuesta.

Había salido por la mañana temprano, y un bonito día parecía que la iba a acompañar, se había despertado con un precioso amanecer, en el que unos tímidos rayos de sol habían acariciado su rostro. Sin embargo, cuando al medio día se adentró en el frondoso bosque, una lluvia constante la acompañó durante el resto de trayecto, pequeñas alimañas se habían cruzado en su camino, que observándola la habían dejado pasar sin acercarse. Una zona muy espesa, llena de zarzas y grandes raíces que le dificultaban el caminar, le indicaban el final de su trayecto, detrás de aquella frondosidad debería estar la casa de la vieja hechicera.

En cuanto salió de allí, un pequeño claro le presentaba la cabaña. Había estropeado completamente su vestido, que caía roto y enganchado por los grandes espinos con los que se había encontrado. Golpeó tímidamente la puerta, nunca la había visto, aunque si había escuchado hablar de sus grandes poderes curativos y adivinos, prestando su ayuda ante cualquier problema que se le pudiera presentar a los vecinos del poblado, no pedía dinero, pero si agradecía comida y apreciaba mucho los buenos licores. Y eso es lo que le traía, licor de cereza hecho por ella misma.

La voz de la anciana sonó dulce al otro lado de la puerta, invitándola a pasar. Empujó la misma adentrándose en una cálida oscuridad, iluminada tan solo, por la luz que desprendía la hoguera de la chimenea. La casa era pequeña, un único cuarto daba cabida a todo, sus ojos le dejaron descubrir una cama hacia el lado derecho, en la izquierda una mesa con dos sillas y un mueble aparador con distintos utensilios de cocina adornaban la estancia, ella estaba sentada en una raída mecedora hacia un lado de la chimenea, donde también descubrió unos estantes con distintos botes que supuso contenían hierbas y esencias para sus hechizos.
  • ¡Pasa muchacha!, ¡no te quedes ahí plantada! -le dijo sonriendo mostrando una boca desdentada.
Se acercó con lentitud, intentando descubrir en el rostro de la vieja algún vago gesto de desagrado por su presencia. Pero no fue así, a pesar de sus arrugas y su encrespado pelo largo y blanco, transmitía mucha calma y mucha paz.
  • ¿Qué necesitas? ¿por qué has venido a mi hogar? -preguntó con amabilidad-.
  • Mi prometido se fue a la batalla, y una triste premonición me atormenta, -contestó afligida la bella joven-.
La anciana se levantó con dificultad, los huesos le dolían terriblemente a causa del reuma, y agarrando a la doncella por una mano la llevó hacia la mesa haciéndola sentar en una de las sillas, cogió un bote de lata que estaba en el aparador, y sentándose en frente, vació el contenido del mismo encima de la mesa.
  • Estas runas nos dirán el estado y el futuro de tu hombre, -comentó-.
Mientras hablaba, removió las piedras durante un instante, después del cual, se quedó absorta mirando para ellas, mientras un gesto de desaprobación se dibujaba en su rostro, lo cual asustó irremediablemente a la preciosa joven.
  • No estás equivocada muchacha, tu noble prometido se encuentra en peligro, la muerte lo acecha esperando el momento para arrancarle su alma...
  • No puede ser... -sollozó- ¿hay algo que podamos hacer? -preguntó suplicante-.
  • Si, claro que lo hay -contestó la vieja y continuando dijo- ¿y cuánto estás dispuesta tu a ofrecer por la vida de tu amado?
  • Todo -contestó con seguridad- hasta mi propia vida -aseguró-.
  • Si eso es cierto, puedo ayudarte, pero no está en mi el precio de este favor.
  • ¿Qué quiere decir anciana? -pregunto-.
  • Su única salvación es que le enviemos al ángel protector, él lo ayudará cuando llegue el momento y te lo traerá de vuelta. Ahora bien, el precio que se cobrará por ésto no te lo puedo decir muchacha, quizá te pida tu alma, o te quite la vista, o incluso te prive del placer de ser madre, solo él lo sabe y te lo dirá cuando llegue el momento...
  • No me importa lo que me pueda pedir, estoy dispuesta a todo con tal de que Dereck vuelva a casa con vida, por favor... ¡tiene que ayudarme! -suplicó desesperada-.
  • Está bien, está bien... -le dijo mientras golpeaba su mano cariñosamente-. Ahora vete para tu casa, yo trabajaré toda la tarde y toda la noche para invocarlo y muy pronto tendrás a tu amado contigo. Después de eso, a los pocos días, recibirás la visita del ángel para cobrar su favor.

La batalla era más dura de lo que había imaginado, siempre se había considerado un hombre fuerte, pero el ver caer a sus compañeros incluso a sus enemigos le causaba una gran desazón y un gran dolor; -humano contra humano, que absurdo disparate, algún día pagaremos todo el mal que estamos haciendo-. Estaba herido en un hombro, pero no era nada importante, un pequeño rasguño pero que le dificultaba a la hora de asir y empuñar su espada y mucho más a la hora de golpear contra sus enemigos. Había pensado en desertar, pero le parecía un acto muy cobarde. Anabel viajaba por su mente constantemente, ansiaba el momento de reunirse de nuevo con ella, aunque fríamente dudaba de que ese día llegase. Se sentía además de abatido y derrotado en su mente, cansado de manera extrema y dudaba mucho de que sus fuerzas le hiciesen aguantar un día más de lucha.

Mientras absorto pensaba en su amada, algo lo golpeo por detrás, caído en el suelo giró con rapidez aferrando su espada con fuerza protegiendo su pecho, un fuerte impacto le hizo rebotar su arma, saliendo despedida por el aire, rodó por el suelo intentado esquivar los encontronazos del frio acero de su contrincante, cuando uno de ellos se clavó en su pecho. Al momento un compañero suyo clavó su espada mortalmente a su adversario, lo que le dio tiempo para ir a refugiarse en medio de la vegetación. Allí, resguardado comprobó que le había atravesado el pulmón derecho, lo que le estaba dificultando la respiración, caminó sin saber hacia donde ir, cayendo desplomado encima de un riachuelo.

Hacía diez días que Dereck había marchado. La desesperación hacia acopio de ella, esperaba que funcionase lo que la bruja le había dicho. Todas las mañanas se asomaba a la ventana de su habitación, que se hallaba en el piso superior, desde la que tenía una amplia visión del camino y del mar. Y cada noche, se acostaba llorando, sintiéndose impotente ante tal situación...

En muchas ocasiones bajaba hacia el acantilado encontrándose con la fría lluvia que la transportaba a bellos momentos pasados con su amado, calmando su ansia y llenándola de paz.

Aquella mañana se había despertado con una agradable sensación dentro de ella, se había esmerado en peinar sus largos y rojos cabellos, y se había puesto un precioso vestido, el que más le gustaba a Dereck. Después de almorzar, subió corriendo a su habitación y se apostó en la ventana. Una bella paloma se posó en la ventana, y cogiéndola en sus manos con delicadeza, intuyó que eso era un buen presagio, sin duda Dereck estaba llegando...

No tuvo que esperar mucho cuando lo descubrió muy cerca de las rocas, dirigiéndose hacia allí. Bajó corriendo y encontrándose con él, se fundieron en un ansiado y desesperado abrazo.

Ya tranquilos en el castillo, Dereck le contó que herido, se había ocultado en el bosque caminando sin control, y en un momento dado, cayó desplomado... Lo demás era confuso, pero en su mente creía recordar a una bella joven con forma de ángel, que dándole a beber alguna medicina, lo había hecho mejorar de manera fugaz, se había quedado con él un día, tiempo suficiente para su total recuperación, y antes de que él recuperase su consciencia por completo, había desaparecido...

Ella sabía lo que había ocurrido, aunque ocultó esta información a su amado, solo esperaba que si el precio era su vida, la dejase disfrutar al menos un tiempo con él. Dispusieron su boda para la semana siguiente. Ella sentía que el tiempo apremiaba y toda prisa era poca.

La boda fue de ensueño, un precioso día los había acompañado, después de una tierna e íntima ceremonia, dieron paso a una gran celebración que la hizo sentir la mujer más afortunada y feliz del mundo. La noche llegó sin tardanza y recluidos en su aposento, la tomó con amor y una pasión muy tierna.

Los días pasaron entre tanta felicidad, que Anabel olvidó por completo el favor que tenía pendiente. Cuando una noche, mientras Dereck dormía, una presencia bella y luminosa apareció en su cuarto.
  • ¡Hola Anabel! ¿sabes quién soy? ¡vengo a cobrarte! -dijo una voz extremadamente dulce-.
  • Si, lo sé -contestó temerosa-.
  • No temas bella joven, el vuestro es un amor tan intenso y verdadero, que yo no soy quien de sacar nada que pueda enturbiar vuestra relación. Aún así -continuó- tengo que pedirte algo.
  • Por supuesto -dijo Anabel sintiéndose alivida-. ¡Pídeme lo que sea!
  • Verás, en el pueblo hay un pequeño niño, que ha perdido a sus padres, y deambula perdido por el poblado, comiendo de la basura que tiran y durmiendo en los rincones. Me consideraría pagada, si acogieseis al pequeño como hijo vuestro.

Lo que le pidió la hizo muy feliz, y es que no consideraba el hacerse cargo del niño como un castigo por la protección prestada a Dereck. Jamás toleró sufrimiento alguno en la infancia, y de haberlo sabido antes, con seguridad ya hubiese hecho algo. Así que le pedía un flaco favor para ella como pago por el beneficio tan grande que había conseguido con su ayuda.

Ese mismo día buscó al niño para traerlo junto a ellos, a su hogar. Haciendo que la felicidad habitase en cada rincón del precioso castillo, complementando esa dicha, el nacimiento de Emma seguido después por Daniel. Una bonita y feliz familia, habitaba en el castillo del acantilado...

lunes, 21 de octubre de 2013

"DESEO IRREFRENABLE"

Tenía solo ocho años cuando comencé a pensar en la muerte. Era un tema que me apasionaba y me volvía loco, devorando cuanto libro caía en mis manos sobre ese tema y buscando en internet cualquier información al respecto. El desencadenante pudo haber sido la muerte de mi abuela, a la que estaba muy unido, pues hasta su falta, era la que se encargaba y cuidaba de mi mientras mis padres iban a trabajar.

Ahora que ya no estaba, pasaba mis tardes al regreso del colegio, completamente solo en casa, lo que me dejaba tiempo de sobra para pensar y para localizar cuantos datos pudiese encontrar sobre ese misterio que tanto me entusiasmaba.

No era el sentir la muerte en mis manos al arrebatársela a alguien, no era un psicópata asesino, mi mente no iba por ahí. Lo que me producía tanta curiosidad, era el saber que se sentía y que es lo que pasaba después. ¿Habría algo? ¿existiría el cielo y el infierno? ¿si me muriese podría encontrarme con mi abuelita?

Según pasaban los días, la incertidumbre de saber que era la muerte en realidad, me perseguía de manera obsesiva. Tanto tiempo en soledad no me hacían bien, además, cuando mis padres llegaban del trabajo, volvían tan cansados que no me dedicaban tiempo, acostándome enseguida sin preguntarme cómo me había ido el día o qué tal en el colegio. Después en la cama, fantaseaba con mi muerte haciendo volar mi imaginación viéndome en ese oscuro túnel que todos los que habían vuelto a la vida relataban, haciéndome en mi mente con la bonita y potente luz que había al final.

Una tarde completamente extasiado con la idea, busqué en el despacho de mi padre, un precioso revólver que guardaba en uno de los cajones de la mesa. Lo cogí en mis manos y lo manipulé con cuidado, no estaba cargado, pero en el cajón descubrí una caja con balas. Podría servir, pero pensándolo bien, descarté esa opción, no quería que se sintieran culpables por tener guardada un arma tan cerca de mi.

En multitud de ocasiones me había preguntado si tal vez estaba loco, o si quizás en mi cabeza algo no estaba bien. Nunca me había atrevido a decir nada a mis padres, temía que me ingresasen en un hospital y desde luego, no quería eso. Pensé que lo que fuese que tenía en mi mente, acabaría desapareciendo, pero no estaba siendo así, era consciente de que cada día era peor y esas ansias parecían multiplicarse martirizándome cada nuevo día.

Con total decisión, acordé buscar una manera de morir que fuese limpia y con poco sufrimiento, temía el dolor. Había descartado el arma y el tirarme desde el tejado tampoco era buena idea. Pensé en tomarme un montón de pastillas del bote amarillo que guardaba mi madre en el cajón de la mesilla, pero ¿y si me dolía mucho la barriga antes de morir? También deseché la idea de cortarme las venas de las muñecas, eso debía de hacer mucho daño y además la sangre me mareaba. Me fui a la bañera, con la firme intención de colgarme, había cogido en el desván una cuerda que había quedado allí abandonada después de la mudanza. Atándola a la barra de la cortina de la ducha, podía servirme, pero no fue así, con el peso, la barra se vino abajo, quedando sentado en la bañera, con la cuerda alrededor de mi cuello.

Morir estaba resultando más complicado de lo que pensaba, así que esa noche la pasé en vela buscando la manera más sencilla y menos dolorosa de poder hacerlo, y sin darme cuenta amaneció sin que el sueño hubiese pasado a visitarme.

Había estado cavilando toda la mañana en el colegio, después durante la hora de comedor, incluso cuando iba en el autobús de regreso a casa, sin encontrar la manera perfecta de causarme la muerte. Después de hacer los deberes, me puse a ver un poco la tele, estaban echando un documental sobre la criogenización, y eso, iluminó mi mente.

Decidido, me fui al supermercado a comprar unas cuantas bolsas de hielo. Después de llenar la bañera de agua fría, vacié el total de las bolsas allí dentro. Era una buena idea, así, llegado el caso, podrían revivirme. De esa manera sabría lo que era la muerte pudiendo volver a la vida.

Me introduje vestido, no quería que mi piel estuviese en contacto con aquel hielo, había escuchado que producía quemaduras, no se fuera a dar el caso... Tenía mucho frío, y quizás por eso o por que no había dormido nada la noche pasada, el sueño comenzó a perseguirme sin que pudiera hacer nada por evitarlo. En pocos minutos mi cabeza se había sumergido debajo del agua, inundando mis pulmones...

Cuando abrí los ojos, una luz tenue me envolvía... ¿dónde estaba el túnel? ¿y mi abuelita? En vez de eso, la cara de mi madre se asomó por encima de mi. ¿También estaba mi mamá muerta?
  • Cariño, ¡que susto nos has dado! ¿a qué estabas jugando?
  • ¿Dónde estoy mamá? -pregunté confundido-.
  • ¡En el hospital hijo mío! -contestó mi madre con expresión preocupada, más de la que nunca había visto en ella- suerte que llegué antes del trabajo, pues me sentía mal, y te encontré sumergido en la bañera, mientras llegaban los equipos de emergencia, intenté reanimarte, y cuando ellos llegaron, estabas en parada, gracias a Dios que ellos consiguieron traerte de vuelta, sino, no se que hubiese sido de mi vida... -dijo sollozando-.
En el otro lado estaba papá, también mirándome con preocupación y acariciándome la cabeza me dijo cuanto me quería y lo mal que lo había pasado hasta que le dijeron que estaba fuera de peligro.

La verdad, que morir no había resultado nada interesante, ni luces intensas, ni túneles, ni seres queridos... para eso me había tomado tantas molestias. Bueno, algo había sacado en limpio. Ahora mis padres se preocupaban más por mi, intentando que pasemos más tiempo juntos. Al final, el intentar morirse, había servido de algo...




domingo, 20 de octubre de 2013

"TORMENTO"

Nancy despertó sudorosa y gritando como últimamente, su marido la abrazó intentando tranquilizarla. Esa terrible pesadilla se repetía cada noche torturándola una vez más, reviviendo ese fatídico día que la atormentaba.

Se encontraba en su séptimo mes de embarazo y había perdido toda la ilusión por su nuevo hijo, que con fuerza se movía en su vientre.

Tres meses atrás, una dura tarde de invierno, había bajado un momento al supermercado a comprar leche, no acostumbraba a dejar a los niños solos en casa, pero dada la baja temperatura y la lluvia torrencial que caía, decidió dejarlos un instante. En cinco minutos ¿qué podría pasar?

Jason tenía seis años, y la pequeña Phoebe tan solo cuatro. Después de avisarles bien de que no abriesen la puerta a nadie, los dejó sentados en el sofá viendo unos dibujos en la televisión.

Hubiese tardado bastante menos, si no fuese por la cola que se había formado. El supermercado estaba situado en la parte de atrás de su casa, a solo un minuto. Al final, cerca de diez había sido el total de tiempo que había pasado fuera de casa, debería haber dejado la leche sin comprar cuando vio la cantidad de gente que allí había, incluso podría haber ido a comprar en cuanto Lionel regresase del trabajo, no podía evitar torturarse cada nuevo día, con “podría” y con “porqués”...

En cuanto dio la vuelta a la manzana, ya fue consciente de lo que ocurría, su casa estaba ardiendo... Tiró la bolsa de la leche a un lado, e intentó adrentrarse en su hogar, si no fuese por un vecino que la agarró evitando que entrase en aquel infierno, seguramente ahora estaría muerta al igual que sus hijos, pero hubiese sido preferible... no soportaba vivir con esa pena y ese sentimiento de culpa...

Sus gritos desgarradores se escuchaban en todo el barrio, aunque inútilmente intentaron apartarla de allí refugiándola en casa de uno de sus vecinos, había sido imposible, y en cada despiste su ansia la obligaba a intentar acceder a su hogar envuelto en llamas.

Los bomberos llegaron enseguida, y para cuando consiguieron entrar, ya nada pudieron hacer por sus dos hijos. Sacaron sus pequeños cuerpecitos completamente inertes y corriendo los abrazó llorando y gritando ante tal situación desesperada para una madre. Alguien había llamado a su marido que se presentó enseguida, intentando apartar sin conseguirlo a la joven madre del abrazo que dolorosamente daba a sus hijos, la dejaron unos minutos, mientras en el suelo los estrechaba en sus brazos, acunándolos por última vez...

Un corto circuito en la televisión había sido el desencadenante en toda esta tragedia, si ella hubiese estado en casa en ese momento... Eso era algo que la martirizaba cada nuevo día, e intuía que jamás aprendería a vivir así, con ese tormento que la afligía profundamente.

Se hallaba en la cama, sin haber sido capaz de conciliar el sueño de nuevo, cuando una humedad conocida, la empapó... No podía ser, todavía le quedaban siete semanas para salir de cuentas... Llamó a su marido que dormía de nuevo, cuando una contracción le recorrió su espalda y su vientre...

Se dirigieron al hospital, las contracciones eran todavía muy distanciadas pero sabía que el parto era inminente. Era demasiado pronto, el bebe no tenía suficiente peso, y es que a partir del accidente no solo no había engordado nada, sino que había adelgazado. Si quería que su bebe sobreviviese, le habían recomendado comer a menudo y guardar reposo, pero ninguna de las dos cosas había tenido en cuenta, y ahora, se sentía muy asustada, ahogada en su propio dolor, había descuidado totalmente a su nuevo hijo...

Ahora temía lo que hasta ese día le había resultado indiferente. Las ecografías no le hacían ilusión, no tomaba el complejo vitamínico que le habían recomendado, ni siquiera había pensado un nombre para el bebé además no había querido saber su sexo y su habitación, estaba sin montar... No podía perderlo... ¿Qué clase de madre era para dejar morir a tres hijos? Llorando arrepentida, la prepararon para entrar en quirófano, había sufrimiento fetal y debería nacer cuanto antes...

Cuando despertó de la anestesia, lo primero que hizo fue preguntar por su hijo. Era una niña, y dado su bajo peso, la habían subido a neonatos para poder recibir los cuidados adecuados. Sus pulmones necesitaban madurar y su sistema inmunológico era muy débil, así que una incubadora iba a ser su cuna durante un tiempo.

En cuanto la subieron a su habitación, Lionel estaba esperándola, la besó con mucha ternura demostrándole su amor incondicional, y juntos subieron a ver a la pequeña recién nacida. Decidieron por el camino que la llamarían (*)Hope, un nombre que le iba que ni pintado, eso significaba para ellos, esperanza...

Era muy pequeña pero preciosa, se veía tan frágil allí metida... Nancy pidió que se la dejasen coger para poder amamantarla un rato, era algo que en ese momento ansiaba tanto... Cuando la tuvo en sus brazos y sintiendo la facilidad con la que comenzó a mamar, todo pareció quedar atrás, los malos momentos vividos, la triste tragedia, sus hijos fallecidos... el pasado no debía inmiscuirse en su vida, era algo que jamás olvidaría, Jason y Phoebe permanecerían siempre en su corazón, pero ahora debería recuperarse por su hija, sabía que saldría de esa, era una niña fuerte y el amor que le tenían sus papas, la ayudarían a superar esa primera dificultad con la que comenzaba su vida...

Bonita tarde de primavera para poder celebrar un cumpleaños. La pequeña Hope estaba preciosa con esas preciosas ondas rubias que adornaban su cabeza, era una niña dichosa, y ese primer año de vida, pese a pequeñas secuelas que le habían quedado de su nacimiento prematuro, había sido muy feliz para los tres.

Todos reunidos alrededor de la pequeña mientras intentaba soplar su primera vela, hizo pensar a Nancy en las ironías de la vida, como te quita cosas por un lado, para después recompensarte...


(*) Hope: Traducción esperanza.