sábado, 28 de septiembre de 2013

"RETENIDA"

Abrió los ojos aturdida, un dolor de cabeza muy intenso rebotaba en su cabeza. Su visión en principio borrosa, se fue aclarando poco a poco pudiendo apreciar que se hallaba en un pequeño cuarto bastante oscuro. Un reducido ventanuco en lo alto de una de las paredes apenas dejaba pasar un resquicio de claridad. La habitación solo constaba de una mesa y una silla además de la cama donde ella se hallaba encadenada a la misma por una de sus muñecas.

¿Dónde se encontraba? Se sentía asustada, lo último que recordaba era que se dirigía al aparcamiento después de salir del trabajo y alguien la asaltó por detrás golpeándola fuertemente en la cabeza dejándola inconsciente.

Olía intensamente a humedad, las paredes se veían sucias, ennegrecidas y cubiertas de moho por lo que dejaba apreciar su vista que poco a poco se iba acostumbrando a la poca luz que allí había.

¿Quién podía tenerla allí retenida? Su familia no tenía dinero. Era gente trabajadora y humilde. Y ella no era más que una publicista en una importante empresa de publicidad, eso sí, y salvo que la persona que la tuviese secuestrada pidiese un rescate a la empresa no encontraba sentido alguno a la situación.

En cuatro días tenía que presentar un proyecto publicitario para una gran empresa, la más importante a nivel mundial, si conseguía ese cliente, lograría subir un escalón labrándose entonces un gran futuro y con toda probabilidad obtendría un ascenso. Lo que siempre había soñado y ahora, se encontraba allí encerrada...

Pasó las siguientes horas en duermevela, hasta que alguien entró en el cuartucho. No podía apreciar quien era, ya que llevaba un pasamontañas puesto y solo le podía ver los ojos y para eso de forma difusa... Le dejó algo de comer y de beber encima de la mesa y sin articular palabra marchó con rapidez.

Sentía debilidad pero no tenía ganas de comer, aún así se obligó, debería estar fuerte por si se presentaba alguna oportunidad de poder escapar. Se levantó entumecida, la cabeza parecía que le iba a estallar. ¿Daría la cadena el suficiente margen para acercarse a la mesa? No estaba muy alejada y seguramente su captor lo habría previsto, así que dolorida se acercó y comenzó a comer sin hambre la ensalada y el filete que él le había traído, acompañado de un poco de zumo de naranja para beber.

Había pensado en todo, debajo de la cama había un cubo de acero inoxidable y un rollo de papel higiénico, con lo cuál el cubo no era para echar desperdicios de la comida, era para otra cosa. ¡Qué asco! -pensó la joven-.

Pasaron los días, recibiendo la visita esporádica del hombre sin que hubiese un cruce de palabras. Lo único llamativo en él, era la manera en que llevaba sus dos manos a la cabeza con animo de rascarse de manera nerviosa. Ese gesto le recordaba a alguien, pero no caía en cuenta de a quién.

Los días le pesaban como una losa, generando una ansiedad que la crucificaba, necesitaba aire puro, el sol, rodearse de gente, su vida... Él nunca contestaba sus preguntas, entraba y salía como el aire por una ventana y rehuía su mirada lo que le hizo pensar que quizá se conocían, tanto tiempo encerrada le había dado mucho tiempo para reflexionar.

Ya llevaba por lo menos un mes encerrada, no tenía espejos donde mirarse, pero con toda seguridad tendría un aspecto horroroso, cosa que ahora mismo no le importaba mucho. Había perdido su oportunidad laboral, con todo lo que había trabajado en el nuevo proyecto dedicando horas extras, y ahora alguien se habría llevado el esperado ascenso. Y lo que más le preocupaba, su familia que estarían muy angustiados por la incertidumbre de saber cómo y dónde se encontraba. Seguramente llevaban tiempo buscándola y esperaba que pronto la localizasen. Le costaba mucho dormir y sufría de frecuentes taquicardias producto de la ansiedad que le causaba el encierro. Estaba casi segura que la intención no era de matarla, pues ya lo habría hecho, aún así estaba aterrada.

Y llegó el día, sintió golpes muy fuertes y seguido de ellos, entró la policía en el cuarto. En cuanto se acercaron a ella y la desencadenaron, comenzó a llorar presa de los nervios y la angustia generada de tanto tiempo allí abandonada.

La llevaron al hospital, y después de pasar dos días haciéndole todo tipo de pruebas, la mandaron a casa. Durante un tiempo se iría a casa de sus padres, necesitaba compañía y cariño, no soportaba estar sola, seguramente con el tiempo esa sensación de abandono remitiría.

Después de un año de baja laboral y sin haber encontrado a la persona que la había secuestrado ni pista alguna, se encontró lo suficientemente fuerte para incorporarse a su antiguo puesto.

Por lo que sabía, Andrés, compañero y firme competidor, había logrado en los pocos días que quedaron desde la desaparición de ella hasta la presentación, un proyecto publicitario lo suficientemente bueno como para que la multinacional firmase un contrato con la empresa.

Con rapidez se había integrado de nuevo en el trabajo. Ahora a Andrés lo veía poco, ya que gracias a su ascenso, se había trasladado a uno de los despachos del piso superior. Sin embargo cada vez que coincidían comenzó a fijarse en un gesto que él repetía cada vez que ella estaba presente. Esa manera de rascarse la cabeza con las dos manos... era él, ¡su raptor!

Denunció sus sospechas en la policía y abrieron una investigación al respecto, hallando en su casa el pasamontañas que ella reconoció. Después de detenerlo para tomarle declaración, acabó confesando. Todo había sido por conseguir el ascenso y un reconocimiento en la empresa. Finalmente, por nada... poco tiempo lo había disfrutado.

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