viernes, 11 de octubre de 2013

"ACCIDENTE SENTIMENTAL"

El día prometía... me había quedado dormida, así que vistiéndome el primer traje de chaqueta que encontré en el armario, salí disparada de casa. El tráfico estaba imposible, ir en coche sería un atraso, llegaría antes a pié. Si hubiese ocurrido otro día no tendría importancia, pero hoy el jefe me necesitaba desde primera hora, esperábamos la visita de unos ejecutivos extranjeros que nos podrían facilitar una gran operación que mejoraría y mucho las expectativas de la empresa.

Corrí con mis tacones calle abajo, solo me quedaban diez minutos, lo suficiente si nada me frenaba en el camino. Tenía el edificio en frente, solo me quedaba atravesar dos calles y llegaría a mi destino.

Las prisas y el nerviosismo no me dejaron ver un coche que pasaba cuando me disponía a cruzar la última calle, impactando contra él, salté por los aires empotrándome de manera brutal contra el suelo, quedando inconsciente. Antes de caer, recuerdo ver la cara de la conductora que con expresión horrorizada se vio impotente para evitar el percance.

Desperté en el hospital dolorida y contusionada, pero al parecer no había roto nada -has tenido mucha suerte- me había dicho el doctor. Allí estaban papá y mamá asustados y preocupados, jamás les había dado un disgusto hasta ese día.

Con ellos estaba una joven que me resultó familiar, aunque de primeras no fui capaz de identificarla. Se presentó como la culpable del atropello -entonces recordé la imagen de la conductora antes caer al suelo- estaba sinceramente sentida y acariciando mi mano no hacía más que pedirme perdón.

Me contó que iba apurada ya que se había quedado dormida -que casualidad- y que cuando me vio ya estaba encima del coche. No guardaba rencor hacia ella, ya que no la consideraba culpable, yo también había tenido parte en el desenlace.

A partir de aquel día nos hicimos inseparables. Mientras estuve en el hospital, cada tarde me visitaba quedándose el resto del día conmigo, y cuando me dieron el alta y me fui para casa, me pidió permiso para poder ir a verme.

Eramos incondicionales compartiendo todo juntas. Me sentía muy a gusto con ella, éramos muy afines. Estábamos las dos solas sin ninguna relación sentimental, así que el tiempo era para nosotras. Era increíble, pero incluso ningún muchacho me había hecho sentir tan bien ni siquiera me había divertido tanto antes, por eso debió de ser que mis relaciones siempre eran cortas, no encontraba el chico que conectase bien conmigo, me aburría mucho con ellos y acaba dejándolos.

Sin darme cuenta me fui distanciando de mis amigas, compartiendo todos mis momentos con ella, entablamos una amistad que parecía ir mucho más allá. Cuando no estábamos juntas el teléfono era nuestra unión, pasando horas colgadas del mismo. Nunca había echado tanto de menos a una amiga cuando no estábamos juntas...


Y llegó el verano sonriéndonos con su sol esplendoroso, más ligeras de ropa y más felices que nunca continuábamos nuestra amistad. No podía evitar mirar para sus bellos y erectos senos que se dibujaban debajo de aquel top blanco que llevaba aquella tarde... nunca me había pasado semejante cosa y me sentía extraña. Su roce me excitaba de manera chocante, pero no le hubiera dado más importancia sino fuese por la manera como ella comenzó a mirarme... Sus ojos recorrían mi cuerpo cuando ella pensaba que yo no me daba cuenta, y cuando me hablaba se clavaban en los míos haciéndome sonrojar. Sentí que algo en nosotras había cambiado.

Una noche que habíamos ido a bailar, comenzó a hacerlo a mi lado de manera muy sensual, rozándome con sus pechos y tocándome muy sutilmente. Mi cuerpo comenzó a experimentar un nivel de excitación que nunca había sentido; dejándome llevar por aquella música y aquel baile que resultaba tan erótico comencé a tocarla también mientras el ambiente festivo nos envolvía. Sin saber como ocurrió, en un momento dado me besó. Sentí su lengua dentro de mi boca y no pude menos que corresponderle, me gustaba lo que sentía y quería más...

Abandonamos el local presas de una gran calentura y con impaciencia nos fuimos a su casa. Allí comenzamos a besarnos de manera dulce primero, pasando después a hacerlo con gran frenesí. Me dejé llevar por esa sensación tan placentera sin pensar si lo que estábamos haciendo estaba bien o mal, realmente poco me importaba, nunca nadie había conseguido elevar mi nivel de lujuria de esa manera, deseaba ardientemente acostarme con ella y sentir su esencia más profunda...

Ya en la cama nos revolcamos tocándonos por todas partes, saboreando cada rincón de nuestro cuerpo, y pensé -quién mejor que una mujer para saber darme el placer que necesito-. Nunca había disfrutado tanto, ella sabía como y donde acariciarme para ponerme al límite, en un plácido juego que duró un par de horas...

Por la mañana al despertar nos fundimos de nuevo en nuestro incipiente amor, gozando de manera insuperable. Después hablamos de nuestra situación, para ella no era la primera vez, pero por lo que me dijo, jamás como conmigo; para mí, sí fue la primera, y le conté como habían sido mis relaciones con los chicos y como no había encontrado satisfacción con ninguno, y ahora entendía porqué...


Iniciamos una nueva vida juntas, totalmente placentera para las dos. Lo que nos duró dos años, estábamos bien juntas, pero yo ansiaba experimentar más en este nuevo mundo que me había sorprendido de manera grata, y la abandoné dejándola amargada, me sentí cruel, pues ella lo había dado todo por las dos y yo no le había correspondido como debiera, pero mi camino era otro, y si el destino tenía algo planificado para nosotras, ahora no era el momento, ya llegaría... Ahora mismo tenía una nueva vida llena de placeres por vivir...


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