domingo, 6 de octubre de 2013

"VIVENCIA EXTRATERRESTRE"

Una luz intensa que lastimaba la vista me despertó esa noche. Tomy dormía a mi lado sin ser consciente de lo que estaba ocurriendo en nuestro dormitorio. Antes de que pudiera despertarlo dos brillantes seres aparecieron como de la nada y sin mediar palabra uno de ellos me tocó la frente haciéndome perder al momento la consciencia.

Cuando desperté pensé que volvía de un sueño extraño, pero al observar mi entorno la realidad me devolvió a un espacio que no reconocía. Me hallaba en una fría y pequeña habitación con paredes en acero inoxidable, sino fuese por el tamaño, pensaría que me encontraba dentro de una nevera de una morgue. Una luz tenue envolvía la habitación y yo me hallaba acostada en una especie de camilla, completamente desnuda con tan solo una sábana de color gris -que parecía ser el color predominante en aquel sitio- cubriendo mi desnudez.

Descubrí alguna marca de pinchazos en mi brazo derecho y algo retenía mi cabeza, echando mis brazos hacia ella, aprecié un pequeño disco que se ajustaba perfectamente a mi cráneo del que salían unos cables que se conectaban a una especie de ordenador. ¿Estaría en un hospital? ¿Me habría puesto enferma y me tenían aislada? Me sentía muy asustada y llamé a Tomy sin encontrar respuesta.

No tuve que esperar mucho cuando alguien entró en el pequeño cuarto, un bello ser de aspecto humano se acercó a mí, era de una hermosura soberbia. Su pelo era largo y excesivamente rubio, y sus ojos de un azul tan claro que más parecían blancos; vestía un mono ceñido a su cuerpo de un tejido brillante y elástico desconocido para mí. Me dirigió una amplia sonrisa tranquilizadora dejando ver unos dientes alineados de un blanco tan perfecto que parecía inhumano, -y así debía de ser- pensé.

Me retiró todo el cableado de la cabeza, y ayudándome a levantarme me dijo:
  • Humana, no tienes nada que temer, no vamos a haceros daño todo lo contrario, nuestra firme intención es ayudaros a encontrar una cura a esa terrible enfermedad que mata tanta gente cada día, el maldito cáncer, a lo que vosotros parece que no encontráis solución.
  • ¿Y por qué yo? -pregunté temerosa-.
  • Porqué tú contienes células cancerígenas que en el plazo de dos años desarrollarían la enfermedad. Pero no eres la única, tenemos más compañeros tuyos aquí, que al igual que tú son portadores de tan terrible enfermedad. Hace muchos años en nuestro mundo una enfermedad parecida se encargó de sesgar la población, aún así no tardamos tanto como lo estáis haciendo vosotros en encontrar la cura. Estamos a punto de encontrar el remedio, cuando así sea te devolveremos con los tuyos.
Lo miraba anonadada, ¿era todo por ayudarnos? ¿qué interés podían tener en ello? Transmitía buenas vibraciones, aún así no me fiaba mucho de él.
  • Puedes fiarte de mi -dijo leyendo mi mente-. Uno de los poderes de los que gozamos es la telequinesia, nada podéis ocultar en esa mente compleja que tenéis los humanos sin que nosotros seamos capaces de percibirlo. Somos un pueblo pacífico y buscamos la armonía en el universo. Estáis muy lejos de hallar la cura de esa enfermedad por eso nosotros os prestamos nuestra ayuda. No queremos nada de vosotros, sois un pueblo amigo y siempre lo seréis, un poco atrasados en vuestra evolución pero así mejor, sois imprevisibles y os atacáis entre vosotros, con seguridad grandes tecnológicas en vuestras manos generaría un caos que acabaría con vuestra raza.

Yo estaba sentada en la camilla atendiendo inquieta su explicación, tapando mi desnudez con la sábana. Dejando apoyado en una pequeña mesa un mono igual que el que llevaba puesto, me pidió que me vistiese. Estaría esperándome fuera.

El mono se ceñía a mí como una segunda piel, era un tejido cálido y de tacto dulce, pero no pude detallar el material del que estaba hecho, no era algodón, ni licra, ni poliester...

Cuando salí de aquel habitáculo él me estaba esperando. Me dijo que se llamaba Dixtier Lex y que tenía treinta y cinco años, era teniente de la nave y su especialidad era la medicina. Llevaban años observándonos y estudiándonos, y mediante una maquina llamada TR254, que emitía unas ondas ultrasonoras sin acústica, se habían dedicado a buscar personas que tuviesen cáncer o estuviesen cerca de padecerlo. Enseñándome el aparato, pude apreciar la diferencia entre una persona limpia de células malignas y la que no. El monitor dejaba ver unas imágenes parecidas a un ecógrafo moderno, pero en tonos azules, en las que una persona enferma revelaba unas manchas en su organismo de color anaranjado.

A continuación me llevó a una sala en la que había más compañeros de él. Me sorprendió la belleza de los seres del sexo femenino, sin ellos eran hermosos, ellas lo eran más. Todos vestían igual y eran muy parecidos, mismos rasgos físicos que apenas me permitía distinguirlos. Allí se dedicaban a estudiar las células y buscar la cura. En uno o dos días estaba previsto tener el remedio. Eran amables de trato y transmitían mucha paz, pude respirar la esencia que dejaban en el ambiente, adentrándose dentro de mí llenando mi cuerpo y mi alma de una plenitud que me satisfacía.

Después me llevó a otra zona, mientras íbamos hacia allí, aproveché para preguntarle a mi nuevo amigo, dónde llegaría a desarrollar yo mi cáncer. El tranquilizándome me contó que aunque eso no llegaría a suceder, si siguiese mi vida sin que ellos participasen en ésto, lo padecería en mi cabeza.

Llegamos a un ala de la nave que distinguiéndose del resto que había visto, no estaba vestida de gris. Las paredes eran blancas, distintos sillones extraños y amplias pantallas de vídeo decoraban el entorno. Allí descubrí a más humanos, charlando entretenidos unos y otros visualizando alguna de las pantallas. Por lo que me explicó Dixtier Lex lo que estaban viendo allí era su planeta, querían que los conociéramos un poco y supiésemos como era su vida, se encontraba alejado de nuestro alcance de visión a través de los potentes telescopios de la Nasa, por lo que nunca lo habían detectado.

En los dos días siguientes mi unión a Dixtier Lex se hizo muy fuerte, haciendo que no recordase a Tomy. El parecía encontrarse también muy a gusto conmigo, aprovechando cualquier instante que tenía libre, para venir a hacerme una visita. No se como ocurrió, pero el segundo día cuando quise darme cuenta nos estábamos besando. Lo hacían igual que nosotros, pero lo que yo sentí fue mucho más fuerte que lo que había sentido jamás. Su mirada transmitió tanto amor que me pareció que no cabía dentro de mi. Disculpándose comenzó a explicarme que ya estaba todo listo, a la mañana siguiente sería el día esperado y nos inyectarían un fluido que acabaría con nuestro mal.

Esa noche la pasé pensando en él, añoraba sentir sus besos y sus caricias, y me preguntaba como sería el sexo. Sabía que era algo imposible y eso no hacía más que elevar mi interés.

Cuando vino a buscarme por la mañana, descubrí en su mirada un desazón y una tristeza melancólica que me dolía terriblemente. La conexión que habíamos creado permitía que nuestros sentimientos fluyesen de uno a otro como en una transfusión. Cogiéndome de las manos y mirándome a los ojos me dijo que me amaba, pero que no era posible, nunca había querido que eso ocurriera, pero había cosas que no se podían controlar, como mucho en cuatro o cinco días, en cuanto comprobasen como reaccionaba a la medicación me devolverían a mi sitio, no había posibilidad alguna en que pudiésemos estar juntos. Esas palabras me causaron un gran dolor muy dentro, pero pensé que solo por conocerlo y poder disfrutar de él unos momentos, habría valido la pena.

Después de juntarnos a todos en una gran sala provista de varias camillas, fuimos pasando en grupos de diez a recibir el tratamiento. Al finalizar nos reunieron pidiéndonos que no contásemos nada a nadie, deberían permanecer en el anonimato, siempre estarían para ayudarnos, pero desde fuera sin que nadie lo supiese. Uno de nosotros era un médico, casualmente de la unidad de oncología, a través de él mandaban la cura para el mundo humano, este médico sería de manera oficial el creador de tan grande descubrimiento.

Mis encuentros con Dixtier Lex eran cada vez más frecuentes, nos abrazábamos y nos besábamos con una pasión arrebatadora, en varias ocasiones estuvimos a punto de culminar nuestro amor. Yo lo deseaba locamente y sabía que él a mí también.

Los resultados de los análisis iban de maravilla, mis células iban desapareciendo como por arte de magia. En dos días llegaría el fatídico momento de despedirme de él, en el fondo deseaba que algo saliese mal para poder permanecer allí, pero no era así...

El día anterior a mi marcha, cuando me disponía para meterme en la cama, llegó a mi habitación. La expresión de su cara denotaba todo el dolor que sentía, sin decir nada me besó intensamente, abrazándome a continuación en un tierno abrazo que duró un buen rato. Los besos se sucedían dejando al descubierto los sentimientos que nos unían, poco a poco fuimos desnudándonos dando rienda suelta a nuestra pasión, entregándonos en un acto puro de amor desmedido. Fue una experiencia única para mí.

La despedida fue triste, no había sentido tanta aflicción en toda mi vida, ni siquiera el día en que mi padre falleció me sentí tan apenada. La melancólica me embargaba y aún lo tenía delante de mí, lo añoraba y no sabía como sería mi vida a partir de ese momento. Un beso fugaz terminó de firmar para siempre nuestro amor, su mirada pareció transmitirme un poco de esperanza aportándome un poco de confianza. A mi mente llegaron sus palabras, -volveré a buscarte en cuanto sea posible, confía en mi, te quiero...-.

A los cincuenta que habían abducido de distintas partes del mundo, nos fueron dejando en nuestro lugar de origen, distintas naves partieron de la nave madre hacia nuestro destino. Dixtier Lex no me acompañó, mientras la pequeña nave se alejaba, sentía que una parte de mí se quedaba allí.

No se de que manera pudieron alterar el tiempo, pero volví a aparecer en mi cama el mismo día de mi desaparición, así que Tomy no fue consciente de lo que me había pasado.

Los días pasaron y mi relación con Tomy fue de mal en peor, no soportaba sus besos ni sus caricias y él cansado sin entender nada se fue de casa, lo cual resultó un alivio para mi.

Había echado en falta el período, pero pensé que quizá el sistema nervioso después de todo lo ocurrido, me habría jugado una mala pasada. Pero no fue así, el test de embarazo me dio una sorpresa con sus dos rayas, y enseguida supe quien era el padre, mi instinto me lo decía.

Después de siete meses, cuando ya había perdido toda la esperanza de volver a verlo, una noche de primavera desperté con la sensación de que lo tenía a mi lado. Lo sentí tan cerca de mi que podía olerlo, salí al jardín y en lo alto estaba la nave, nos venían a buscar, estaríamos juntos el día que alumbrase a nuestro hijo. Mi cuerpo se elevó sin miedo, impaciente por reunirme con él.

Cuando lo tuve delante nos fundimos en un abrazo impaciente sin dejar de besarnos, se agachó y besó mi prominente vientre, y mirándome a los ojos me pidió perdón por la tardanza. Arduas negociaciones para poder llevarme con él, habían retrasado el momento. Pero lo había conseguido, por fin estaríamos juntos los tres.

Mi vida en Pasionea fue la época más feliz de toda mi vida, y el día que di a luz a nuestro pequeño Deliquea alcanzamos la cumbre de nuestra felicidad.






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