lunes, 7 de octubre de 2013

"LA CASA"

Llevaba tres años con Fabio y nuestra idea era la de irnos a vivir juntos, así que estábamos ahorrando para comprar una bonita casa con un gran jardín. Pero los acontecimientos se precipitaron cuando me quedé embarazada, no quería abortar aunque eso nos complicase un poco la vida.

Nos apresuramos en buscar una casa dentro del presupuesto que teníamos, esperábamos que para el nacimiento de nuestro hijo estuviésemos ya instalados. Localizamos una preciosa mansión con un jardín inmenso en las afueras de la ciudad a un precio increíble, una ocasión única. Era de estilo inglés y más grande de lo que estábamos buscando, pero el precio se ceñía a lo que queríamos gastar, así que lo miramos como una inversión a futuro. Mosqueados por esa cantidad tan baja, nos llevó a preguntar a la agente inmobiliaria el porqué de esa cuantía que ni se aproximaba a su valor real.

Al parecer la casa llevaba cinco años vacía, siempre se había utilizado en régimen de alquiler, y sus propietarios ante la imposibilidad de alquilarla puesto que la misma había cogido fama de casa encantada, se habían declinado por la opción de mal venderla, querían sacársela de en medio.

Nos echamos a reír, no éramos supersticiosos ni creíamos en leyendas urbanas ni en fantasmas, nos pareció divertido el hecho de conseguir una propiedad a un precio tan bajo considerando que valía por lo menos el doble.

Enseguida nos dispusimos a trasladar todas nuestras cosas, antes de que un prominente vientre dificultara las tareas de la mudanza. En un mes teníamos todo allí, perfectamente colocado y ubicado. Iba a ser nuestra primera noche en nuestro hogar, puesto que aún no nos habíamos quedado a dormir y queríamos que todo estuviese perfecto para instalarnos. Era más de lo que necesitábamos pero siempre nos habían gustado los grandes espacios.

Esa noche tardamos en dormirnos entre la emoción y la novedad, nos quedamos charlando en la cama hasta bien entrada la madrugada. Un ruido me despertó, mirando el despertador vi que eran solo las cinco de la madrugada, y pensé que sería el típico ruido de una vieja casa , tendríamos que acostumbrarnos a eso, pero volvió a repetirse, esta vez con más intensidad.

Me levanté con cuidado para no despertar a Fabio, no creía que fuese nada importante y salí hacia el pasillo. El ruido se escuchaba ahora con más fuerza y algo detrás de mí se movió y tocándome me hizo dar un salto asustada. Era Fabio que había despertado. Nos acercamos hacia el origen de ese sonido que no eramos capaces de interpretar, parecía provenir del baño grande. Asomamos la cabeza pero allí no había nada y de repente todo se hizo silencio.
  • Seguramente han sido las cañerías -me dijo Fabio- mañana mandaré alguien para que las revise.
  • Si -afirmé- seguramente, anda, vamos para la cama.
Algo nos quedaba del presupuesto inicial, y al final para mi fastidio, tuvimos obras en casa para cambiar todas las cañerías, de paso se modificó toda la instalación eléctrica, puesto que sufríamos de golpes de tensión que apagaban y encendían la luz en distintas habitaciones de la casa.

Para cuando acabaron las obras ya me encontraba en mi sexto mes de embarazo y llevaba varias noches consecutivas soñando con el llanto de un niño. Mi novio me tranquilizaba diciéndome que no eran más que las hormonas que trabajaban por su cuenta, haciéndome soñar con nuestro futuro hijo.

Hacía unos días que nuestro bebé se mostraba especialmente inquieto en mi vientre, no paraba de moverse haciendo salir bultos deformando mi barriga, lo que nos causaba mucha gracia. Una noche me despertó una fuerte patada de nuestro hijo, no dejaba de moverse haciéndome incluso daño. Me levanté con el ánimo de ir un rato al sofá a ver si se relajaba, no quería despertar a Fabio, tenía que madrugar mucho y debería estar descansado, tenía una importante reunión de negocios.

Al llegar a la altura del baño grande, un golpe sordo me sobresaltó. Fijé mi vista hacia el interior y lo que vi me amedrentó cruelmente, grité sin poder remediarlo, tan fuerte que el niño saltó en mi vientre seguramente asustado. Fabio enseguida estaba a mi lado mientras yo no dejaba de llorar incapaz de moverme de allí, señalándole hacia el baño.

Estábamos en la cocina tomando una infusión, ya estaba más tranquila, así que pude contarle lo que había visto. El baño estaba completamente cubierto de sangre, y la figura de una niña vestida de blanco con mal aspecto y manchada del mismo fluído, me miraba atentamente sin moverse.
  • Lucía, no había nada en el baño, yo mismo lo comprobé. -dijo mientras me acariciaba-.
  • Te lo juro Fabio, allí había una niña -aseguré-.
  • Con toda probabilidad estabas dormida y no fue más que una pesadilla. Tus hormonas andan locas, y es algo normal.
  • No sé Fabio, me desperté con una patada del bebé e iba a bajar a la sala para dejarte dormir...
  • Relájate, entre la casa nueva y el embarazo estas un poco sugestionada ¿no te habrá afectado lo que nos contó la mujer de la inmobiliaria?
  • Pues claro que no, tonto -dije intentando autoconvencerme, ya dudaba hasta de mis propios criterios-.
La electricidad en casa seguía fallando, las luces se apagaban y encendían intermitentemente sin encontrar una explicación, todo parecía estar bien; además no dejaba de escuchar ruidos por doquier. Aunque no se lo dije a Fabio, en más ocasiones seguí viendo a esa niña, en alguna de las ocasiones en el interior de nuestra habitación, lo que estaba haciendo que la estancia en la casa me resultase incómoda y agobiante además de que estaba comenzando a temerla...

Una mañana decidí pasar por la biblioteca a revisar los archivos de la zona. Buscando logré dar con nuestra casa. Databa del año mil novecientos veintidós, había pertenecido a un general del ejercito y a su familia, y al parecer una mañana encontraron el cadáver de una de sus hijas de tan solo nueve años en el cuarto de baño terriblemente golpeada. No se habían encontrado culpables del hecho, habiendo quedado el caso cerrado.

Mi mente volaba caprichosa tratando de entender lo que estaba pasando en nuestro hogar, toda mi vida había sido incrédula con respecto a todo lo paranormal y ahora algo me decía que quizás algo había y la muestra la tenía en mi casa.

Llamé a mi amiga Raquel, era una ferviente apasionada de todos esos temas y en cuanto le conté un poco por teléfono se mostró entusiasmada quedando esa misma tarde para charlar sobre ese tema.

No le iba a comentar nada a Fabio, por lo menos hasta no saber que estaba pasando, si se enteraba de que iba a llevar a Raquel a casa para intentar averiguar lo que ocurría se enfadaría conmigo.

Raquel venía acompañada de su tabla ouija, incondicional compañera para ella, contaba con ello así que no me cogió por sorpresa, después de preguntarme dónde veía a la niña, dispusimos las cosas allí, era el sitio ideal según dijo mi amiga, y como el baño era grande teníamos sitio de sobra.

Después de cerrar la ventana y las contras, encendió cuatro velas blancas, daba un aspecto tétrico tan poca luz; subí unos cojines para poder sentarnos y utilizamos de mesa un pequeño taburete que siempre tenía en el aseo. Dispuso su tabla con el vaso dado vuelta y me pidió que situase mi dedo índice encima de él junto al de ella. Tras repetirme un ciento de veces que tenía que estar relajada y que por nada del mundo sacase mi dedo del vaso, comenzamos con la sesión:
  • ¿Hay algún espíritu aquí presente? -preguntó Raquel-. Pero no obtuvimos
    respuesta, después de un rato volvió a efectuar la misma pregunta:
  • ¿Hay algún espíritu aquí presente? No temas, solo queremos ayudarte... ¿estás aquí con nosotras?
El vaso comenzó a moverse desplazándose hacia el “si”, miré asustada a mi amiga que con su mirada me pidió tranquilidad.
  • ¿Quién eres? -el vaso comenzó de nuevo su andadura por el tablero, esta vez letra por letra a, m, a, n, d, a.
  • ¿Amanda? Y ¿cuántos años tienes? -con rapidez se desplazo hacia el nueve.
  • ¿No puedes salir de aquí Amanda, esta casa te tiene prisionera? -la respuesta no se hizo esperar- “si”.
  • ¿Te puedes mostrar pequeña? -me sorprendía ver a mi amiga en esta situación, se la veía tan natural y tan cómoda, todo lo contrario que yo... Esta vez tardó en responder, como si estuviese analizando la respuesta, finalmente el vaso nos llevó al “si”.
En ese mismo instante el espíritu de la niña se presentó delante nuestra, Raquel me miro transmitiéndome tranquilidad.
  • No saques aún el dedo -me susurró- hasta que todo acabe no debemos sacarlo ¿entendido?
Asentí con la cabeza, y entonces mi amiga se dirigió a la niña.
  • Necesitas nuestra ayuda pequeña, pero no sabemos como hacerlo, debes decirnos la forma -solicitó Raquel-.
  • Papá, fue papá... -dijo el ente-.
  • ¿Tu padre? ¿Fue el culpable de tu muerte? ¿El te mató?
  • Si -dijo la pequeña- y todos deben saberlo para que yo pueda marcharme de aquí y descansar en paz.
  • ¿Qué es lo que pasó aquí Amanda? -preguntó mi amiga-.
  • Papá me pegaba, muchas veces y con mucha fuerza, hiriéndome y haciéndome sangre, esa noche después de la paliza, me trajo al baño para que pudiera asearme y sacarme la sangre que discurría por mi cuerpo, una última bofetada me desplazó hacia la bañera golpeando mi cabeza contra ella, perdiendo mi vida en ese acto. Papá era querido por todos, muy reconocido en la ciudad y admirado por muchos. Quiero que todos sepan lo que pasó realmente, el no era bueno, era un monstruo que nos golpeaba sin piedad, incluso a mi madre...
  • Está bien Amanda, nosotras nos ocuparemos, todos sabrán quien era tu padre y lo que hizo, debes buscar la luz y hallar tu descanso -le transmitió Raquel-.
  • ¡No! -gritó enfadada la niña- primero quiero que se lo digáis a todos entonces después yo me iré -tras lo cual se evaporó-.
  • Se da por terminada la sesión -dijo Raquel concluyendo-.

Reunidas las dos en la cocina tomando un café, decidimos buscar a los descendientes de esa familia para hacerles llegar el mensaje de la niña. No me parecía que entrañase mucha dificultad, hasta lo que yo sabía la casa cuando nosotros la compramos todavía les pertenecía. Así que a la mañana siguiente Raquel vendría conmigo a la Inmobiliaria a ver si conseguíamos que nos diesen los datos sobre los antiguos propietarios.

La mujer de la inmobiliaria pensó que queríamos devolver la casa, en cuanto entendió lo que queríamos hacer, nos facilitó sin problemas el teléfono de la familia. Una llamada fue suficiente para concertar una entrevista con la heredera universal, nunca hubiera imaginado que fuese tan fácil, pero al nombrar a la pequeña Amanda se mostró solícita aceptando una reunión para esa misma tarde.

Una vez allí nos explicó que era la única hija del hermano de Amanda y heredera del patrimonio familiar. Conocía la historia de su tía, ya que su propio padre se la había contado, todos sospechaban que el padre de los dos, la había matado en una de sus brutales palizas, pero todos callaron por temor a ese hombre.

Le rogamos que por favor, hiciese un comunicado de prensa notificando como había sido la vida de su padre y de su tía, todos deberían saberlo para que la niña pudiese descansar en paz.

Aunque en principio se mostró reacia, ya que no quería mancillar el nombre de su familia, entendió finalmente que era lo que debería de hacer, se lo debía a su padre y a su tía.

A los pocos días, un periódico local publicó una página dedicada a la famosa y desgraciada familia contando el infortunio en que había acabado la vida de la pequeña Amanda. Acto seguido un escritor famoso les propuso escribir la vida de Amanda, que aunque no tenían muchos datos en su origen, pronto los encontrarían.

Después de la publicación en el periódico, la vida en casa se tornó tranquila, una mañana al salir de la ducha, en el espejo empañado distinguí una palabra “gracias” y apoyados en el taburete unos cuadernos infantiles se mostraban generosos aportando toda la información que pudiesen necesitar para escribir la vida de la niña. Sus diarios habían sido su regalo por la ayuda prestada. Y en mi interior sentía que ahora la pequeña estaba feliz y en paz.

Nunca le conté a Fabio todo lo que había ocurrido, y la publicación pensó que había sido algo casual, pues en ningún momento quise que se me nombrara.

Y llegó nuestra niña, una preciosa bebita rubia y alegre para iluminar nuestras vidas. Su nombre como no podía ser de otra manera, sería Amanda.




8 comentarios:

  1. No llega a producir miedo y si ganas de ayuda, si nos enfrentamos de cara a la verdad, podemos encontrar la solucion.

    Besos muchos ♥♥♥

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    1. me alegra que te haya producido ese sentimiento tan necesario en la sociedad. un besote!!!

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  2. un relato digno de ser reconocido, por lo ameno de la charla, y muy bien ubicado, me encantó, a partir de hoy sigo con gusto tu blog, gracias,,,

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    1. Muchas gracias, me alegra mucho que te hayan llegado mis palabras. Un saludo cariñoso.

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  3. Hola, me ha gustado mucho el relato y coincido, los fantasmas es que suelen ser siempre muy tontos, andan quejándose, rompiendo cosas pero no dicen su problema. Si hiciesen como Amanda, podrían estar en paz sin tantos ruidos :)
    Confieso que me dio un pequeño escalofrío pero supongo que es porque estoy sin camiseta y no hace mucho calor que digamos.

    Saludetes.

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    1. jajajajajaja, tienes razón y en ocasiones además suelen ser traviesos, espero no encontrarme con ninguno así, y por favor, abrigate!!! jajajajaja, un abrazo!!!

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  4. Hola Ana María, buenas tardes, muy bonito e integrante relato, me ha gustado leerlo, gracias por publicar. Te sigo. Un fuerte abrazo y enhorabuena por el relato tan bien narrado.
    Lola Barea

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    1. Muchas gracias Lola por tus palabras y por seguirme, me alegra que te haya gustado el relato, un abrazo!!!

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