sábado, 12 de octubre de 2013

"ALERTA-VIRUS"

La población había comenzado a caer enferma de manera galopante. Los hospitales abarrotados no daban abasto a atender tanta demanda, y habiendo establecido el estado de emergencia, se declaró en cuarentena ya que no sabían que clase de enfermedad estaba diezmando la ciudad. Médicos y enfermeras de otras localidades habían tenido que trasladarse allí para dar apoyo, puesto que lo enfermos no podían salir de aquel hospital.

Cuatro miembros del centro de control de enfermedades infecciosas en Atlanta se habían desplazado rápidamente para abrir una investigación y así poder determinar a lo que se estaban enfrentando. Prioridad absoluta requería el envío de muestras a la central, para que una vez diagnosticado y aislado el virus, comenzasen con la confección de un antídoto y posterior tratamiento.

En el informe que les habían facilitado detallaba que el período de incubación transcendía de dos a cinco días, tras lo cual, el paciente comenzaba con un cuadro súbito caracterizado por fiebre alta, postración, mialgia, cefaleas y dolor abdominal, durante el tercer día comenzaban con diarreas acuosas, calambres y vómitos, además en este día los enfermos presentaban también rostro inexpresivo con los ojos hundidos, letargo y alteraciones mentales. Al llegar el quinto día una erupción cutánea frecuentemente hemorrágica recubría su cuerpo, además de una necrosis focal de hígado, nódulos linfáticos, testículos, ovarios, pulmones, riñones y órganos linfoides, comenzando con hemorragias del tubo grastrointestinal, haciendo que el infectado sangrase tanto por la boca como por el recto. Algo que les preocupaba especialmente era el problema de sangrados abundantes causados por la punción de agujas, lo que limitaba gravemente el uso de tratamientos inyectables que era la manera más rápida de atacar el virus. La muerte acaecía el séptimo día por colapso circulatorio a causa de los sangrados múltiples.

Este virus parecía ser letal, y se transmitía, si no estaban equivocados, por contacto directo con líquidos corporales contagiados: sangre, saliva, sudor, orina, vomito... gracias a Dios habían seguido el protocolo aconsejado en estos casos desde el primer día, haciendo uso de mascarillas, guantes y ropa adecuada, y aislando a los enfermos en un ala determinada para ese uso, lo que podía haber causado un mal mucho mayor.

Una vez “in-situ” comenzaron con las autopsias, descubriendo además de todo lo que ya les habían informado, la localización de cuerpos eosinófilos en el hígado, y en los pulmones atisbaron indicios de pulmonitis intersticial y endoarteritis de las arterias pequeñas. La poca sangre que les quedaba se hallaba coagulada y presentaban una alteración plaquetaria importante. Se hallaban confundidos, pero lo que estaban viendo parecía ser una mezcla de distintas fiebres hemorrágicas, desde el ébola, a la fiebre de Marburgo y la de Lassa...

Después de recoger distintas muestras, las enviaron con carácter urgente para Atlanta, necesitaban confirmación para saber si lo que ellos sospechaban era cierto.

El dr. Thomas y la dra. Lucy, miembros del équipo, se trasladaron a la casa del primer infectado, para intentar hallar las causas de la fatal enfermedad. Sin encontrar nada sospechoso, recogieron distintas muestras de alimentos y del agua de la traída para su posterior análisis, enviándolas también.

Mientras esperaban los resultados, su misión hasta ese momento sería la de ayudar en el hospital, intentando aliviar el dolor de los enfermos. En muchos casos los habían sedado, era tal el sufrimiento que los postraba que no podían hacer de momento otra cosa.

El director del hospital se reunió con ellos, quería saber si no había algún tratamiento específico que ya hubiesen usado en otros casos de virus calientes, para ir probando, el tiempo apremiaba y los muertos se contaban por docenas... Pero no había nada, en concreto a pesar de lo que se había creído en principio, se había demostrado que el suero hecho a través de la sangre de supervivientes al virus del ébola, no era efectivo en el tratamiento de la enfermedad.

El resultado de los análisis realizados en Atlanta, no se habían hecho esperar, el agua parecía ser la fuente de contagio, alguien había depositado en la presa de la ciudad, cantidad suficiente para acabar con toda la población, el dr. Thomas enseguida sospechó de un antiguo compañero de trabajo, pero eso era algo que podía esperar, además con seguridad desde el centro habrían dado la voz de alarma al FBI, ahora su prioridad absoluta era hallar la cura.

Como sospechaban era un virus mutado, aunque la base del mismo parecía ser el del ébola. El genoma del bacilo tenía forma filamentosa, constituido por cuatro tipos de proteína, lo que lo hacía especialmente virulento.

Si no habían sido capaces de hallar cura específica para ninguna de las enfermedades hemorrágicas hasta ahora, ¿como lo iban a hacer? En Atlanta trabajaban a marchas forzadas, sería un milagro conseguirlo.

Pasaron dos días sin encontrar nada efectivo, probaron distintos medicamentos pero la gente seguía enfermando y falleciendo. Fue entonces cuando la dra. Lucy recordó algo, reunida con sus compañeros, el director y el jefe médico del hospital, les comentó que en el congreso internacional de botánica en el año 1.998, el profesor Maurice Iwu descendiente de una familia de curanderos nigerianos, aseguró que los componentes de una planta habían sido eficaces como terapia para el virus del ébola según distintas pruebas de laboratorio, las moléculas flavinoides del extracto de la fruta de la planta garnicia kola que se encuentra en Africa Occidental, detenía el crecimiento del virus, reduciéndolo hasta hacerlo desaparecer.

No perdían nada por intentarlo, la propia doctora tenía en su poder en estado seco el fruto de esa planta, y en seguida se lo hizo llegar a su equipo para que aislando las moléculas creasen el posible antídoto.

No había tiempo para hacer pruebas de laboratorio, tendrían que intentarlo directamente con los pacientes, y aunque en principio no parecía efectivo, después del tercer día comenzaron a mostrar mejoría disminuyendo en primer lugar las fatales hemorragias.

En una semana el virus había desaparecido, y la recuperación -aunque lenta debido al estado en que los dejaba sumidos esa enfermedad- era total sin dejar apenas secuelas.

El dr. Thomas le comentó a la policía sus sospechas sobre Oliver Lucas, ex-compañero en el departamento de virus hemorrágicos, al que habían despedido por alteraciones en su comportamiento, sospechando que padecía de alguna enfermedad mental, nadie que tuviese algún trastorno, por pequeño que fuese, podía trabajar allí, ya que por sus manos pasaban muchas clases de virus peligros para la humanidad.

Como imaginaba, Oliver había sido el culpable de tal catástrofe que podía haber sido mucho peor. Certificando que sufría de un tipo de psicopatía, lo internaron en una prisión psiquiátrica de alta seguridad. Gracias a la habilidad de la Dra. Lucy, habían creado un medicamento que esperaban fuese efectivo para todo este tipo de enfermedades, así que volvieron a su ciudad con el ánimo de seguir sus estudios e investigaciones para crear un mundo mucho más seguro.




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